“Yo no soy racista, pero…”: por qué ver migrantes tirados en un muelle da “miedo” y no “rabia”

Un grupo de migrantes en el muelle de Arguineguín, Gran Canaria

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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“Tú quieres recibir gente europea porque crees que su dinero es contagioso, conmigo eres hostil y cauteloso y, cuando abres la boca, muy sincero. Si dices: ”Yo no soy racista, pero…“, demuestras ser racista y mentiroso”. El repentista canario Yeray Rodríguez transformó en versos las reacciones de un sector de la población ante el incremento de la inmigración africana en las Islas durante la pandemia. Desde barricadas hasta malestar por el uso de hoteles vacíos para aliviar la crisis en la acogida, pasando por lanzar piedras a centros de menores o utilizar las migraciones como cortina de humo en medio de una investigación por una presunta compra de votos en el Ayuntamiento de Mogán. Políticos y vecinos han dejado en los últimos meses declaraciones y episodios que han puesto en entredicho la historia de Canarias como punto de paso y tierra de acogida. “La crisis sanitaria, económica y social, unida a la falta de previsión de las administraciones competentes ante el aumento del flujo migratorio, ha provocado que ver personas tiradas en un muelle nos genere miedo en lugar de rabia o empatía”, explica el profesor de Antropología y Sociología de la Universidad de La Laguna José Antonio Batista.  

Según el docente, si las autoridades hubieran mantenido la inmigración bajo control, tanto a través del control de fronteras como con una buena gestión de la acogida, no se habrían dado episodios como las barricadas organizadas en Tunte, en el interior de Gran Canaria, para evitar la llegada de migrantes a un recurso de acogida del municipio. Si bien, Batista insiste en que se trata de casos puntuales, subraya que no deben pasarse por alto. Desde su punto de vista, la xenofobia y el sentimiento anti-inmigración no son solo un desafío para España, sino que requieren también la intervención de la Unión Europea. “Muchos países, sobre todo del este, se han desvinculado. Entiendo que no es lo mismo para una persona de Polonia que para otra de Lanzarote o de Fuerteventura, que ve la situación en la puerta de su casa”, ejemplifica. El antropólogo insiste en que bloquear las salidas e intentar que no entre nadie “es lo fácil”, pero también debe priorizarse la buena atención en tierra firme con todas las garantías humanitarias. 

El presidente de la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias, Theodoro Bondyale, lamenta que a través de un lenguaje racista y xenófobo se intente vincular la inmigración con la pandemia provocada por la COVID-19. “Pedimos el fin de la ola de racismo y xenofobia” que ha surgido en el Archipiélago. Una situación que la FAAC ha vinculado a la falta de una “respuesta adecuada” a la crisis migratoria. Según la organización SOS Racismo, la xenofobia no solo se expresa entre las personas, sino que ha “permeado leyes, políticas e instituciones públicas y privadas”. El Movimiento Estatal #RegularizaciónYa, integrado por más de 1.500 colectivos migrantes y antirracistas de España, pone como ejemplo de esta criminalización la conocida como Ley de Extranjería. 

Desde el confinamiento declarado para frenar la propagación del coronavirus, exigieron la obtención de papeles para todas las personas en situación administrativa irregular con el fin de poder hacer frente a la crisis económica y a la sanitaria. “Es imposible confinarse si estamos privadas de ingresos, y excluidas de derechos básicos y fundamentales como la atención médica, vivienda y alimentos, todas estas circunstancias precarizan nuestras vidas y atentan contra nuestra dignidad”. Muchos migrantes que solo pueden trabajar en la economía sumergida, como por ejemplo en los mercados ambulantes, quedaron sin ingresos al no poder salir a la calle. Para las mujeres, la situación es aún más grave, ya que la prostitución aparece como la única puerta abierta para sobrevivir. 

El sentimiento anti-inmigración 

El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestra que, en julio, la inmigración no estaba entre los diez principales problemas que percibe la población española, ocupando el puesto dieciséis. Solo un 1,6% lo considera un conflicto en España. En los tres primeros lugares están el paro, la crisis económica y el coronavirus. José Antonio Batista apunta que los grupos racistas y los partidos que rechazan la inmigración utilizan las redes sociales y sus altavoces mediáticos para dar la impresión de que su visión es una percepción generalizada. 

El politólogo Romén Adán explica que “el discurso racista tradicional apenas está presente en el ámbito político”. “Para explicar el auge de los partidos de derecha radical se han propuesto, entre tantas otras, dos hipótesis”, apunta. La primera de ellas relaciona la xenofobia y el etnopluralismo, defendiendo que las diversas culturas deben permanecer separadas por lo que la llegada de inmigrantes supone “un riesgo para la identidad nacional”. “Esto es algo que hemos visto sistemáticamente estos años con el rechazo de la inmigración musulmana”. La segunda hipótesis se fundamenta en los sentimientos anti-inmigración vinculado a asuntos económicos, y se encuadra en el concepto del Estado del Bienestar “solo para los nacionales”. En este contexto, “el voto vendría motivado por el deseo de reducir la competición con los inmigrantes por recursos económicos”.

En medio de una crisis sanitaria, sembrar el rechazo a los migrantes “solo alimenta el odio buscando chivos expiatorios y polariza la sociedad”, opina el experto. Además, según el politólogo, puede conducir al uso de argumentos políticos que pueden presionar a tomar políticas carentes de apoyo empírico. “La ciencia económica ha mostrado que la llegada de inmigración ni hace caer los salarios ni hace aumentar el desempleo en el medio y largo plazo”.

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