Evaristo y la prensa basura
Parte I
Me han regalado, aprovechando que son navidades y que estoy en casa de milagro, un invento increíble, seguro que, como yo, hasta ayer mismo jamás habéis oído hablar de él. Se trata de un cacharro pequeñico con auriculares, y dentro le puedes meter música hasta hartarte. Bueno, yo no puedo, pero alguien que sepa cómo sí. Se dice que tiene muchos kas, o gigas, o algo así. Así que taimadamente consigo que alguien más hábil que yo introduzca en mi aparato (no penséis mal, hablo de cables y botones) un montón de canciones y me dirijo a entrenar, a acumular metros de desnivel. No porque me haga falta, no, que a estas alturas ya sabemos todos que para ir al Himalaya no hace falta entrenar. Lo hago porque me gusta, como todo lo demás.
Tenía muchas dudas sobre qué tipo de música elegir. Bob Dylan sería por supuesto la primera opción, donde esté dios que se quiten los santos. Pero a dios ya lo tengo en cd´s, que no es precisamente el sitio más indicado para Él, pero es donde me quedé estancado tecnológicamente hablando. Así que no hay más remedio que meter a los santos, La Polla. Este es un grupo vasco, punk a su pesar, con el que me eduqué en los valores más importantes. Bueno, también fui a una Universidad del Opus, pero salí corriendo en cuanto pude, más o menos lo que me costó atarme las zapatillas. Me pongo a correr por el cuestón que hay encima de Gaintza, más de mil metros de desnivel, con un ojo en el pulsómetro y un oído en la rabia que vomita Evaristo, el cantante. La vida nos hizo así, no vengáis de tocagüevos, andaremos por aquí y después nos largaremos... Vaya, empezamos bien.
Poco a poco rompo a sudar. Los caballos, que también son vascos, me miran con cara rara, o por lo menos asustados. Me gustan estos bichos. También se asustan lo suyo un par de puristas con los que me cruzo. Por la cara de odio con la que me miran intuyo que debe estar prohibido andar deprisa por aquí, con bastones de esquí y zapatillas. Supongo que hubo otros tiempos en los que la gente saludaba y esas cosas. Cuando la muerte es mejor que la vida, salen las ratas de la alcantarilla, putos políticos del mundo entero, siempre a la orden del puto dinero... no está mal, siempre optimista. Poco a poco el bosque va quedando atrás; no sé si son robles, acebos o hayas, ya que soy de ciudad y bastante torpe para esos menesteres, pero aún sin saber sus nombres los árboles me resguardan igual del sol que ya empieza a estar alto. Los árboles también me gustan. Tu futuro nunca llegará, tu futuro se autodestruirá, tu futuro nació muerto... En fin, puede que el punk haya muerto, pero afortunadamente para los creyentes Evaristo sigue vivo, en forma, ríete tú de Keith Richards.
¿No habéis estado nunca en la sierra de Aralar? Pues eso que os perdéis. Poco a poco voy llegando a la cima del Irumugarrieta, montaña menos complicada de lo que su propio nombre indica, un bellísimo paseo. Pero en mis orejas sigue la música: Manipula y manipula, la prensa basura... La opinión del pueblo tiene dueño. Mierda de prensa de mierda...¡¡Lee mis labios, me estás tocando los ovarios...!! Mientras descanso junto al buzón cimero y contemplo el paisaje, pienso en la prensa de montaña, en las nuevas páginas de internet que abundan por doquier. ¿Será posible que también haya basura entre ellas? La solución, o al menos mi opinión, en un mes.
Parte II
Decíamos ayer que se ve todo bonito desde el Irumugarrieta. Si no os sale el nombrecito le podéis llamar como os dé la gana, la vista es igual. Evaristo y sus mariachis vomitan rabia punk en mis orejas... gritan y maldicen de la prensa basura y yo me pregunto, cándido, ¿existe prensa basura, pseudo-basura o amarillenta en nuestro maravilloso, sacrosanto e idealizado mundo de las montañas?. Mundo que se mira mucho el ombligo, dicho sea de paso. A ver si va a ser que sí.
En cuanto bajamos a internet la cosa da para un libro, todo repletito. No tengo que ir muy lejos. Primero me doy una vuelta por la página web de una revista de montaña competencia de esta misma. En sus foros, aunque parezca increíble, cualquiera puede insultar, mentir, blasfemar, tergiversar o lo que sea protegido en el más absoluto anonimato. Así se encuentran foros en los que cualquiera pone a parir a quién más le plazca. Por ejemplo, Sebastián Álvaro o Carlos Pauner, que como cualquiera son perfectamente criticables, tienen foros donde se les despelleja e insulta sin más base que la envidia cochina española. Señor director, igual entra más gente a la página, pero me parece que van a ser los mismos que ven Gran Hermano y tal. Este tipo de libertad de expresión me la paso yo por el arco de triunfo.
Me voy a las páginas yankis sobre el Himalaya. Hay una que parece presentable y tiene cosas decentes. Pero si rascas un poco, entonces cuidadín. Publican, durante varios días, un “reportaje” donde aseguran lo peligroso que es comprar botellas de oxígeno de segunda mano, rellenadas en India. Puede fallar, aseguran. Eso sería una negligencia criminal y bla, bla, bla. Nos ha “fastidiado”. No se dan cuenta (¿o si?) de que con el oxígeno pasa como con los condones; fallan porque son tecnología, nada más. Hay gente que utilizaría helio para subir al Everest si fuera preciso. Pero como dijo Harry el sucio, si quieren garantías que se compren una tostadora. E informen de las ascensiones al Everest sin oxígeno, por favor, que de los otros ya hay más de 2.000, bastantes de ellos auténticos brasas. Y por cierto sólo han subido gracias a esas botellas, rellenadas o no.
La otra página es peor. Aquí se salva poco. Aseguran que Mallory escaló el segundo escalón bailando, igual con una pértiga o por la cara este. La ascensión de House a la Rupal del Nanga sale publicada entre una expedición comercial al Kilimanjaro y un gato que ha subido al Mont-Blanc o algo por el estilo. Le dan comba a un sujeto como George Dijmarescu, cuyo historial de villano, perdón señores villanos por la comparación, da para una enciclopedia. Para salir corriendo.
Lo mismo hace un diario deportivo de tirada nacional cuando, en su especial viaje al Aconcagua, asegura que el récord de velocidad en el ascenso lo tiene un tal Porsche en 5h. 45 min. Pues no señor, no cuesta tanto informar mejor. Lo tienen tres italianos llamados Pellissier, Meraldi y Brunod que subieron en, casi nada lo del ojo, 3 horas y 46 minutos. 3 minutos más le costó al asturiano Egocheaga, aunque este bajó más rápido que los italianos y mantiene el récord subida-bajada. ¿5h y 45min? Mirémonos un poco más el ombligo, pero en ese tiempo sube cualquiera, por ejemplo yo mismo. Con botas de plástico y unos crampones que me dejó uno de Donosti, cómo no. Joder, qué frío hacía ese día. Evaristo, macho, qué clarividencia...
Parte I publicada en el número 23 de Campobase (Enero 2006) y Parte II publicada en el número 24 de Campobase (Febrero 2006).