“No se puede hacer periodismo en Nicaragua”
La vida de Eddy López Hernández (León, Nicaragua, 1983), como la de tantos otros nicaragüenses, cambió el 18 de abril de 2018, el día que comenzaron las movilizaciones contra el gobierno de Daniel Ortega. Antes, había sido fotógrafo y redactor y había ganado el Concurso Anual Rubén Darío Periodista de su país. A partir de ese día, empezó a sufrir el acoso del gobierno nicaragüense hacia los medios de comunicación independientes, hasta el punto de que ha tenido que huir y refugiarse en España.
¿Cuándo empezó a hacer periodismo en Nicaragua?
A los 18 años, mientras estaba en el segundo año de la Universidad, me contrató el diario La prensa, que es un periódico con más de 90 años de antigüedad, para ser el corresponsal en el departamento de León. Tengo más de doce años de trabajar como corresponsal en este diario, cubriendo todo tipo de noticias: sucesos, temas políticos, sociales, económicos… Desde hace tiempo, siempre recibía amenazas en temas delicados, pero no como las del año pasado.
¿Qué ocurrió entonces?
El 18 de abril de 2018, en Nicaragua surgió lo que nosotros llamamos una resistencia cívica, una explosión social. Antes, el gobierno de Nicaragua había impuesto una reforma al seguro social que iba a afectar a todos los jubilados y también a trabajadores de empresas e instituciones. Esto provocó que los jubilados empezaran a manifestarse contra el gobierno y esas manifestaciones fueron reprimidas por el gobierno. Empecé a hacer fotografías cuando la policía y estudiantes afines al gobierno reprimían a los ancianos. Las concentraciones y repudios contra el gobierno se incrementaron esa semana y el gobierno revocó la reforma, pero ya todo el país estaba encendido. El 20 de abril, los estudiantes de diferentes universidades privadas y públicas, que habían visto las agresiones a los ancianos, también empezaron a manifestarse en contra del gobierno. Hubo de nuevo mucha represión policial en contra de estos manifestantes. En los primeros días, ya habían caído más de diez estudiantes asesinados. La situación se salió de control. Empecé a documentar imágenes muy conmovedoras y tristes: cuando la policía reprimía a los manifestantes, cuando un muchacho era asesinado por las balas del sistema... Obviamente, estas imágenes eran publicadas en periódicos donde yo trabajaba como corresponsal y también eran publicadas a nivel internacional por diferentes agencias internacionales. Esto le molestó al sistema; el Gobierno interpretó que los medios de comunicación independientes eran un enemigo. Empezaron primeramente a asediar a los periodistas. En mi caso, como estaba en el departamento de León, yo era amenazado constantemente a través de las redes sociales. Agentes de la seguridad del Estado me tomaban fotografías, me seguían, vigilaban dónde iba a comer, dónde iba a dormir, dónde iba a hacer coberturas... En cierta ocasión, me quebraron el vidrio de mi vehículo, me robaron una de mis cámaras y mi computadora.
¿Ese acoso era generalizado a todos los periodistas?
Esto estaba pasando con la mayoría de los periodistas a nivel nacional, pero la primera semana de octubre pasó algo que nunca me había ocurrido antes. Mientras iba llegando a la casa con mi vehículo, dos sujetos con casco me interceptan, sacan un arma, me la ponen en la cabeza y me dicen: “Deja de estar jodiendo, deja de estar informando. Ustedes sólo incitan al odio y a la violencia”. Lo comuniqué a mi periódico; ya me había enfrentado también con algunos paramilitares que me seguían y me tomaban fotografías. Cuando valoraron mi caso, determinaron que mi situación estaba en un riesgo inminente. En esos momentos, los medios de comunicación ya no podían dar cobertura a las manifestaciones porque te mandaban a simpatizantes del Gobierno que te agredían, te robaban el equipo… No podías ir ni siquiera con móviles, porque te los quitaban. Hacer periodismo en ese momento se convirtió en una actividad de alto riesgo. No podíamos hacerlo. Las manifestaciones continuaron. Según los informes, hubo más de 200 muertos, en aquel entonces había más de 700 presos políticos; ahora mismo hay algo más de 200.
¿Cómo salió usted de esa situación?
