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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

Miedo a Madrid en las dos Castillas

El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, junto a los presidentes de Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid, Emiliano García-Page e Isabel Díaz Ayuso

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En su lucha contra el coronavirus, el Gobierno de Castilla y León, de coalición entre el PP y Ciudadanos, ha decretado este lunes motu proprio y con determinación para las ciudades de León y Palencia unas restricciones a la movilidad y a las relaciones sociales similares a las que el Gobierno de la Comunidad de Madrid, también de coalición entre PP y Ciudadanos, adoptó la semana pasada a regañadientes para diez grandes ciudades madrileñas, incluida la capital. Ambos gobiernos aplicaban lo ordenado para tratar de frenar la pandemia por el Ministerio de Sanidad tras ser aprobado en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, pero, mientras el madrileño lo cuestiona y recurre a los tribunales, el castellanoleonés lo endurece, pues lo aplica a Palencia pese a que con sus 78.000 habitantes queda muy lejos de los 100.000 habitantes en que se fijó el corte para estas medidas.

Castilla y León fue la única comunidad autónoma con presidente del Partido Popular (el salmantino Alfonso Fernández Mañueco) que la semana pasada se salió de la disciplina de voto dictada por el Partido Popular para, en el Consejo Interterritorial de Salud, salvar la cara al Gobierno madrileño de Isabel Díaz Ayuso, que lleva tres meses llegando tarde a todas las medidas preventivas para paliar la segunda ola de coronavirus y ha conseguido los peores datos de la pandemia de toda Europa. Se salió Castilla y León de la disciplina de voto partidista por varias razones. Porque la región sí ha hecho algunos -no todos- de sus deberes antipandemia desde hace semanas, porque pese a ello sabe que hay zonas de su territorio donde el virus sigue descontrolado y por temor a que la llamada “bomba vírica” madrileña se lo descontrolara aún más. Se salió de la disciplina de voto por una razón más y esta, según el líder del PP, el palentino Pablo Casado: porque la Consejería de Sanidad no está en manos del PP sino de Ciudadanos, argumento que resulta esclarecedor en boca de quien lo usa, pues es tanto como reconocer que algunas de sus decisiones sobre la pandemia no se toman por razones epidemiológicas o técnicas sino estrictamente políticas. Hace pocos meses, Casado ponía a Díaz Ayuso como modelo de lo que haría él si llega al Gobierno. No parece, pese a las negras novedades epidemiológicas de Madrid, que cambie de opinión el líder del PP y ponga a partir de ahora de ejemplo a Mañueco.

La expresión “bomba vírica” es de otro vecino fronterizo con la Comunidad de Madrid, el presidente castellano-manchego Emiliano García-Page (PSOE). Las dos Castillas, la que queda al norte y al oeste de Madrid gobernada en coalición por el PP y por Ciudadanos y la que está al este y al sur de Madrid gobernada por el PSOE, ambas despobladas y ambas en la parte media o baja en el PIB per cápita nacional, están añadiendo estos meses un nuevo componente a sus intensas relaciones con la rica y densamente poblada región madrileña. Hasta ahora eran afectivas (buena parte de la actual población madrileña proviene de las dos Castillas, de sucesivas oleadas migratorias), económicas (docenas de miles de castellano-manchegos y castellanoleoneses se desplazan a diario a Madrid y muchos otros con frecuencia a comprar, miles de familias madrileñas tienen sus segundas residencias en las provincias limítrofes...), turísticas y de ocio (en las dos direcciones), de transporte público, de servicios sanitarias... La pandemia ha añadido ahora un componente más: el miedo. 

Los datos de incidencia de COVID-19 en la Comunidad de Madrid, tan por encima de lo que le correspondería en proporción a su población, han alarmado y asustado a sus regiones fronterizas desde el comienzo de la crisis sanitaria. Hay quien sostiene incluso que una parte considerable de los también malos datos de las dos Castillas se deben a los intensos movimientos cotidianos de personas entre esas dos regiones y la de Madrid, y especialmente en los corredores entre Toledo, Guadalajara, Segovia y Ávila con la capital. En los primeros días de marzo pasado, cuando ya se especulaba con medidas de aislamiento en Madrid capital, muchos residentes madrileños se fueron a su segunda residencia o a la casa familiar del pueblo en las provincias limítrofes. Decretado el estado de alarma y con las restricciones de movilidad ya vigentes, algunos más burlaron los controles y se trasladaron a toda prisa, con el consiguiente enfado de la población local. García-Page esgrime unos datos muy significativos: en abril de 2019, en las farmacias de Castilla-La Mancha se atendieron 15.000 recetas de cartillas sanitarias madrileñas; y en abril de 2020 han sido unas 200.000. Los meses siguientes, como en abril. “Es como si tuviéramos de repente una sexta provincia”, comenta el presidente castellano-manchego.

Ya en otoño, el miedo a Madrid no ya solo de las instituciones castellanoleonesas y castellano-manchegas sino también de buena parte de la población ha ido a más. Las maniobras del Gobierno madrileño por aplazar sus decisiones incomoda y asusta incluso a sus afines ideológicos. 

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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