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“Hay una minoría arriesgando la vida en la calle, mientras otros les hacen eco retuiteando”

Sandra González- Bailón. Foto: Juan Manzanara

Irene Alconchel Ciria / Irene Alconchel Ciria

Zaragoza —

¿Qué comparten sociólogos, biólogos, economistas, matemáticos o físicos en un congreso? A priori, proviniendo de disciplinas científicas tan diversas, poco. Sin embargo, el estudio de redes complejas y su aplicación ha logrado sentar en el mismo auditorio a académicos de todo el planeta que han presentado, del 1 al 5 de junio en Zaragoza, investigaciones que han tratado desde cómo se propaga una epidemia hasta la forma en la que han favorecido las redes sociales a la difusión de las protestas desde la Primavera Árabe.

Tal y como ha demostrado la alta asistencia del Congreso Mundial de Redes Complejas Netsci, al que han acudido más de 500 participantes, el estudio de las redes interesa y desde muchas perspectivas. Gracias al lenguaje matemático y al aumento del acceso a datos tras la irrupción de Internet, el estudio de las redes permite entender las consecuencia de la interdependencia entre diferentes nodos y sus conexiones en sistemas biológicos, tecnológicos o sociales.

Sandra González- Bailón, socióloga y profesora en la Annenberg School for Communication, cuyos últimos trabajos se han centrado en el análisis de la protesta en las redes sociales, ha sido una de las ponentes del encuentro. A modo de preludio antes de la entrevista, esta barcelonesa afincada en Pensilvania, nos pone en situación. Para entender qué es una red compleja explica que el todo es más que la suma de las partes. Si partimos de este principio, se deduce que las dinámicas colectivas en un sistema no se pueden entender únicamente descomponiéndolo solo en las unidades que lo conforman, ya que la interacción de unas con otras generan reacciones inesperadas.

En Netsci las redes unen a científicos de muy distintas áreas. Pero, sin embargo, todavía se aprecia cierto recelo al trabajo “del otro” mediante la crítica al “elevado tecnicismo” de los físicos o a la “simplicidad” de los sociólogos. ¿Se está caminando hacia la interdisciplinariedad?

Se está produciendo convergencia, pero aún no es lo que abunda. Todavía hay mucha resistencia por parte de los dos campos. A mí me atrajo el estudio de redes tras leer el libro Seis grados de separación, que captura la intuición de que todo el mundo tiene algún conocido en común y de que el mundo es un pañuelo. Este libro traduce un modelo matemático que permite descifrar el porqué de que siempre haya un atajo o intermediario entre dos personas que hace que estén más cerca de lo que ellos se creen. Me puse a estudiar la ciencia de las redes para entender la razón por la que las conexiones son tan importantes para descifrar la vida social. Aprendí, lo podríamos llamar, un esperanto científico. Al final sociólogos y físicos a menudo hablamos de lo mismo: nodos y conexiones. Yo creo en la interdisciplinariedad. Estoy a favor de crear espacios para dialogar.

Sus últimos trabajos se han centrado en analizar la protesta en redes sociales. Desde los movimientos sociales también se han elaborado sus propios estudios. Existe una crítica que considera que la Academia está alejada de la realidad, y no está entendiendo lo que realmente sucede.

Opino que hay que preservar un espacio de investigación para buscar verdades -en minúsculas, porque nunca son absolutas- donde se mantenga una distancia como profesional de la ciencia o como académico respecto a lo que estás analizando, y luego como ciudadano puedes hacer lo que quieras. No se puede hacer ciencia con un sesgo ideológico porque nosotros mismos formamos parte de la sociedad que estamos analizando. La cultura tertuliana de España me da un poco de miedo. Al final lo que cuenta es dar tú opinión y eso no siempre conduce a la verdad.

¿Cómo se cubre la falta de representatividad en el análisis de la sociedad mediante el estudio de las redes sociales?

Cuando hacemos estudios de protestas políticas usando los datos de Twitter sabemos que hay un sesgo. No hay datos perfectos, por eso la ciencia sigue progresando. Sin embargo, la representatividad se hace más sólida conforme pasa el tiempo. Además, otro factor que también hay que considerar es que no todo el mundo da su opinión en Twitter, yo por ejemplo lo uso de una forma superinstrumental.

En las redes sociales exponemos nuestras vidas como nunca antes. Información muy valiosa para los sociólogos, pero también para las empresas que las controlan.

Twitter y Facebook son compañías que solo tienen responsabilidad con sus inversores y que cada vez tienen más acceso a datos, algo sin precedentes. Ni siquiera los censos tienen tanta información de los ciudadanos. Son jardines cerrados, a los que es imposible acceder, aunque ellos por supuesto investigan a puerta cerrada el comportamiento de los usuarios. Nunca vas a saber si la información a la que has accedido es la que tú querías ver, o es la que el algoritmo que ellos han diseñado te enseña. No poder acceder a la información que ellos están manejando es problemático porque la ciencia depende de que gente independiente pueda acceder a los mismos datos y analizarlos. La democracia tiene que basarse en la transparencia y esas empresas cada vez tienen más poder. Es cierto que las nuevas tecnologías ayudan a hacer revoluciones, pero detrás de ellas hay una economía política bestial que está creando grandes asimetrías de poder, lo que es muy preocupante. Lo peor que puede pasar es lo que ya escribió George Orwell, pero sé que hay resistencia, no estamos en una calle de una sola dirección.

¿Las redes sociales están transformando la acción política?

Yo no sé hasta qué punto se está creando una nueva política, pero creo que no hay que reinventar la rueda. Muchas veces los argumentos que se esgrimen sobre cómo ha cambiado la política por las nuevas tecnologías son pura euforia, pero no son necesariamente verdad. También está por ver si realmente contribuyen a aumentar la participación. Tengo ganas de saber qué va a pasar con los nuevos partidos políticos, como académica es perfecto, es como un nuevo experimento natural, pero todavía no sabemos si realmente se trata de nueva la política.

Usted afirma que lo que hace a la herramienta distinta es el contexto, ¿qué se repite en diferentes sociedades?

Nosotros analizamos las dinámicas de comunicación entre la minoría de ciudadanos que están muy comprometidos e involucrados en movimientos sociales o protestas políticas, y la inmensa periferia de ciudadanos que se involucran de forma mucho menos intensa. Creo que estas dinámicas son muy interesantes. Sobre todo el hecho de encontrar el mismo patrón en redes de comunicación política generadas por la emergencia de protestas en distintos países y contextos sociales que no se ven en otro tipo de redes. Esto te hace entender cómo la protesta construye masa crítica. En Twitter también es muy interesante ver que hay una minoría altamente comprometida arriesgando en algunos casos la vida en la calle, al mismo tiempo que otros en sus casas les retuitean mientras se toman una cerveza. Nos reímos y pensamos que eso no es activismo político, pero si a nivel agregado hay muchos que lo hacen, se genera un gran volumen de información que es crucial para la difusión de la protesta.

 

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