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Sandokán, una promotora y 200 trabajadores como víctimas: la agonía de Tívoli World

Trabajadores de Tívoli, en la protesta celebrada el pasado viernes

Néstor Cenizo

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Hubo un tiempo en que Tívoli World fue para los niños malagueños la tierra prometida. Cada año, o cada menos si había suerte, aquel era el lugar en el que pasar todo el día saltando de cacharrito en cacharrito, gracias al supertivolino, un sello que a los padres les venía de perlas para ahorrar unas pesetas. Durante décadas, el parque de atracciones fue el referente del ocio familiar en la Costa del Sol, aupado por su imbatible combinación de atracciones infantiles y espectáculos musicales. Por aquí pasó James Brown, y el público acudía en masa para ver a las folclóricas como Rocío Jurado o Isabel Pantoja.

Aquellos días de gloria se ven hoy en sepia. Los trabajadores de Tívoli están apurando sus opciones para que reabra este verano, pero el administrador concursal que gestiona el parque no lo ve claro. Los motivos hay que buscarlos lejos de las taquillas: mientras la montaña rusa se oxida, Rafael Gómez Sandokán y el Grupo Inmobiliario Tremon pelean en los tribunales por quedarse el parque y el terreno sobre el que se levanta, una jugosa parcela de 65.000 metros cuadrados en una loma de Benalmádena.

Grupo Tremon, la empresa que va ganando la batalla, tiene la intención de dar otro uso a los terrenos, a costa de acabar con el parque de atracciones y con el empleo que genera: 90 trabajadores fijos (la mayoría discontinuos), otros 90 eventuales y un impacto indirecto notable en hoteles, restaurantes o transporte. Muchos de ellos han agotado ya las prestaciones, después de pasar casi todo el año en ERTE.

El viernes pasado organizaron una manifestación, para pedir que Tívoli no se cierre. “Por su historia. Por ilusiones vividas. Por sus puestos de trabajo”, atronaban los altavoces. “Tivoli es rentable. No se cierra”, clamaban los trabajadores, que piden abrir ya para generar ingresos que mantengan el negocio a flote. “No entendemos por qué abrimos el año pasado y este año no. Solo le pedimos al administrador que cumpla con su obligación y que gestione el parque”, dice Mariano Hidalgo, director del parque.

Sin embargo, el administrador no está por la labor. “Es complicado que Tívoli abra este año, porque el dueño del parque no tiene la intención de hacerlo”, explica a eldiario.es/Andalucía Juan Antonio Sánchez, administrador que desde agosto del año pasado gestiona, a instancias de un juzgado, el concurso de Compañía Internacional de Parques y Atracciones SA (CIPASA), la empresa gestora del parque. “Yo no puedo tomar la decisión a espaldas del legítimo propietario a día de hoy. No voy a asumir esa responsabilidad”.

“Tívoli es rentable”

Los trabajadores están frustrados. “Tívoli es rentable”, insisten, esgrimiendo un informe elaborado por Sánchez en enero del año pasado. El administrador lo confirma: “La cuenta de explotación es viable: en dos meses y partiendo de una facturación del 30% respecto al año anterior, en 2020 se pagaron todos los gastos de explotación del parque, salarios y seguros sociales. Lo que no es viable es cargar la mochila de deuda de once millones de euros”.

Los problemas vienen de lejos. Desde hace años, CIPASA, la empresa propietaria de los terrenos y el parque, venía negociando con sus principales acreedores, la Seguridad Social y Hacienda. De ellos había obtenido flexibilidad para los pagos, y aunque la Agencia Tributaria había llegado a embargar algunas atracciones, existía “sensibilidad” hacia su supervivencia, cuenta Sergio de Oses, secretario de Hostelería y Turismo de UGT Málaga.

Sin embargo, una pequeña reclamación económica precipitó la declaración de concurso de acreedores, en julio del año pasado. El propio Grupo Tremon reclamó unos 7.000 euros, a propósito de unas costas que, según Gómez, estaban por dilucidarse.

Las conclusiones del administrador concursal son que el parque debe 11,2 millones de euros, la mayor parte en deuda pública: 4,7 millones a la Seguridad Social, otros 4,7 a la Agencia Tributaria, y 387.000 euros al Ayuntamiento de Benalmádena. Aunque cuando presentó su informe el administrador resaltó la viabilidad del negocio, en los últimos meses se ha mostrado reticente a la reapertura, y ha venido sembrando de malos augurios el futuro del parque.

Rafael Gómez se presenta como salvador: “No podemos dejar morir a Tívoli”

El objetivo de la Ley Concursal es reflotar las empresas y, cuando esto no sea posible, liquidarlas de forma ordenada. Sin embargo, los trabajadores denuncian que el Grupo Inmobiliario Tremon, que por su parte continúa inmerso en un concurso declarado en 2008, no tiene ningún interés en mantener el parque de atracciones, y que el administrador se ha plegado a sus intereses.

Hasta ahora, Tremon era uno de los aspirantes a la propiedad de CIPASA. En 2007, llegó a un acuerdo con Rafael Gómez Sandokán para comprarle diversos activos, entre ellos CIPASA, por 374 millones de euros. Sin embargo, Tremon no llegó a tomar posesión del parque, y Gómez siguió gestionándolo a su particular manera.

