San Juan de la Peña avenida
La avenida de San Juan de la Peña en Zaragoza es una de las más largas y ofrece vistas al pasado. Sale desde el Puente de Piedra y después de disfrutar de la calle Sobrarbe se dispara hacia el norte... hasta que se encuentra con la avenida de la Academia General Militar. Se puede subir en el tranvía hasta final de línea y bajar paseando. San Juan de la Peña enfila directa al monasterio pirenaico que le da nombre y que guarda las raíces del Reino de Aragón.
La avenida tiene el aire antiguo de los barrios obreros de Zaragoza, es una carretera apenas domesticada y con asfalto parcheado, casi una calzada romana, cuyo encanto es el propio barrio del Picarral, muy reivindicativo en los 70-80 porque nació con la industria, Aceralia, Saica, polígonos. A un lado los polígonos o las naves industriales, al otro los edificios populares. Ahí aguanta Hierros Alfonso, que mantiene la ferretería de dos plantas en pleno Coso, visita obligada.
Hay corralas o plazas interiores maravillosas donde se remansa el tráfago loco del tráfico. Los buses 35, 36, 29... suben y bajan dando tumbos entre enormes camiones. La asociación de vecinos se creó en 1969, fue la primera de la ciudad, y sobraban motivos para unirse: los tanques circulaban por esta avenida hacia los campos de maniobras de San Gregorio hasta que los vecinos consiguieron librarse de ellos. El tranvía subía y bajaba desde la Seo hasta la Academia sin parar en el barrio.
Se pasa por debajo de la A2-Z40, Autovía del Noroeste o Ronda Norte y hay descampados con hierbajos de otro mundo cercados con vallas. Al ir subiendo, cuando cesan las industrias y las naves afloran chalés o torres. Es un viaje al pasado, al remotísimo de los reyes y al reciente de los blindados y los cadetes de la AGM en un viejo tranvía.
En esta avenida tuvo su estudio y tienda el entrañable fotógrafo Manuel Calvo Pedrós, al que quiso y respeta toda la ciudad. El Picarral hay que pasearlo con calma y cariño, pues mantiene abierto el palpito de la ciudad. Los humos y la contaminación se han ido disipando (excepto un olor del infierno que empaña toda Zaragoza cuando sopla bochorno) y queda el aire limpio que baja de Jaca, de San Juan de la Peña, donde están enterrados --y con el adn estudiado-- los primeros reyes de Aragón.
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