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Vivimos en un escenario de crisis económica, de valores y de pensamientos, donde la política en Europa viene sufriendo una polarización que tiene como enemigo inicial la Troika, es decir el Banco Central, la Comisión Europa y el Fondo Monetario Internacional, enemigo al que se suma la crisis de los refugiados y que ha alimentado en países como Francia y Austria el crecimiento imparable de la ultraderecha, la demagogia y una política populista que se alimenta en las redes sociales y tiene como único discurso el entretenido disparate de hacer del disparate la esencia del discurso. En este rocambolesco y pervertido escenario, el jueves, atónitos los aragoneses, vimos cómo el grupo de Podemos en voz de su portavoz, Pablo Echenique, se negaba a votar en las Cortes el techo de gasto por ser una imposición de la Troika, cuando en realidad su no voto solo buscaba herir a un gobierno (PSOE/CHA) en minoría y que Podemos busca dinamitar desde el primer día de su constitución, porque ellos nacieron para ganar, ese era su discurso y estrategia, y en ese mismo discurso permanecen haciendo y diciendo lo indefendible y con una única meta: las elecciones del año 2019.
Para ser mago hay que ser ingenioso, tener actitudes y haber estudiado y saber que la magia es el arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. Algo así parece que busca Podemos: alterar el curso de los acontecimientos con poses, decisiones y palabras y convertir todo en un reality show infectado de vanidades y superficialidad. Pero mientras el mago sabe que tras el espectáculo y la magia, la vida se impone; Podemos parece ignorar que al final no todo vale. Hace unos días un amigo periodista me decía que quizá el gran error de determinados políticos es pensar que tienen la razón absoluta y en esa razón arrinconarse hasta que la sociedad deja de mirarlos, porque resultan perjudiciales, para acabar siendo invisibles.
A muchos no nos gustan las decisiones que impuso e impone la Troika, tampoco nos gusta lo que pasa en Grecia, ni cómo la campaña del Brexit se orquestó en torno al miedo, la xenofobia, la pérdida de calidad democrática e incluso arropándose en la identidad del yo frente al mundo. No sé a dónde nos conducirá todo lo que estamos viendo, viviendo y escuchando; ignoro si finalmente Trump pasará a la historia por ser un gran o un pésimo presidente, pero si sé que su forma de trucar la realidad es muy peligrosa, porque cuando se cruzan determinadas líneas ya no hay discurso ni ética que pueda sustentar y proteger a la política. Y de verdad pienso que en este momento, ante las actitudes de unos y otros y ante el bochornoso espectáculo de corrupción dado por la derecha española, que nos calumnia a diario con su porquería, hay que proteger a la política, porque ella, y en femenino si es posible, nos protegerá a todos.
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