“Los 80 eran más bestias, pero había más libertad, no había tanta tontería”
Su mundo caótico está perfectamente ordenado. Una externalización del yo distribuida por mesas, paredes y pasillos, todo debidamente compartimentado como su interior creativo. Una parte es su yo escultórico, otra el pictórico, colgados o apoyados sobre paredes, cuadros con mucho oro y mucho naranja que despiden el fulgor de los acrílicos, humanoides por doquier en bronce, anillos con restos de vidrios y moluscos encontrados en la playa, maderos como pecios marinos y una gran reproducción de la Virgen de Guadalupe. Y todo ello aderezado con el surrealismo que afirma profesar, herencia mexicana de una madre, pero también un camino propio que ha llevado a Pedro Calderón a visitar con su obra el mundo de los sueños y la historia del arte.
Pedro Calderón (Santander, 1961) es graduado en Educación Social por la UNED y técnico superior de Artes Plásticas y Diseño en Proyectos y Dirección de Obras de Decoración, pero basta la resonancia de su apellido para pensar en jazz y pintura, en Ramón, Fernando y Juan Carlos, todos de un modo u otro apegados al arte. El vástago de la saga ha llevado a cabo más de 50 exposiciones en su vida, haciendo de la independencia y su bonhomía una divisa para todos los que le conocen. Con sus acrílicos, sus esculturas mínimas que encastra en sus tablas pintadas de gran tamaño, ha expuesto de manera regular en diferentes galerías y espacios artísticos, pero en los últimos años está abonado a la sala Inder_Espacio, en donde una vez cada 12 meses muestra lo que da de sí. Calderón, cuya faceta artística se interna en ocasiones en el mundo de la ilustración y la escultura, también ha expuesto su obra en sitios como Galería Este de Santander, el Círculo de Bellas Artes de Madrid o la Galería Boticelli de Sevilla, y en ciudades fuera de España como Florencia, Milán o Chicago.
Me imagino que estará aburrido de que le pregunten por los Calderón, pero me parece inevitable.
Tengo que nombrar a mi padre, Ramón. Desde pequeño vi en él a una persona que a todo lo que tocaba le ponía el título de 'arte'. Yo iba a su estudio con 10 años y empecé a hacer mis primeros pinitos en la pintura. Primero copiaba lo que hacía él. Luego me enseñó la técnica de pintar con barniz y en tabla. Aunque lo sigo haciendo, ahora hago más acrílico. Yo he hecho muy poco lienzo. La superficie de la tabla me gusta porque es dura y me gusta el secado rápido del acrílico.
Si su padre, Ramón Calderón, no hubiera sido pintor, ¿hubiera sido usted pintor?
No solo mi padre, sino mi familia. [Se lo piensa]. No sé si hubiera sido pintor, pero algo relacionado con la creación, seguro.
¿Y cómo le ha influido su madre? Siempre ha dicho que la vena surrealista le viene de México y de ella...
En lo primero que me fijé fue en 'El jardín de las delicias' [Bosco] y luego en los muralistas mexicanos: Diego Rivera, Siqueiros... Yo, por ejemplo, uso personajes pequeños en espacios grandes. Me interesa enfrentar la inmensidad con lo pequeño.
Me gustaría que me hablara de su madre.
Mi madre, Alicia [Luengo], se vino a vivir aquí cuando tenía 14 años, a conocer Ampuero. Luego se fue dos años a México y al volver conoció a mi padre, se casó y se quedó a vivir en Santander.
¿Qué es el surrealismo para usted?
El surrealismo lo abarca todo. Una abstracción es surrealismo. Todo. De hecho, el mundo es surrealista. Todo está copiado de la naturaleza, cada objeto... El surrealismo tiene una plena vigencia.
¿Echa mano de sus sueños para su obra?
En ocasiones. He tenido durante épocas sueños recurrentes, por ejemplo, que volaba. He hecho muchos cuadros de seres con alas.
También el surrealismo está vinculado con la creación automática.
Hace años, utilizaba un fondo negro y echaba pinturas encima y luego seguía las manchas y de ahí salía un búho o un bisonte. Me gustaba mucho hacerlo.
¿Cuáles son sus referentes artísticos?
Del pasado me gustan mucho todos los que son surrealistas por definición: Magritte, Dalí, Escher, Óscar Domínguez... Además de mentes muy inteligentes, cambiaron todos los conceptos, la manera de ver la vida, de amar las personas, de ir más allá, de romper estereotipos, de acabar con el acartonamiento. Es importantísimo lo que han hecho.
