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“La decisión sirve para los lanzadores de penaltis, pero no para los escritores”

Juan Carlos Mestre, poeta leonés ganador del Premio Nacional de la Crítica.

Cristina Sobremazas

Nacido en León en 1957, Juan Carlos Mestre se inició en su género favorito con 'Siete poemas escritos junto a la lluvia'. El autor formará parte del ciclo 'Martes literarios' de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) el próximo 23 de agosto a las 19.00 horas en el Paraninfo de La Magdalena.

Con obras como 'Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo', 'La poesía ha caído en desgracia', 'La tumba de Keats' o 'La casa roja', ha sido galardonado con múltiples reconocimientos, como el Premio Adonáis, el Premio Jaime Gil de Biedma o el Premio Nacional de la Crítica. Sin embargo, estos son solo algunos de sus importantes logros.

No obstante, una de sus últimas obras fue la creada en 2015 junto al politólogo Juan Carlos Monedero y al fotógrafo Clemente Bernard. Se trata de una obra novedosa de la típica Cenicienta que consigue construir una historia alternativa y sorprendente, al igual que las del resto de cuentos recreados por la Editorial Alkibla.

Pero, no únicamente volcado con la poesía, Mestre ha colaborado con músicos como Amancio Prada o Cuco Pérez, con quienes ha actuado y realizado lecturas en diversos países del mundo, desde Estados Unidos a China, Israel, Marruecos, Túnez, Argentina, Ecuador, Perú o gran parte de Europa.

¿Qué tiene la poesía que otros géneros carecen?

La toma de conciencia que traen consigo las palabras a través de la historia de las civilizaciones, su lugar en la dialéctica de la historia y en la lucha por la dignidad humana: la intensificación civil de la esperanza. Resistencia a la falacia, eso ofrecen las palabras de los poetas en esta sociedad secuestrada por los mercaderes, un acto de delicada y a la vez intensa resistencia. La poesía está ahí, no en la complicidad discursiva de las conversaciones, sino en el testimonio de su veracidad significativa, reabriendo la discusión cerrada.

Recreó una Cenicienta moderna, ¿qué ofrece esta nueva versión?

Nada nuevo más que la explotación de las personas por las personas y el dolor humano, irrazonable e incomprensible. Es la figura simbólica del sometimiento, siempre gratuito, a la voluntad de alguien superior que ejerce su voluntad en función de la autoridad que le otorga su fuerza. Lo que cuenta todo cuento, la peripecia humana por abandonar el lugar precario, la fuga de alguien hacia alguna de las zonas de salvación de la dignidad, sean cuales sean las circunstancias de los sueños con el futuro. La libertad como único significado legítimo del porvenir.

¿Por qué se eligió la Cenicienta y no cualquier otro clásico infantil?

Nunca elige uno, la decisión sirve para los lanzadores de penaltis, pero no para los escritores. Todo texto es el resultado de un conjunto de decisiones que se originan en la exterioridad y a la que el autor presta luego la resolución de su habla. La idea parte de los directores de la Editorial Alkibla, una singular propuesta independiente que realiza un extraordinario trabajo en las zonas aún visibles del encantamiento. Carolina Martínez y el fotógrafo Clemente Bernad, dos personas literalmente irrepetibles, fueron ellos quienes tuvieron la idea de invitar a varios escritores y poetas a reescribir desde el tiempo presente cuentos clásicos.

Juan Carlos Monedero formó parte de este proyecto. ¿A quién se le ocurrió y con qué idea?

No solo formó parte, él mismo fue el motor esencial del proyecto. Los dos trabajamos al unísono, sin plan previo, ante una propuesta discursiva abierta, sin otro método que no fuese el de dejarnos llevar por la intuición y los imaginarios creativos. Es muy fácil trabajar con alguien con una inteligencia tan cordial y una perspectiva tan amplia de las coordenadas sociológicas del estrago. La idea de escribir ese texto al alimón puede estar relacionada en nuestra interioridad con el deseo de reformular críticamente la interioridad de los sencillos del mundo. El peligro siempre radica en contar las fábulas desde los dialectos de acatamiento y vasallaje, y no desde las parábolas de independencia y liberación personal.

