El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Mientras todos mirábamos hacia París con el corazón encogido y el dolor latente que provoca el fanatismo, otro tipo de terrorismo volvía a atacar con dureza en España. Es un terrorismo doméstico, que no se comete por razones políticas, que apenas provoca reacciones. A veces, incluso, titulares en los que ni siquiera las víctimas aparecen como asesinadas. De hecho, ni siquiera trascienden sus nombres.
Me rebelo ante ese terrorismo machista y me preocupa saber que estas tres muertes en apenas 24 horas se añaden a las otras cuatro en los últimos cuatro días. Siete mujeres con su vida truncada por la violencia de género en apenas siete días. Alrededor de 70 anualmente.
El año pasado se produjeron 126.000 denuncias por violencia de género. Este año llevamos menos de la mitad. Y se estima que solo un tercio de los malos tratos se denuncia. Hay que seguir trabajando para que eso no sea así, y para que de una vez por todas se aborde este problema nacional con toda la rigurosidad que exige.
El pasado 7 de noviembre, decenas de miles de hombres y mujeres nos concentramos en Madrid para exigir que se acabe con esta lacra. Una sociedad moderna, una sociedad avanzada, no puede permitir que las relaciones sentimentales se conviertan en un ejercicio de posesión y dominio. Hay que prevenir, hay que educar. Hay que trabajar desde las edades tempranas para desterrar los comportamientos machistas que, según se ha detectado, han crecido entre las generaciones más jóvenes.
Estos cuatro años también ha habido un notable retroceso en políticas de prevención y concienciación. También se han producido recortes en esta materia. Urge un nuevo pacto, una dotación de medios suficientes en la Justicia y en las unidades policiales que se encargan de estos casos. Urge que las aulas sean espacios de convivencia y que la sociedad se tome en serio este problema.
Detrás de cada mujer asesinada y maltratada hay una vivencia, una historia personal llena de sufrimiento y miedo. Y eso es inaceptable.
Las balas de París nos han impactado a todos. Y exige una reacción unánime para frenar la barbarie. Los golpes y cuchilladas contra esas tres mujeres que han pasado a engordar una larga lista de dramas personales también nos hieren a todos. Hay que actuar ya.