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Tras el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez y con el reloj marcando ya una cuenta atrás cada vez más agobiante, este miércoles se han citado Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Un poco hartos de la intensa obra teatral de las últimas semanas nos empezamos a plantear cuándo se decidirá el candidato a la Presidencia a hablar de dar soluciones a la situación de emergencia de este país. Ninguna de las posibles hojas de ruta que aceptamos incluye las recetas de Mariano Rajoy, con o sin barniz naranja, con o sin sillones. Nuestra prioridad es la de dar lugar a un gobierno de Cambio, con mayúsculas, no ser un apoyo al turnismo partidista, ni pasiva, ni mucho menos, activamente.
La emergencia social que era acuciante antes de las elecciones no ha desaparecido aunque hace días que dejara de ser tema de portadas. Tan solo en 2015 se realizaron 506.481 cortes de luz, un 5,9 % más que en el año anterior, los desahucios siguen causando suicidios, como el de la semana pasada en Valencia, y en los pueblos seguimos viviendo con la misma precariedad que antes, incluso, del Gobierno de Rajoy.
La población de provincias como la de Teruel sigue descendiendo dramáticamente, los ingresos bajando, la media de edad elevándose hasta el cielo… y los grandes “planes maestros” estrellándose contra el suelo de un campo poco productivo. FITE (Fondo de Inversiones para Teruel), planes contra la despoblación y la propia PAC (Política Agraria Común) se repiten año tras año sin resultados aparentes. Y sin perspectiva de cambios sustanciales. Tras hacerse públicos los resultados del informe elaborado por el propio Departamento de Desarrollo Rural de Aragón podemos observar como las cifras de 2014 nos enseñan que el colectivo más perjudicado por estas ineficientes y desiguales ayudas son los pequeños agricultores y ganaderos. Aunque podríamos desgranar largamente los datos de las ayudas y cómo estas no sirven ni para sobrevivir del campo, ni mucho menos para la modernización de las explotaciones, que en principio era uno de sus objetivos fundamentales, es quizás más interesante ver cómo las sucesivas reformas de la PAC no alcanzan ni de lejos el objetivo de compensar las rentas de los agricultores. De hecho, su sistema de pago por hectárea fomenta justo lo contrario, beneficiando a los agricultores con los mayores terrenos y a los que sus tierras dan mejores resultados por ser de regadío, dejando a los agricultores de secano en clara desventaja, cuando son estos los que mayor necesidad de modernización y apoyo necesitan. La reforma de la PAC es urgente y habrá de contar con todos los grupos implicados.
Por ello, es básico que mientras luchamos por un gobierno de Cambio, con mayúsculas otra vez, sepamos qué hacer con él, aquí en el campo donde la desafección política es aún más mayoritaria que en las urbes. Y donde las razones para esa desafección sobran, conectando con las justas demandas de los pequeños pueblos y reanudando el cuestionamiento de todo lo que hemos hecho por y desde ellos.
Podemos y nuestra carrera por construir un gran movimiento democrático va más allá de acabar con ese turnismo antes mencionado, va más allá de dejar de lado los ejes de izquierda-derecha y va más allá de acabar con las políticas de austeridad. Si sólo atendemos a esas situaciones concretas volveremos al punto de partida actual, o peor en el mundo rural, en cuestión de un par de legislaturas. Acabar con el caciquismo, las redes clientelares, el voto a cambio de dádivas y las ayudas y planes que se transforman en limosnas en el momento que no se plantean ni gestionan como deben ser, claves en el nacimiento de un nuevo modelo productivo rural. Y esto pasa por un Podemos apegado al territorio que deja la dinámica electoral y empieza la verdadera batalla, que también, por la cuenta que nos trae, se dará en el mundo rural.
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