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De niña, un día un niño, al que apenas miraba, me dijo: “El amor es una reacción química”. Yo lo miré atónita, no sabía nada de química y del amor reconocía el olor de mis padres, el susurro de mi abuela, los besos de mis hermanas y el calor de las amigas en los interminables veranos. Era una niña feliz y protegida y para mí el amor era eso: felicidad y seguridad.
Pero hoy voy a hablar del amor, de ese otro amor, del que te desliza hacia un lado nada confortable, del que te deja sin aliento y aunque los datos sean claros y nítidos, sigues dejando que las intuiciones e imágenes desbordadas de lo que amas lo ocupen todo. Enamorarse de qué y por qué. Traicionarse por amor. Gritar. Flaubert bramaba desde el más profundo amor: ¡Emma Bovary soy yo! Y sin embargo en otros momentos decía: “¡Cómo haré para echar de mi vida a esa odiosa pequeña pelmaza!”, y cuando ella desaparecía de su espíritu, él sufría hasta casi la locura. El amor en sus contrastes, porque no por odiar dejas de amar, y quien así lo piense no ha comprendido qué significa la palabra amar.
Y qué decir del amor en colectividad: amar u odiar a algo o alguien por la pura esencia de la lógica más ilógica. Dicen que en las matemáticas y en las ciencias los conceptos de creación y de invención, de intuición y de descubrimiento poseen la fuerza más visible e inmediata, en el amor, en esa rabia de amor colectivo, el ardor y la ceguera constituyen su fuerza más visible, capaz de enfuerecer masas y hacer jaurías sin alma.
El amor: años de pasos errados y de pasos firmes. Al cabo de los años, la niña que fui, supo que aquel niño tenía casi razón y que el amor tiene mucho que ver con la química. Aquel niño estaba siempre solo y miraba desde un rincón de su cerebro que a mí me seducía; un día me acerqué hasta él y le dije: “te daré un beso si me dices que el amor no es una reacción química”; el aceptó. Y fue un instante magnífico de amor químico.
¿Hablamos de amor?
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