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Arboleda y parque de Macanaz visto desde la margen derecha la tarde de las tormentas explosivas. Menos mal que el Barranco de la Muerte, temible en 2023, tenía ya aliviadero. Estaría bien cambiarle el nombre, ¿qué tal el Barranco de la Vida?
Teruel se hunde, como todo lo que existe por los pelos, como el mismo Aragón, que aumenta su/nuestra deuda, y espera unos megavatios por caridad. Las vallas en el río también se hunden.
Desde ese mismo quicio –Puente de Santiago con Echegaray– el río, con poca agua, muestra dos vallas. La valla es el elemento más abundante estos days prefestivos. La ampliación del Museo Goya en la calle Santiago ya tiene la estructura. Los edificios ya vienen medio hechos de fábrica. O construidos por módulos, como el de la calle Mayor.
El 29 de septiembre ya ido, festividad de San Miguel, iluminaron la iglesia en la plaza del mismo nombre, que se va a remodelar y estará en obras… esperemos que menos que la autovía, etc. En el centro del altar mayor, en la foto, san Miguel derrota al diablo con una lanza. Las fiestas del Pilar se han apoderado de los corazones bla bla y se palpa ya el subidón interior… en plena postmiseria no hay techo de gasto. La cesta de la compra (qué expresión, cuando nadie lleva cesta) ha subido un 30% en los últimos cuatro años, etc.
El remate del edificio que ahora ocupa el Banco de Santander, ha sido restaurado y ya está casi sin las mosquiteras que lo han velado durante años. Al fondo, el pequeño rascacielos de la Adriática, el más bonito de Zaragoza.
Y así llegó el otoño climático con sus huracanes, trombas, desastres y masacres. Menos vallas y más bancos… de los de sentarse.
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