El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
La crueldad intrínseca a la experimentación con animales, una vez más en el punto de mira gracias a la activista Carlota Saorsa, cuya infiltración durante 18 meses en el laboratorio Vivotecnia se ha convertido ahora en el documental 'Infiltrada en el Búnker', estrenado en Prime Vídeo
Fotograma de 'Infiltrada en el búnker' Amazon Prime
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Año 2018. La activista por los animales Carlota Saorsa consigue infiltrarse durante 18 meses en el laboratorio de experimentación animal Vivotecnia en Tres Cantos, Madrid, y es capaz de documentar con cámara oculta las múltiples violencias cometidas contra perros, cerdos, conejos, ratones y primates en aquel lugar sin ventanas, así como multitud de irregularidades en la realización de los estudios. Se trata de la infiltración más larga de la historia.
Abril de 2021. Carlota Saorsa publica, a través de Cruelty Free International, un breve resumen de los cientos de imágenes que grabó durante 544 días en aquel infierno. La publicación del vídeo, que no llega a 10 minutos de duración, desató una ola de indignación y dio lugar a la apertura de un procedimiento penal contra el laboratorio, aún en marcha.
Junio de 2025. De la mano del premiado director Pablo de la Chica, Carlota lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a poner los desmanes de la experimentación animal en el punto de mira. La película 'Infiltrada en el Búnker', estrenada en Prime Vídeo, cuenta en primera persona la experiencia de esta activista que fue capaz de mantener el tipo y documentar el día a día de un lugar en el que la violencia contra los animales no sólo está normalizada, sino que es la base de la actividad.
Mikel Fernández, también activista e investigador, fue la persona que ayudó a Carlota a terminar de seleccionar el material para la elaboración del vídeo publicado en 2021. Trabajaron juntos durante aproximadamente 2 meses. “Visionar el material me hizo ponerme en la piel de Carlota y ver desde muy cerca lo que ella tuvo que pasar. Fue duro, algunas imágenes eran realmente fuertes y otras muy desagradables”.
Dejaron fuera aquello que no era relevante de cara a los animales, y partes que consideraron demasiado extremas para el espectador, “como disecciones u otras grabaciones demasiado sangrientas”. A pesar de estar expuesto a este tipo de vídeos en su día a día, Fernández vivió aquella experiencia con cierta presión y responsabilidad. “La persona que se había infiltrado en Vivotecnia, jugándose su libertad, sacrificando su bienestar mental, su tiempo y sus aspiraciones personales, ahora ponía en mis manos el material que había conseguido”.
Chillidos, ladridos, desprecio absoluto hacia los animales y poco rigor científico
La experimentación con animales se vende hacia el exterior como una actividad estrictamente regulada. Nada más lejos de una realidad marcada por la precariedad laboral, por la ausencia de inspecciones, por la competencia interna y por la presión por sacar como churros estudios con “resultados positivos”, aunque para ello haya que mantener animales sufriendo o agonizando durante horas y días sin prestarles auxilio, o cambiarlos por otros, falseando así los datos de los estudios. “En las imágenes de Carlota se podía apreciar cómo la rigurosidad científica de los experimentos brillaba por su ausencia”, explica el investigador.
Trabajando con el material que Carlota ya había seleccionado previamente, ambos clasificaron las grabaciones por especies y procedimientos a los que eran sometidos perros, primates, cerdos, ratones y conejos. A Fernández le llamó especialmente la atención “el desprecio absoluto del personal de Vivotecnia hacia los animales. Los trataban como objetos, les insultaban. Esto es algo normal en cualquier industria de explotación animal, ya que supone un mecanismo de defensa”, explica.
Sin embargo, lo que más le impactó fueron los chillidos, ladridos y otros sonidos que emitían los animales cuando se resistían a los experimentos. “Todavía recuerdo a los monos y cerdos chillar cuando les sujetaban o arrastraban fuera de sus jaulas. Era necesario escucharlos una y otra vez para hacer una buena selección y al final del proceso esto fue bastante difícil de gestionar emocionalmente”.
'Infiltrada en el Búnker', una película a la altura
Hay varios motivos por los que hay que ver 'Infiltrada en el Búnker'. Algunos son muy obvios, como el enorme trabajo cinematográfico de su director, Pablo de la Chica, que ha creado una película de acción que te mantiene pegada a la pantalla desde el principio hasta el final, sin regodearse en el maltrato a los animales; o como la interpretación de la actriz Goize Blanco, que transmite, en un equilibrio perfecto entre emoción y contención, lo que fueron aquellos meses en los que Carlota se lo jugó todo para destapar las mentiras de la industria de la experimentación y para que el gran público compruebe con sus propios ojos que nada de lo que ocurre allí dentro es aceptable.
“La película, en general, no es dura”, dice Mikel Fernández ante comentarios de personas que han expresado su incapacidad de verla. “Las imágenes grabadas por Carlota representan sólo una pequeña parte del film y no son especialmente flagrantes. Para alguien que no conozca cómo funciona la experimentación animal puede ser una forma de adentrarse en los secretos de esta industria a través de un thriller basado en la historia de una activista. De todos modos, si alguna persona por salud mental o autocuidado decide no verla, le pediría que hiciera todo lo posible por hacer que llegue a más gente, merece la pena”.
El activismo lo volverá a hacer
Al inicio del documental, Pablo de la Chica explica que Carlota se va a volver a infiltrar y es por ello que necesita hablar con ella de forma urgente. Y ese es precisamente otro de los regalos que nos hace esta película: presentar al mundo del activismo y las personas que lo componen con el respeto y la dignidad que merecen. Porque el activismo animalista es una herramienta necesaria y absolutamente legítima, un servicio público para destapar los excesos que se cometen contra los animales y que la sociedad tiene todo el derecho a conocer.
En el ámbito de la experimentación, es urgente desmontar la narrativa sobre la que se construyen sus prácticas. “Si los demás animales son lo suficientemente parecidos al ser humano como para ser utilizados como modelo, también deberían ser considerados moralmente para no hacerles daño”, señala Fernández en este sentido. “Es una contradicción sin argumentos éticos que la soporten”.
'Infiltrada en el Búnker', si bien absolutamente necesaria, no puede sin embargo profundizar en todas las aristas que tiene una actividad violenta, pero todavía legal y extremadamente rentable y opaca. Hay aspectos de cuyos hilos deberemos seguir tirando, como “el poder de la industria, las razones por las que es tan hermética y sus conexiones con otros grupos de poder” manifiesta Fernández. “Creo que lo más importante es destapar que una gran parte de los experimentos realizados en animales son inútiles, no ayudan de ninguna manera a alcanzar nuevos conocimientos sobre salud y para casi todos ellos hay ya disponibles alternativas sin uso animal”.
Seguiremos tirando de esos hilos, el activismo lo volverá a hacer.
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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
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