La otra crisis del campo: trabajar aun más caro para seguir vendiendo barato
Trabajar aún más caro para seguir vendiendo barato. Esa es una de las paradójicas consecuencias que la crisis de la cadena de suministros y el encarecimiento de la energía y de los derivados del petróleo están teniendo para el sector agrario español y, dentro de este, en el aragonés, cuyos agricultores y ganaderos ven cómo el precio de algunos ’input’ básicos como fertilizantes y sulfatos se duplica e incluso triplica al mismo tiempo que las cotizaciones de venta, con contadas excepciones de escasa magnitud, se congelan e incluso llegan a bajan.
Esas tendencias, obviamente, se reflejan en los márgenes que quedan en los campos y las granjas, donde apenas se está comenzando a repercutir el aumento de unos costes de producción cuyo traslado sí ha sido vertiginoso, incluso sorprendentemente rápido, en las cadenas de distribución y de venta al público de esos mismos alimentos.
Las series que recoge el último boletín de Coyuntura Agraria que edita la Consejería de Agricultura del Gobierno de Aragón reflejan, en este caso con datos cerrados a final de octubre, cómo el precio del sulfato amónico ha pasado en diez meses de apenas veinte a más de cincuenta euros por cada cien kilos, mientras en ese mismo periodo la urea se encarecía de treinta a ochenta y el del fosfato prácticamente se duplicaba para acercarse a los 80.
El primero es una fuente de nitrógeno y de azufre para la tierra, mientras la urea efectúa elevadas aportaciones de ese primer elemento y el fosfato estimula la realización de la fotosíntesis por las plantas.
Los purines como alternativa a los abonos minerales y sintéticos
El encarecimiento del sulfato amónico y de la urea ha hecho que numerosos agricultores vuelvan la vista hacia las granjas de porcino de la comunidad para efectuar la próxima campaña las aportaciones de nitrógeno en sus campos mediante la aplicación de purines, una alternativa que, por pasiva, no deja de poner sobre la mesa el sobrante de ese residuo ganadero, que actúa como fertilizante en dosis tolerables y como contaminante cuando estas son excesivas, que se da año tras año como consecuencia de la creciente cabaña ganadera, especialmente porcina, de la comunidad.
Al encarecimiento de estos productos se le une el de otros como el gasóleo A, que entre enero y octubre se encareció un tercio al pasar de apenas 60 céntimos el litro a más de 80, aunque dos años antes, en octubre de 2019, rondaba los 70 y había oscilado entre los 59 y los 89 los cinco años anteriores. En ese mismo mes de 2012 había llegado a alcanzar un precio de 96,94,
Paralelamente, los precios de las semillas también están registrando tendencias alcistas, lo que acaba de cerrar un cuadro complicado para la agricultura al que se le suma el encarecimiento de la electricidad, básica para los sistemas de riego que requieren la elevación del agua mediante bombas.
En la ganadería, y aparte de la energía, el principal encarecimiento viene por el flanco de los piensos como consecuencia de la dependencia de mercados internacionales para algunos de sus componentes más habituales como la soja y el maíz, que encadenan un año de apreciaciones, con altibajos en el primer caso y de una manera constante en el segundo.
Más barato en el campo, más caro en la tienda
Paralelamente, los precios de los animales para sacrificio tienden a la baja con la excepción del cordero, cuya demanda crece conforme se acercan las fiestas navideñas, del conejo y, ya como derivados, de la leche de vaca, la de oveja y la de cabra.
Por el contrario, otros de cría más frecuente en Aragón como el cerdo cerraban los primeros diez meses del año con cotizaciones ligeramente superiores a las del comienzo del ejercicio pero con claras tendencias bajistas, especialmente a partir de la primavera con el desplome de las exportaciones a China y los primeros indicios de lo que amenaza con convertirse en el pinchazo de una burbuja.
Por su parte, los Informes de Coyuntura del Ministerio de Agricultura reflejan para las últimas semanas cotizaciones descendentes en cereales como el trigo y la cebada, aunque no en la del maíz, y también en las del cordero, el pollo y los huevos, aunque los precios de venta de estos últimos siguen subiendo en los lineales de los supermercados, especialmente en el caso de las carnes, según indican los datos del INE sobre el IPC.
Precios que suben, pero a deshora para el agricultor
Las cotizaciones de algunos cereales y forrajes comenzaron a registrar subidas a partir de septiembre, aunque eso no significa que los agricultores estén recibiendo más dinero por sus cosechas ya que, de hecho, los precios empezaron a subir conforme ese género comenzaba a moverse en los canales comerciales, después de que los productores hubieran vendido sus cosechas.
Ocurre algo similar con la fruta, en la que los encarecimientos fueron posteriores a la entrega o venta de las producciones, que en las variedades más tardías no suele pasar de mediados del otoño y que en las dulces ha acabado de manera generalizada cuando termina el verano.
Esa evolución de los precios deja mayores márgenes comerciales en la cadena de transformación y en la de distribución, aunque lo habitual, que es lo que está ocurriendo de nuevo ahora, es que solo en algunos casos de cooperativas acaban repercutiendo en una mejora de las rentas de quienes las producen y que terminen conllevando una subida de precios para los consumidores, ya que la cadena de venta está aumentando su margen tras enjugar los del campo y el reparto.
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