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Acaba de terminar un fin de semana que ha pasado sin pena ni gloria. Un fin de semana más de este mes que suma un día cada cuatro años. Uno de esos que pasan desapercibidos en la letanía del discurrir del calendario en un bisiesto que se hace corto.
Uno de los dos días de este fin de semana ha sido “elegido” para ser Internacional de algo. A veces pueda parecer que no sirve de mucho que haya “un día” señalado en el calendario para reconocer la situación de un colectivo, de una situación, de un éxito o de un drama. Yo creo que es importante que los haya. De momento sirve para tener presente que algo sigue existiendo. Que algo sucede y sucedió, y fue por algo. Que el simbolismo de “tener un día” tiene la utilidad para que, por ejemplo yo, sea más consciente de la situación que viven niñas y niños de todo el mundo.
El pasado sábado, día 13, de un fin de semana normalillo del perezoso mes de febrero, se celebra el Día Internacional Contra el Uso de Niñas y Niños Soldado. Grandes organizaciones y movimientos nacionales e internacionales se esfuerzan en ser pantalla de esta grave realidad.
Y este sábado, día 13, he sido consciente que 300.000 niñas y niños en el mundo son rehenes de esta realidad. Liberia, Sierra Leona, Angola, Uganda, Afganistán y El Salvador, son algunos de los países que tienen a la infancia reclutada para colaborar en el sangriento conflicto armado de sus países, que obedece a intereses de los que ni siquiera son conscientes.
Cumplen diversas funciones además de la de ser combatientes. Niñas y niños que su infancia consiste en preparar comidas, transportar la carga en la itinerancia, ser espías o ser de uso sexual. Se les utiliza para cometer brutalidades, sufren malos tratos y violaciones y presencian asesinatos y torturas como método de aprendizaje.
Pero si eres niña, esa doble condición todavía te perjudica más. Para variar. Si eres niña soldado serás esclava sexual, sometida a matrimonios forzosos y, por supuesto, serás una combatiente más.
Recupero aquí un relato de una niña excombatiente que se recoge en la página web de Unicef: “Es mucho más difícil para una niña. Para empezar, pierdes tu identidad como mujer: tienes que llevar un uniforme militar, botas, debes llevar pelo corto... no se te permite usar pintalabios ni nada que recuerde que eres una chica. No se te permite ser una mujer: cambia tu forma de hablar, tu forma de moverte, incluso tu forma de estar simplemente de pie... todo. Además eres menospreciada y humillada: imagina tener 16 años y no poder recordar cuántos hombres han tocado tu cuerpo y han abusado de ti”
Gracias al trabajo de denuncia de organizaciones y movimientos internacionales como Amnistía Internacional, Médicos del Mundo y Unicef, entre otros, he conocido y refrescado la crueldad con la que el ser humano trata a la infancia en este mundo salvaje y enfermo.
Gracias a que existe tal o cuál Día Internacional yo he sido un poco más consciente de una terrible realidad. Y, quién sabe, a lo mejor alguna o alguno de vosotros también os pongáis a conocer algo más sobre el infierno en vida de las niñas y niños soldado.
Pero este fin de semana que ha pasado sin pena ni gloria, vulgar y corriente, de un mes que suma un día cada cuatro años también contabiliza, en su anuario, el domingo 14 de febrero. No creo que a nadie se les escape la más mínima información sobre este día señalado en el calendario, sin necesidad de recurrir a grandes organismos nacionales e internacionales.
Las grandes superficies comerciales y la cultura patriarcal que defiende el amor romántico, ya se encargan un mes antes de recordarte que llega el 14 de febrero. Se te insiste para que celebres, con el simbolismo de un querubín con alas, arco y flecha, una fiesta asimilada por la Iglesia Católica Romana. En recordarte que tú estás en este mundo con el único objetivo de completar la mitad de otro, si eres chica, y de otra, si eres chico. Y que sino lo consigues, tu vida es un fracaso, y serás por los siglos de los siglos una persona incompleta.
Pero que os voy a aportar yo de nuevo sobre el 14 de febrero. El bombardeo sin armas, pero bombardeo, a nuestro alrededor ya es suficiente para que no se te olvide ningún año.
Llamadme vulgar y corriente pero, en este fin de semana de febrero, yo me quedo con la imagen de niñas y niños con balas en las manos abriéndose paso entre tanto corazón de celofán y azúcar glaçé. Es lo que tiene darle más importancia a los Derechos de la Infancia que al beneficio empresarial y patriarcal. Rarita que es una oye.
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