¿El libro tiene relación con la política?

¿Con la política? Fundamentalmente con la pequeña historia de la imaginación y los sueños pendientes de ser soñados por aquellas personas que no han tenido nunca ni siquiera derecho a las ensoñaciones del porvenir. El libro tiene que ver con las que aún no teniendo voz hablan moralmente para denunciar el lugar de las lágrimas. En sus páginas están Clara Campoamor, las maestras de la República, las trabajadoras de las maquilas centroamericanas; están las que nunca harán fila ante el ensanchador de zapatos, y vuelan descalzas a nidos más altos al escuchar a Violeta Parra. La política es un constructor, ni mejor ni peor, pero de otro tipo, que no ha tenido cabida en este texto. Este relato no tiene hadas, sino alas, caminos hacia la hermosura de los cuerpos libres, el deseo de libertad personal y apología de los derechos civiles. Podemos estar de acuerdo o no con su escritura, pero difícilmente se podrá cuestionar su voluntad de anhelo por reestablecer la palabra poética en el ámbito de la mudez política.

Suele acompañar sus recitales de poesía con música, ¿a qué se debe? ¿Considera que así el público obtiene mayor concentración?

No necesariamente la música ayuda a la concentración, al contrario, en muchas ocasiones es un elemento distractor. Al poeta le basta la intimidad exteriorizada de su voz, y pocas cosas hay en este mundo para él que sean más veraces que su propia dicción. Ahora bien, hay propuestas que  desplazan la lectura hacia una puesta en escena de los actos de voz y en ese sentido, en alguna ocasión, puede el poema hacerse presente como voz de otro personaje huido de la reglamentación del autor para convertirse en quién sabe qué es lo que es aún eso… por eso es interesante la súbita presencia de la ancestralidad del trovador o el desafío de la teatralidad ante los auditorios vacíos…

¿Ha notado problemas en la cultura en los últimos años?

He notado, he sufrido y padezco el aniquilamiento, destrucción y erradicación del tejido cultural en nuestro país, una situación limítrofe con la falta de atención pública, el nulo interés por el conjunto de conocimientos que permiten desarrollar el juicio crítico en una sociedad democrática, la imposición de la banalidad deportiva como información de interés público, la sobrevaloración retórica de la clase política, esa colección de zoquetes incapaces de leer más allá del redondel de su ombligo. Un desastre, es imprescindible un plan urgente de repoblación espiritual, paralela a la de los montes quemados.

Una de sus obras es 'La tumba de Keat'. ¿Se basó en la muerte de este poeta?

No me base en la muerte, me base precisamente en la vida, en la inmortal vigencia del pensamiento de John Keats, aquella idea de que algo bello es una verdad eterna, algo que siempre hará compañía a la memoria de lo justo. Keats, el joven camaleón, es un buen antepasado de la conciencia moral del mundo, una de esas personas cuyo solo pensamiento puede cambiar la conciencia de toda una época. El agua sigue repitiendo su nombre, y los lectores del futuro tendrán la certeza, al oírla algún día, de que la poesía era, es, otra de las pequeñas formas inocentes de la verdad.

Hábleme de Ledo Ivo y de por qué habla del lugar inexistente Cavalo Morto.

Los poemas hablan de cosas que no existirían sin las palabras, ahí su lugar en la topofilia del lenguaje. Ledo Ivo fue un poeta brasileño y buen amigo, pero ahí está la posibilidad de seguir creando, creyendo que la palabra lleva más lejos que los actos de fuerza. Lorca es la presencia radicalmente viva de una voz sin boca que sigue interrogando sobre la condición universal de todas las víctimas.

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