Comenzó entonces un largo proceso judicial en el que Tremon reclama a Gómez que le entregue Tívoli, y Gómez se niega porque, según dice, no ha visto “ni una peseta” de aquel acuerdo. Un juzgado de Torremolinos y la Audiencia Provincial ya dieron la razón a Tremon, pero Gómez ha llevado el asunto hasta el Tribunal Supremo, que debe resolver.

Gómez, a su particular manera, no se da por vencido. La semana pasada reapareció y se propuso como salvador: “No podemos dejar morir a Tívoli. Por ello, me ofrezco públicamente a abrir sus puertas en unos días, mientras se resuelve el litigio que mantengo con Tremon”. El empresario cordobés, cabrero, joyero y constructor, es un símbolo de la España del ladrillo. Su aura desapareció con la Operación Malaya, y a partir de entonces se desmoronó también su fabuloso poder económico. Sus empresas y él mismo han liderado durante años los rankings de deudores andaluces con Hacienda. Salió de la cárcel en 2020, tras ser condenado a cinco años de prisión y el pago de una multa de 111 millones de euros por un delito fiscal continuado.

“Tremon quiere el parque limpio de polvo y paja”

Aunque intentan desligar el litigio de su futuro, la eventual victoria de Tremon tampoco tranquiliza a los trabajadores. Hace cuatro años, el grupo inmobiliario anunció una inversión de 300 millones de euros para modernizar Tívoli y construir en torno al parque un complejo comercial de 152.000 metros cuadrados con auditorio, cines, hipermercado, oficinas, un hotel y un aparcamiento de 2000 plazas. Sin embargo, ese proyecto se ha desvanecido, y Tremon ahora da la callada por respuesta.

“Tremon no quiere las llaves del parque, porque no quiere la deuda ni los trabajadores; lo que quiere es que el administrador y la jueza se lo dejen limpio de polvo y paja. Lo que quiere es el suelo”, señala De Oses. En su opinión, la solución pasa por autorizar inversiones al gusto de Tremon en los terrenos adyacentes, condicionadas a la continuidad a largo plazo del parque. “Que la deuda se achique, y mientras, que sigan reclamándole a Rafael Gómez, porque es verdad que la deuda la generó él”. También pide un posicionamiento claro de la Junta de Andalucía.

Montserrat Caballé, Julio Iglesias y una inauguración con Anthony Perkins

Por el Tívoli World han pasado 35 millones de personas en el último medio siglo, pero las cifras en bruto no alcanzan para explicar lo que significa para varias generaciones de malagueños, que tienen en este parque de atracciones el fondo de alguna de las postales más felices de su infancia. El soniquete de su anuncio radiofónico está incrustado en la memoria de miles de malagueños.

José Luis Guzmán tiene 56 años y lleva 31 trabajando en Tívoli. Entró en plantilla cuando aún lo gestionaba la familia Olsen, que en 1972 había importado desde Copenhague el exitoso modelo de parque de atracciones, y durante toda una década fue el encargado de la programación del teatro.

A Guzmán le tocó organizar la visita de Anthony Perkins, con la que se inauguró el Pasaje del Terror. El intérprete de Psicosis se alojó en el hotel Torrequebrada, donde le recogió una limusina para llevarlo a Tívoli. Allí le habían preparado un carrito de golf para subir las cuestas. “Pasando por el centro de Arroyo, nos hizo parar. Nos invitó a un helado y nos sentamos en un banquito”, recuerda.

Por Tívoli llegaron a pasar casi un millón de personas al año en su mejor época. Muchos venían a conciertos como los de Montserrat Caballé, Julio Iglesias o Miguel Ríos, que fue capaz de reunir a 24.000 personas. Pero la mayor parte eran niños: “Cuando llegaba la feria de Málaga, muchos padres les traían aquí, porque le compraban el sellito, podían montarse en todas las atracciones y les salía más barato. No era competencia sino revulsivo. Era nuestra temporada alta”.

“A Tremon no le importa esperar”

Tiempo después, las telarañas se dejan ver en las rejas, desde donde se observan las fuentes sin agua, las persianas bajadas y la pintura descolorida. Un cartel anuncia la pulsera Supertivolino: acceso ilimitado a 35 atracciones y un acceso al Ratón Vacilón, la actual estrella de un parque que vivió tiempos mejores. “Lo importante es la marca Tívoli. Los puestos de trabajo, y que siga funcionando como siempre. Creemos que, si no abrimos este verano, ya no abrirá más”, advierte Guzmán.

“A Tremon no le importa esperar. Saben que cuando lleve dos años será un nido de ratas y los vecinos protestarán. Ya han entrado varias veces a robar”, advierte De Oses. Con todo, el administrador no cierra del todo la puerta: “Como usuario del parque a lo largo de mi vida, tengo el mayor interés en que se abra. Intentaré ver posibilidad, pero lo veo difícil”.

En las próximas semanas tomará una decisión, que los trabajadores temen que sea definitiva, poniendo fin a la historia de Tívoli, el parque que un día fue la tierra prometida para los niños de la Costa del Sol. 

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