¿Cree que hoy en día queda lugar para la provocación, para salirse del margen?
Creo que hemos ido hacia atrás. Ha habido una involución. Antes había una sensación de libertad que no hay ahora.
Hábleme de esa involución.
No sé qué ha pasado. Sobre todo en España, la sensación de libertad estaba ahí, pero ahora no la hay.
¿Cuáles serían las causas? ¿Sociales, políticas...?
Tiene que ver con todo. No nos hemos dado cuenta, pero ha sido así. Los 80 eran más bestias, pero había más libertad, no había tanta tontería. Y además está la influencia americana, llena de prejuicios, muy puritana, con mucha ley para todo, y encaminada a obtener pasta por todo. Y eso quita una parte esencial de las sociedades, a nivel global. Es una sensación. A lo mejor me equivoco.
¿Y ese retroceso del que habla le lleva a la autocensura creativa?
Conscientemente, no, pero estoy seguro de que me condiciona la ciudad donde vivo. Si viviera en Madrid haría otras cosas, seguro. Vivir en Santander es muy bueno, tienes comodidades, se vive bien con poco, con una comunidad alucinante para disfrutar de la naturaleza, pero en otros lugares, donde hay más movimiento, haces más cosas. Santander es como un balneario bonito.
Creo que el arte cura, las enfermedades y el alma, porque eleva el espíritu
¿No ha pensado instalarse en Madrid?
No, pero voy mucho. Me he arrepentido siempre no haber pasado allí una temporada. Pero la vida pasa y no te has enterado.
Hablando de la vida, de lo que pasa y de lo que puede pasar, ¿qué está preparando?
En Inder_Espacio llevo ya siete exposiciones. El espacio es gigante y tengo libertad para hacer lo que quiera. Allí hago una exposición al año. También hago cosas en Sorto, en el Mercado del Este.
¿Le miran mal los galeristas?
No me hacen caso. En los circuitos pasan de mí totalmente. Es verdad que siempre he ido a mi aire, pero no he entrado en los circuitos por lo que sea, aunque no lo he buscado.
Ser independiente tiene un precio para usted, me imagino.
Yo sigo la línea de mi padre, que es estar apartado, Y la de mi tío [Fernando Calderón] también. Por eso no conozco la sociedad de las galerías. Me pierdo muchas cosas y gano otras. El saldo es positivo porque soy muy libre, que es importante.
¿Cómo ve el momento político actual?
Hay cosas que no me gustan nada y otras que sí. Yo quitaría a los políticos y pondría a gestores.
Desaparecería la política entonces.
Lo que un país necesita es gente inteligente. Sobra mucho la política.
Tal vez la mala política.
Claro. Pero esta lucha constante entre bandos... es que no me creo a ninguno. Tampoco a los medios de comunicación.
¿Es usted una persona religiosa?
Vamos a ver... Yo creo en algo más y las imágenes me ayudan a creer que hay algo más. [Señala la reproducción de un cuadro de la Virgen de Guadalupe en su estudio]. Es una imagen que siempre me ha cautivado, que me da serenidad. También un templo me ayuda a la introspección. Si eso es ser religioso, pues sí.
¿Es usted pesimista?
Soy alegre de por sí, pero también pesimista, sobre todo con la sociedad. Yo a la muerte no le tengo miedo. Para mí, es un paso más. No creo que tenga tanta importancia.
¿Y luego, qué hay?
Un vacío placentero.
¿Y cómo lo sabe?
Hay atisbos, en los sueños, cuando pintas, cuando te vienen ráfagas sobre lo que es la vida, de lo frágiles que somos. Son deslumbres que se meten sin querer en el cuadro.
¿Crees que el arte ayuda a la gente a vivir?
Sí. Aparte de eso, creo que el arte cura, las enfermedades y el alma, porque eleva el espíritu, te abre. A mí me ha ayudado muchísimo.
¿Tendría que recetarlo el Servicio Cántabro de Salud entonces? Tómese un cuadro después de cada comida...
O una película, o un libro. Ayuda muchísimo y nos educa.
¿Cómo sería un mundo sin cultura?
Habría muchas cosas físicas, pero poca trascendencia mental. El pensamiento es creativo. Si piensas en algo que te eleva, al final se va a materializar.
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