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Masturbación y vida

Iñaki Ochoa de Olza

Me gusta dar proyecciones y charlas audiovisuales sobre mis escaladas en el Himalaya. El contacto con el público es siempre enriquecedor, y brinda la oportunidad de que las experiencias que vivimos no caigan en saco roto. No estoy hablando de un alpinismo de lo útil, y no sé hasta que punto nuestras historias calan de verdad en el aficionado, pero lo cierto es que cuando menos la gente puede viajar con la imaginación durante un rato, y olvidarse de las cosas cotidianas y de la malvada televisión.

Además de realizar las mías propias, también me agrada asistir a las de mis compañeros. Las que más me han gustado han sido aquéllas en las que los conferenciantes no basaban su éxito en la técnica, en guiones y músicas elaboradísimos con cantidades inmensas de proyectores y mareantes fundidos, o con pretenciosas voces en off capaces de aburrir a las ovejas. Prefiero oír lo que alguien tiene que decir en directo, y que me transmita su estado de ánimo y su manera de ser de viva voz. Así, he asistido con gusto e interés a charlas de Scott, Cassarotto, Diemberger, Messner, Loretan , Huber, Latorre, Iñurrategi y muchos más. Otros ( y otras), mejor no citarles, han sido malos con avaricia, o tremendamente indolentes o perdonavidas, y a veces se puede llegar casi al ridículo. Pero casi siempre se aprende algo nuevo.

La parte más interesante es la del coloquio que se establece entre conferenciante y asistentes. La gente pide explicaciones y el ponente las da, intentando, al menos en mi caso, ser sincero y a veces diplomático, aunque no soy ningún gurú. Las preguntas y reacciones de los asistentes me dicen mucho sobre ellos y sobre mi mismo. Me resulta sorprendente ver cómo, en las proyecciones para adultos, enseguida aparece la cuestión del porqué; por qué dejamos nuestros lujos, nuestro confort, nuestro dinero y nuestras seguridades cotidianas para realizar algo tan arriesgado y aparentemente inútil como escalar en el Himalaya. La gente quiere respuestas e insiste siempre en lo mismo.

Con los niños es diferente. Cuando vamos por colegios con nuestras fotos, y cuando escuchan nuestras explicaciones, el 99% de los chavales capta el tema al vuelo, y te pueden preguntar cosas como “¿y cómo cagáis? ”, sin cortarse un pelo, pero nunca cosas que están tan claras como “¿Por qué?”.

Después de más de 220 charlas y conferencias, algunas de las miles de preguntas respondidas son ya parte de la leyenda. La palma se la lleva un chaval joven, de unos 14 años, que asistía con su colegio a unas jornadas de prevención en el día mundial anti-tabaco. Era un auditorio abarrotado por más de 500 personas, todas de su edad, y antes que yo habían desfilado por el estrado médicos y deportistas hablando de los beneficios de una vida sin tabaco. Después salí yo, y les conté mi ascenso al Everest y cosas que yo consideré interesantes. Estuvieron tranquilos y callados, aunque el chaval en cuestión debió dormir plácidamente. Después pasamos a la ronda de preguntas, y el chico pidió el micrófono con interés. Cuando le llegó, se hizo el silencio y 500 pares de ojos se clavaron en él. Sin dudarlo un instante, me soltó; “¿Es cierto que la masturbación alarga la vida?”.

Se montó tal guirigay que tuvimos que suspender la sesión momentáneamente. Más vale, porque no hubiera sabido qué decirle.

Columna publicada en el número 21 de Campobase (Noviembre 2005).

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