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'Últimas unidades', el espejo de la lucha de los comercios tradicionales de Sevilla en el que se puede mirar cualquier ciudad

Alejandro Toro y Hugo Cabezas, directores de 'Últimas unidades', en el bar Casa Plácido

Sara Rojas

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La imagen de una pareja de ancianos levantando con esfuerzo la persiana de su establecimiento en el centro de Sevilla –cuando “deberían estar ya jubilados”– inspiró a Hugo Cabezas “ternura” y la idea de dedicarles un homenaje en formato audiovisual a quienes luchan a diario por sacar adelante sus negocios en la era digital. Por aquel entonces, este cineasta cordobés que lleva media vida en Sevilla andaba junto a sus compañeros de La Favorita (Alejandro Toro, Antonio Aparcero y Fidel Pérez) al acecho de una historia cercana con la que poder arrancar su recién constituida productora.

De hecho, en ese instante se dirigía a la oficina. Y nada más llegar, comentó con sus colegas la imagen que le había acompañado durante todo el trayecto. “Me dio coraje que nunca me había fijado en esa tienda y eso que paso por ahí todos los días”, reconoce el cineasta durante un encuentro con elDiario.es Andalucía y su “pareja artística”, Alejandro Toro, con quien comparte nominación a mejor dirección novel en los II Premios Carmen del cine andaluz que se celebran la noche de este sábado. Entonces, empezaron a debatir sobre la importancia de poner en valor una especie en peligro de extinción que confiere identidad propia a la ciudad, aunque a menudo pase desapercibido el riesgo al que están expuestos los comercios tradicionales.

Fue así como nació Últimas unidades, un largometraje documental que recoge de viva voz el testimonio de cuatro autónomos sevillanos pertenecientes a distintas generaciones y líneas de negocios, pero unidos por un factor común: regentar establecimientos centenarios que han logrado perdurar en el tiempo. Y lo han conseguido, como testimonia el audiovisual, gracias al “esfuerzo” de diferentes generaciones por mantenerlos “a flote”, a pesar de las dificultades que ha arrojado sobre ellos el cambio de época.

La esencia de una ciudad

Esta historia de no ficción la protagonizan cuatro propietarios de establecimientos míticos sevillanos: Lucía Mejías, séptima generación de Papelería Ferrer (1856), Jesús Spínola al frente de Cordonería Alba (1904), Emilia Moscoso de Cuadros Venecia (1913) y Manuel, alma de peluquería Melado (1927). Una selección que los creadores realizaron tras varios “paseítos de jubilados” por el corazón de la capital. La calle Sierpes, Francos, Cuna, Amor de Dios. “Podríamos hacer una ruta”, bromea Alejandro. Pero no es un chiste sin más, pues sabe que los comercios que se ubican allí –y en otras vías colindantes– son los que identifican a Sevilla como ciudad y la distinguen de las demás.

Sin embargo, fenómenos como la turistificación, la venta online y la “invasión” de las franquicias han arrinconado hoy a estos negocios emblemáticos que conservan como frascos de una botica la esencia de la ciudad a la categoría de últimas unidades. Una sección que recuerda al consumidor que una vez se acaben (o echen el cierre) ya no se podrán volver a adquirir jamás. Con el afán de incitar una reflexión en torno a ello, surge esta guía documental por la trastienda de estos comercios históricos de la mano de sus propietarios.

El relato de cada uno de ellos confluye en un bar de la calle Mateos Gago, Casa Plácido (1870), el quinto personaje del documental. En su interior, el equipo de La Favorita reunió a los cuatro por primera vez para que se conocieran y, después de almorzar, se entregaran a una conversación de sobremesa que sirve como eje vertebrador del documental. Es en este momento en el que Jesús (quien sigue haciendo cordones en plena calle con una máquina tan centenaria como su comercio) manifiesta que se imagina “el centro de la ciudad dentro de 30 años mucho más vulgar”.

Asimismo, una de las hermanas Moscoso afirma que “los negocios que tienen más de un siglo los estamos luchando con la vida”, contando con el asentimiento colectivo de sus acompañantes. Melado comparte como un regalo su filosofía de vida: “Si no sabes sonreír, no abras una tienda” y Lucía confiesa que los primeros meses de maternidad los pasó atendiendo en la papelería con su bebé detrás del mostrador (así mismo se produjo la grabación). En definitiva, intercambian experiencias, comparten dificultades e inquietudes por el devenir de la ciudad, que bien podrían resonar en el interior de cualquier autónomo de otro lugar.

Hablar de lo universal desde lo local

Un año después de rodar este primer proyecto de producción propia con el que se han estrenado como directores de largometrajes, Alejandro y Hugo, compañeros y amigos desde que coincidieron en los pasillos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, siguen sorprendidos por el recorrido que está teniendo el documental por distintos festivales dentro y fuera de la comunidad. Este sábado, se celebran los premios de la Academia de Cine de Andalucía, en los que optan al galardón de mejor dirección novel por este largometraje, que emana autenticidad como las páginas de un libro antiguo gracias también al trabajo de guion de Daniel Refolio y al acompañamiento musical, obra de Pablo Cervantes.

Al margen de las nominaciones y los premios, la pareja de cineastas asevera que ya han ganado por la acogida que está teniendo entre el público y por haber despertado conciencias, empezando por la suya propia. En el mismo bar en el que se reunieron los protagonistas del documental, reconocen que su forma de mirar la ciudad ha cambiado desde que filmaron Últimas unidades. De hecho, Hugo cuenta que estas navidades pasadas fue a comprar sus regalos a Papelería Ferrer. “Ese es el mensaje del documental”, apunta su compañero: invitar a “mirar a esos negocios, estar un poco más atentos y como público hacer un pequeño esfuerzo para que puedan seguir existiendo”.

“La evolución es la evolución, no estamos en contra de comprar por internet, pero sí que hay muchas familias que viven de este tipo de comercios”, añade el cordobés. Ese ejercicio de afinar la mirada se puede extrapolar a cualquier ciudad del mundo que está siendo devorada por el turismo, las franquicias y el fenómeno de la globalización, desdibujando sus señas identitarias. “Aunque lo hayamos hecho en Sevilla porque queríamos algo propio y cercano, en realidad es una historia universal”, en la que se pueden ver reflejados comerciantes y autónomos de cualquier otra ciudad, como reconocen ellos mismos que les ha llegado.

A pesar de las adversidades que plantea el documental, los cineastas consideran que ofrece una “perspectiva optimista”. De ahí que se despida con un final que arroja esperanza mediante el ejemplo de un negocio que germinó en 2021 y está floreciendo sobre la ilusión de un joven por cumplir su sueño de regentar su propio negocio. “La cosa no termina, hay todavía gente apostando por el comercio”, celebra Hugo. De esta forma, los directores de La Favorita esperan que esta primera entrega invite a reflexionar sobre el presente y futuro de las dinámicas que rigen la ciudad, poniendo en valor el trato humano y cercano de la atención de primera mano con un brindis eterno al comercio local, inmortalizado en forma de documental para que se pueda cumplir el deseo de Emilia: “Por Dios, que no se pierda la identidad de la ciudad”.

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