Mi jefe en el periódico logró hacer un contacto con Reporteros Sin Fronteras de España y lograron darme la oportunidad de salir del país por tres meses. Acepté porque en ese momento la situación estaba muy difícil. Aunque yo estuviera allá, no se podía hacer periodismo. Estábamos como encarcelados. Logré salir del país el 3 de diciembre y a los pocos días, uno de los medios más importantes de televisión lo fueron a cerrar. El Gobierno lo confiscó y echaron preso al director y a una periodista que era la jefa de prensa; yo colaboraba con este canal de comunicación. En fin, poco a poco fueron saliendo los periodistas del país. Ahora, hay algo más de 70 periodistas en el exilio. En principio, el plazo para mi estancia en España con el programa que me acoge de Reporteros Sin Fronteras era hasta el 27 de febrero, tres meses. Pero, con el equipo y con la asesoría de Reporteros Sin Fronteras, vimos que la situación aún no ha mejorado en el país y tomamos la decisión de no regresar por el momento. Todavía hay amenaza de muerte hacia mi persona. Uno de los fotógrafos que trabajaban conmigo en la ciudad de León, amigo mío, fue detenido, lo amenazaron y le dijeron que a mí me estaban esperando, que existe una orden de captura contra mí.
¿Cómo se encuentra en el exilio?
Se me hace difícil porque allá en mi país he dejado a mi familia y una profesión en la que he trabajado durante 15 años. Se me vence ya el plazo y estoy todavía solicitando una protección internacional; todavía no puedo regresar a mi país.
¿Cuál es ahora la situación para los periodistas que siguen en Nicaragua?
El periodismo en sí, casi no se está haciendo. No puedes hacer periodismo, incluso las manifestaciones son criminalizadas. Tenemos a periodistas encarcelados, muchos siguen saliendo del país porque no hay libertad de prensa. El Gobierno ve a los periodistas como el enemigo número uno, porque creen que somos los responsables de incitar al odio. Nos dicen que somos desestabilizadores del Gobierno, que somos “periodistas terroristas” o “periodistas golpistas”. En estos momentos, hacer periodismo en Nicaragua no es para cualquiera, es muy difícil. En el periódico donde trabajo, La Prensa, y en El Nuevo Diario, que son los dos medios escritos más importantes del país, el Gobierno desde diciembre les mantiene detenida la materia prima. Esto significa que, en poco tiempo, en septiembre, el periódico va a dejar de circular de manera impresa. En estas dos empresas, los dueños del medio van a tener que despedir, aunque ya ha habido muchos periodistas que han sido despedidos. Como segunda opción para mantener el periodismo independiente, se va a estar trabajando en el medio digital, a través de la suscripción. Uno de los periodistas más influyentes que ha tenido Nicaragua, Carlos Fernando Chamorro, que es hijo de Pedro Joaquín Chamorro, uno de los periodistas que fueron asesinados durante el GobiernoGobierno de Somoza; tenía una revista, Confidencia, y tiene unas instalaciones donde se reproducía, con una productora donde se hacía un programa de televisión, de opinión, que siempre investigaba casos de corrupción. A este periodista el confiscaron su medio de comunicación. Se tuvo que exiliar en Costa Rica. Muchos periodistas han dejado de trabajar de su profesión, otros no han encontrado trabajo, muchos están muriendo de hambre.
¿Qué le parece lo que se cuenta en España de Nicaragua? ¿Se presta atención?
Son pocos los medios de comunicación que están interesado en lo que pasa en Nicaragua, muy pocos le dan tratamiento. Es muy poco, pero diría que ese poco ha tenido efecto porque a inicios de este año, los eurodiputados llegaron a Nicaragua para comprobar la situación de las cárceles, que son infrahumanas, en pésimas condiciones, y ahora mismo hay amenazas de la Unión Europea de cancelar fondos económicos que van a perjudicar al sistema del Gobierno. Pero es muy poco lo que se conoce en profundidad sobre lo que está pasando.
Más allá de la atención mediática, ¿cree que la comunidad internacional debería actuar?
La Organización de Estados Americanos está enterada de lo que está pasando. Muchos países están a favor de que en Nicaragua se luche a favor de una democratización. No es que yo quiera inclinarme hacia una ideología política, pero son muy pocos los países que están a favor del Gobierno de Daniel Ortega y la mayoría son de gobiernos de izquierda: Cuba, Venezuela… Muchos países que antes estaban a favor de Ortega ahora están en contra. Estados Unidos ha condenado lo que ha pasado. Hay informes de muchos organismos acreditados a nivel mundial que han catalogado lo que ha pasado en Nicaragua, que este sistema ha cometido crímenes de lesa humanidad. Sí puedo percibir la condena a nivel internacional.