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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

La broma final

Ángela Labordeta / Ángela Labordeta

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Todas las palabras parecen pocas para que unos y otros se refieran al “fichaje” de Julio Rodríguez por Podemos. Oímos auténticas barbaridades, acusaciones desmedidas y vemos cómo unos y otros se convierten en prisioneros de sus propios juicios, en ocasiones nada juiciosos. A mí no me parece ni bien ni mal que Julio Rodríguez quiera formar parte de ese partido, ya estuvo en el PSOE de Zapatero: me parece que su decisión es respetable, democrática y libre.

Hecha está reflexión, sí que tengo que decir que Podemos no ha venido a inventar nada y simplemente hace lo mismo que algunos otros partidos a los que ellos denominan casta y a los que han linchado públicamente por hacer vieja política: me refiero al PSOE y al PP y sin embargo, al igual que ellos, fichan a los que consideran los mejores sin preguntar ni contar con los suyos y en mi tierra, Aragón, imponen a dos hombres como número uno y dos en la lista al Congreso por Zaragoza para las elecciones del 20 de diciembre. No nos engañemos, la política se ha convertido en una gran broma que trajina con los sentimientos y las palabras en el justo instante en el que los tambores dejan de sonar y alguien en un rincón del mundo pacta una capitulación que solo a unos pocos beneficia.

A la política le falta alma, porque rostros tiene en exceso, y sobre todo le falta decencia y le falta calle: calle para soñar, calle para enseñar, calle para sufrir. Calle para entender.

Un día cualquiera soñé esta historia:

“El tren descarriló, pero ellos no habían llegado a montar. Horas después supieron que había sido un gran tragedia, con cientos de muertos. Él dio saltos de alegría y la abrazó y le habló del azar y de que en ese día, cinco de noviembre, habían vuelto a nacer. Ella se dejó abrazar, pero solo podía pensar en el rostro celeste de aquella niña en el andén, en la mirada perdida de ese hombre mientras subía a un vagón, y tuvo que hacer un inmenso esfuerzo por contener sus lágrimas.

Lo que ella no le dijo a él en ese instante, fundidos en ese abrazo, es que ellos no habían subido a ese tren porque, mientras avanzaban por el anden para subir a un vagón, ella le dijo que ese viaje no tenía sentido, que ellos ya no se amaban, y que buscar el amor y la pasión en una escapada de cuatro días era una auténtica atrocidad. Ambos detuvieron sus pasos y dejaron que el tren partiera y bajaron hasta el parking donde habían dejado su automóvil y se subieron a él para retomar su vida, una vida gris y vulgar que les había salvado de la muerte“.

Así construimos nuestra música del azar y así decidimos vivir engañados y engañando. Eso antes que salir desnudos a la avenida y reconocernos mortales, culpables, humanos, débiles… Personas.

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