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ENTREVISTA
José Troncoso, actor y director: “Quiero que el espectador se identifique con un personaje: ‘Ese no seré yo, ¿verdad?’”

Troncoso con 'Los despiertos' en el Teatro Central de Sevilla

Alejandro Luque

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Paso a paso, José Troncoso ha ido creciendo en los últimos años como hombre de teatro hasta convertirse en una figura insoslayable de la escena española. Prueba de ello es que, en este momento, tiene nada menos que cinco obras en cartel como autor, actor y/o director: Manolita Chen. Un cuento chino, La noria invisible, Las bingueras de Eurípides, Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó y, a punto de aterrizar en el Teatro Central de Sevilla (con todo el papel vendido desde hace un mes), Los despiertos. Suficiente para palparse la ropa de vez en cuando preguntándose si está soñando o no, aunque él termina pensando que “cosas que se pensaron con calma simplemente han acabado coincidiendo en el tiempo”.

Así, Troncoso está recogiendo los frutos de esa siembra previa. En el caso de Los despiertos, se trata de una obra que empezó a concebirse antes incluso de la pandemia, cuando recibió la llamada de los actores Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo. “Me dijeron: Troncoso, no sabemos qué queremos hacer, pero queremos trabajar contigo. Yo tenía esta idea abocetada en una libreta, y me pareció que podríamos desarrollarla. Nos pusimos manos a la obra y la escritura se fue adecuando a los actores”.

Los despiertos cuenta la historia de tres barrenderos: Grande, Mediano y Finito. Tres hombres humildes que barren las calles y comparten sus penas mientras que el resto del mundo duerme. Su vida transcurre en medio de la rutina y la monotonía, trabajan noche tras noche para limpiar la basura de los demás y, cuando aparece el sol, se dirigen a casa a dormir. Y así un día tras otro, sin tregua. “La idea original surgió precisamente de lo que hablábamos antes, de esos amigos que dicen ‘Troncoso no para’. En lugar de halagarme, hubo un momento en que surtió el efecto contrario, empezó a convertirse en un pequeño infierno interior”, recuerda. “Pensé que yo soy yo las 24 horas del día, me acuesto conmigo mismo todas las noches, y el volumen de trabajo no me hace una persona diferente”.  

Vivir para trabajar

“Así, se me ocurrió que tengo los mismos horarios de los barrenderos”, prosigue el gaditano. “Me imaginaba diciéndole al espectador: ‘Yo trabajo cuando tú descansas’. Y la idea de los barrenderos vino como una metáfora de eso mismo, que sentimos muchos actores y artistas. Todo ello ha hecho de Los despiertos uno de mis trabajos más personales”.

Claro que esta idea es solo un punto de partida para tocar muchas otras cuestiones ligadas a la actualidad. Por ejemplo, la precariedad y la carestía de vida. “¿Vivimos para trabajar, o trabajamos para vivir? Yo resido en Madrid, que no es una ciudad precisamente barata, y tengo que trabajar un montón para costearme mis gastos básicos. Preguntas así se las formulan mis personajes, y a través de ese desarrollo se cuelan la vida, las referencias, preocupaciones como el maltrato a las mujeres o las masculinidades tóxicas… Siempre ocurre así, cuando coges un trozo de vida, en él siempre hay algo de tragedia y de comedia”.

No obstante, en Los despiertos prima el tono cómico, e incluso se ha hablado de cierta influencia de las chirigotas de su Cádiz natal en la escritura de Troncoso. “Quiero pensar que el humor de la obra tendrá un efecto distinto según el espectador, dependiendo con que se identifique o no con un personaje u otro. Los barrenderos son tres arquetipos, tres momentos vitales distintos, y el juego que se propone es de identificación y espanto: que, en un momento dado, el público piense: ‘ese no seré yo, ¿verdad? Tiene mucho de espejo deformado”.

Los Max, en Cádiz

“En cuanto al aspecto carnavalesco, creo que soy de Cádiz como el que es de Wisconsin: hay cosas que no puedes eludir. Los que venimos de allí sabemos que una vez al año todo el mundo, nuestros padres, nuestros amigos, se disfrazan y salen a cantar por ahí, y eso te baila en la sangre de muchas maneras: la repetición, el surrealismo en el humor… Si escribes con honestidad, todas esas cosas van a aparecer tarde o temprano. Es puro latido”, agrega.

A Cádiz regresará pronto José Troncoso para no perderse la ceremonia de entrega de los premios Max de este año, que tendrá lugar en marzo en el Gran Teatro Falla. “La noticia de que en 2023 Cádiz acogería la entrega es una alegría enorme. La iniciativa de que cada año se haga en un lugar distinto es brillante, una forma de hacer valiosas e importantes a Mahón, Bilbao o Cádiz, y de permitir que se escriba una posibilidad de futuro en estos lugares”.

Cuando se le pregunta si el teatro debería dar soluciones a los problemas que escenifica, responde sin dudar: “Lo que tiene es que arrojar preguntas. Me encantaría pensar que las cosas se pueden solucionar a la salida de los teatros, pero más bien se trata de un sitio donde estar juntos y preguntarse juntos que pasa. Cuando el teatro ofrece respuestas cerradas, aparece el panfleto”.

Sin posibilidad de soñar

En cuanto a la consabida dificultad de la gente de teatro para salir adelante con su trabajo, Troncoso asegura que “no me gusta quejarme, antes me pego un tiro, y además sería muy injusto hacerlo, porque soy un privilegiado. Sí es verdad que hay gente que lo intenta con todas sus ganas y nunca lo va a conseguir, y otros que pasaban por ahí y se quedan. Hacer teatro y ganarte la vida con ello es tan difícil como cualquier otro oficio, sobre todo ahora que hemos aprendido que las cosas pueden cambiar de un momento a otro. Pero también pienso que, si tiene que venir una mala racha, que nos coja haciendo algo que nos gusta, para lo que sentimos que hemos venido”.

Justo lo contrario de lo que hacen los resignados barrenderos de Los despiertos. “Sí, son un claro contraejemplo. Se han conformado con una pequeña vida sin preocupaciones, que no les permite soñar. Eso queríamos mostrar sobre el escenario: gente que no puede soñar”.

Por el momento, Troncoso sigue soñando, pero con los pies en la tierra. “Con los años aprendes muchas cosas, pero te surgen aún más preguntas, surgen nuevas inseguridades”, confiesa. “Me siento muy afortunado y agradecido por poder trabajar, pero también cauteloso porque este mundo es muy voluble: lo mismo que estás ahora, mañana no estás. Yo me pregunto siempre qué suerte me aguardará ahora, adónde me llevará la profesión. Porque no tengo ni idea de cuál será el próximo paso”.

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