“Las religiones han sido un instrumento para mantener la desigualdad entre hombres y mujeres”
60 mujeres feministas de Burgos, Huesca, León, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zaragoza se reunieron hace unas semanas en la capital aragonesa para analizar los vínculos entre la ideología feminista y el laicismo. Gloria Labarta (Nuez de Ebro, Zaragoza, 1950) es una de las mujeres que trasladó después el manifiesto que salió de ese encuentro al alcalde de la capital aragonesa, Pedro Santisteve.
¿Piensa que las religiones son machistas, en tanto que promueven la desigualdad entre hombres y mujeres?
Está en la esencia de la sociedad; las religiones han perpetuado una imagen de la mujer y del hombre distintos, con roles diferentes. En las épocas más remotas, las mujeres eran solamente reproductoras; pues bien, la religión perpetúa esa imagen hasta que, posteriormente, añade la función de la mujer como cuidadora de la familia. De hecho, en el inicio de todas las religiones, la mujer es una especie de híbrido, no es un humano completo; incluso se llegaba a hablar de que las mujeres tenían el cerebro más pequeño. En el terreno político, la democracia tampoco incluía a las mujeres. Eso ha cambiado, pero... ¿qué es lo que ha mantenido la desigualdad entre hombres y mujeres en la sociedad? Creemos que el instrumento para conseguirlo ha sido, precisamente, las religiones. De hecho, la influencia que la religión ha tenido en la sociedad es fundamental. La sociedad que hoy tenemos ha mamado de unas ideas religiosas que establecían que las mujeres éramos inferiores. En la historia, las únicas mujeres que han protagonizado avances son las que se han salido de las religiones.
¿Cómo ha mantenido esa desigualdad la religión católica?
Lo fundamental es que durante los 2017 años que llevamos de religión católica, la doctrina de la Iglesia ha mantenido que las mujeres no somos iguales. Es horroroso. Las mujeres hemos sido consideradas un instrumento del demonio. No olvidemos que la Santa Inquisición se dedicó fundamentalmente a quemar a las brujas, que eran las herbolarias, las mujeres que tenían en sus manos el saber de la medicina. Las atacan llamándolas brujas y las acusan de invocar al demonio. En la religión católica también influye el complejo de culpa, con unos deberes sagrados para las mujeres, como el de la maternidad, que llevan a establecer que la mujer que no tiene hijos no es una mujer completa. El hombre queda fuera desde ese dictado. Además, la desigualdad aparece en el magisterio, cuando los ministros de la Iglesia son siempre hombres. Así, los que mandan son siempre hombres y las mujeres pasan a ser las personas que siempre obedecen unos dogmas y una doctrina elaborados por hombres.
¿Piensa que el sentimiento de culpa no afecta a los hombres?
El sentimiento de culpa al que me refiero es diferente entre hombres y mujeres porque es una culpa provocada en las mujeres como consecuencia de creer que no tenemos derecho a pensar en nosotras mismas. Según la doctrina católica, el papel de la mujer es servir a los demás. Entonces, una mujer que quiere disfrutar de su sexualidad es una puta, una que quiere desarrollar su profesión es una egoísta... En cambio, sí se fomenta el desarrollo del hombre por sí mismo. Por eso, pienso que el sentimiento de culpa es completamente distinto. Yo no digo que no haya sentimiento de culpa en los hombres, en las religiones siempre está presente. Pero en las mujeres tiene un sentido de impedir que nos desarrollemos por nosotras mismas.
¿También hay diferencias entre hombres y mujeres en el Derecho canónico?
Cuando yo estudiaba Derecho, dejé la religión al estudiar Derecho canónico. No por el derecho canónico en sí, sino porque está redactado por hombres como Santo Tomás o San Agustín, que dudaban de que la mujer tuviera alma. Esa era la esencia de su visión de las mujeres y, por eso, ellas nunca fueron las beneficiarias de los derechos que en las religiones se estaban analizando. Ellas solo tenían que procurar por los demás, no eran sujeto de derecho ni tenían derecho a su propia vida. Por ejemplo, en la sexualidad, que es algo que la religión católica ha aplastado absolutamente. Las mujeres solo eran santas o rameras, es decir, santas o pecadoras. Las mujeres buenas, las que seguían la ley de Dios, solo podían tener sexo si era para procrear. Tenemos multitud de novelas donde aparece cómo los confesores transmitían a las mujeres el mensaje de que solo “podía dejarle al marido” en los días en que podían procrear, porque la concupiscencia no es buena. Esto ha producido una gran infelicidad en las mujeres, aunque también en los hombres porque la desigualdad en la familia ha provocado que los hombres y las mujeres nunca hayan sido un equipo. Si la religión no hubiese fomentado esta desigualdad dentro del matrimonio, los deberes habrían sido intentar que el otro sea feliz, sin esa subordinación que hoy en día seguimos padeciendo.
En España, ¿a la mayoría de la gente le cuesta más denunciar las desigualdades de la religión católica que las de otras creencias?
Creo que la desigualdad está impregnada en la religión católica y en todas las demás. Desde luego, si la desigualdad de las mujeres en la religión católica es importante, aún es muchísimo más en religiones como el islam o el hinduismo. Pero en la religión católica... ¡si no hay más que ver que una mujer no puede ser Papa ni sacerdotisa! No me meto en la teoría de la liberación, pero esa no es la doctrina oficial católica.
¿Las religiones siguen fomentando esta desigualdad actualmente?
Yo entiendo que la religión sigue siendo machista, sí.
¿Cree que la religión evoluciona, aunque sea más lentamente que la sociedad?
Sí, porque es algo que también depende de las bases. Considero que los principios religiosos son derechos humanos, como el derecho natural. El problema aparece en el momento en que se institucionaliza esa religión, imponiendo unas reglas que hoy continúan. En ese momento, pienso que se desvirtúa la pobreza, la solidaridad... la justicia se convierte en caridad. La religión institucionalizada es contraria al feminismo porque el feminismo quiere una sociedad igualitaria y la religión no lo está propugnando.