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'En Sevilla hay que morir’, una santa comedia sobre la religiosidad popular convertida en fenómeno teatral

Santa Justa y Santa Rufina

Raúl Solís Galván

Santa Justa y Santa Rufina fueron dos hermanas sevillanas, alfareras trianeras, nacidas en el seno de una familia cristiana clandestina durante el último tercio del siglo III, cuando el cristianismo aún era una secta perseguida por el Imperio Romano y los cristianos vivían clandestinamente a riesgo de ser martirizados por su fe. El prefecto de Sevilla, Diogeniano, mandó encarcelar a las niñas Justa y Rufina para que renegaran de la religión monoteísta que un siglo más tarde se convertiría en la fe oficial del Imperio Romano y atravesaría hasta nuestros días la cultura occidental. Las dos trianeras se negaron y ello les valió ser torturadas y posteriormente asesinadas cuando tenían 19 y 17 años de edad, respectivamente. Este martirio es el motivo por el que estas dos mujeres de Híspalis, la Sevilla romana, son las santas patronas de la capital andaluza.

Esta historia es el hilo conductor de la obra teatral En Sevilla hay que morir, producida por la compañía Lapava Teatro y dirigida por la dramaturga sevillana Charo Urbano, una comedia desternillante de hora y media de duración que caricaturiza la relación de las mártires con otros símbolos religiosos que marcan la identidad de la ciudad de Sevilla, en la que las dos trianeras son santas patronas aunque el día festivo lo tiene San Fernando, Fernando III de Castilla, para unos santo y para otros matamoros, el rey que sembró el terror durante la conquista de la Sevilla andalusí en el siglo XIII.

Así, en un lenguaje local, que no localista, Santa Justa y Santa Rufina, representadas por Eba Rubio y David Sigüenza, resucitan de la eternidad para cuestionarlo todo y a todos con dosis desmedidas de irreverencia. No se dejan a nadie: políticos, casos de corrupción andaluces, la idiosincrasia sevillana, la Semana Santa y todo lo que pillan a su paso. Todo para conseguir su objetivo de que los sevillanos hagan justicia con sus santas patronas y les hagan un sitio en la ‘Madrugá’ con el mismo boato que a las grandes imágenes ‘semanasanteras’ que la religiosidad popular ha convertido en tótems.

La dos niñas trianeras no dudan en enfrentarse a la Esperanza Macarena y a la Esperanza de Triana, el Betis y el Sevilla de la liga ‘semansantera’, para encontrar su sitio en una Sevilla que las tiene recluidas en una vitrina en la Catedral a pesar de que, según la leyenda, gracias a su intercesión salvaron la Giralda de un terremoto ocurrido en la provincia en el año 1504,  que Murillo simbolizó en 1666 en un óleo sobre lienzo que actualmente se puede admirar en el Museo de Bellas Artes de la ciudad.

Para terminar de reírse hasta doler, a Santa Justa y Santa Rufina se les aparece otra santa de manera sorpresiva, a la que le da vida Charo Urbano, con la que las patronas sevillanas entrelazan una estrecha amistad y sentimiento de camaradería en defensa de un lugar digno en el corazón de la sevillanía para este triunvirato de la santa comedia, mientras el público se tira de las butacas a carcajadas. Literal.

‘En Sevilla hay que morir’ es una propuesta teatral que invita a conocer la historia más allá de la preponderancia del relato tras la conquista castellana, situando a las mujeres en el centro, desde el humor inteligente, la risa desternillante, la apuesta por un teatro enfocado a lo popular, en un perfecto andaluz que resiste a la crisis y al 21% del IVA cultural y poniendo todo el talento creativo en el asador.

“Nosotros mismos nos hemos hecho los trajes, pidiendo favores o como sea, pero aquí estamos”, dice exultante Charo Urbano, la actriz ahora metida a directora que todavía no se puede creer el éxito arrollador de una obra de teatro que nació como una pieza de microteatro de 20 minutos y que, con cero presupuesto, sin aparecer en los grandes medios y con unos códigos muy locales, el boca a boca está consiguiendo el milagro de llenar la sala en cada función.

“Buenafuente y Woody Allen hacen humor local y nadie los cuestiona”

En Sevilla hay que morir es además una apuesta por el teatro andaluz, por la cultura propia, por una dramaturgia en andaluz y pensada para Andalucía, que puede ver la gente de fuera pero aquí, no en Madrid o Barcelona. “Me da coraje que los andaluces tengamos que estar siempre justificando nuestro humor. Buenafuente y Woody Allen hacen humor local y nadie los cuestiona”, arenga Charo Urbano, que avisa que quien quiera ver la obra de teatro tendrá que hacerlo en Sevilla porque “no tenemos pensamiento de salir a ningún lado de gira. Para entender el Carnaval de Cádiz hay que ir a Cádiz, al igual que para entender las Fallas hay que ir a Valencia y para comprender la Semana Santa hay que venir hasta Sevilla”, zanja ufana tras el éxito incontestable.

Urbano, reconocida cómica sevillana, prosigue con su discurso de reivindicación de lo andaluz: “Que vengan de Madrid y Barcelona a ver la obra, igual que nosotros vamos a Madrid y Barcelona a ver lo que nos interesa, que los aviones ahora están muy baratitos”, concluye la actriz y directora de teatro.

Solamente en quince días, más de 2.000 personas han visto ‘En Sevilla hay que morir’, colgando el cartel de “localidades agotadas” en once de las doce funciones programadas en la Sala La Imperdible de Sevilla y dejando sorprendidos a los mismos integrantes de la compañía Lapava Teatro, que no esperaban este recibimiento del público que sale del patio de butacas con agujetas en la comisura de los labios de no parar de reírse durante los noventa minutos que dura la función.

Quienes quieran olvidarse de todo y reírse de lo humano y lo divino, frivolizar sobre los tótems de la identidad sevillana y unirse a la lucha de Santa Justa y Santa Rufina por un hueco en la carrera oficial de la ‘Madrugá’, tienen hasta el 25 de febrero, durante los viernes, sábados y domingos, para ver una producción artesanal, mimada con esmero, en un perfecto andaluz, que amenaza con convertirse en la producción más vista y aplaudida de la temporada teatral.

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