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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Acción o reacción

Guillermo Pérez-Cosío, edil de Vox, y Gema Igual, alcaldesa de Santander.

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Defendía hace unas semanas en una entrevista en este periódico el portavoz de Unidas por Santander y representante de IU en el Consistorio, Miguel Saro, que nunca había visto mayor fiasco político que lo que representa Ciudadanos. “En la historia de España en los últimos 40 años es imposible encontrar un 'pagafantas' mayor que cualquier cargo público de Ciudadanos”, sentenciaba el concejal, que insistía en que la actuación de este partido era “un bochorno para sus votantes” después de haber dilapidado todo su capital político para convertirse en una “agencia de colocación”.

Y es complicado no estar de acuerdo con el edil santanderino, que en sus poco más de siete años como cargo institucional en el Ayuntamiento de la capital de Cantabria ha tenido que convivir con una anomalía como la formación naranja, que da sus últimos coletazos antes de desaparecer y tras provocar dos legislaturas fallidas en Santander, y en otros muchos lugares donde sus votantes comprobaron muy pronto cómo depositar la confianza en el partido que lideró primero Albert Rivera y después Inés Arrimadas era prácticamente lo mismo que tirar su papeleta a la basura.

En el caso de Santander, es preciso recordar que dos concejales de Ciudadanos sostuvieron en el poder a cambio de nada (que se pueda demostrar sin acabar con una querella) a un Íñigo de la Serna en horas bajas. El exministro supo jugar sus cartas para apuntalar una mayoría en el Pleno municipal que no era el resultado de las urnas. Primero, con dos 'brazos de madera' que salvaron reiteradamente al exalcalde de algunos de sus mayores fracasos, cuando todo su relato ficticio de infografías y planes megalómanos comenzó a hacer aguas. Después, como concejales tránsfugas que empantanaron la política municipal en el final de una legislatura bochornosa en la que todo valía para detener la hemorragia de un equipo de gobierno desbordado y sin proyecto.

Lo de esta legislatura no es mucho mejor. PP y Ciudadanos firmaron un acuerdo que nunca hubo intención de cumplir y que se negoció de espaldas al portavoz municipal de este partido, Javier Ceruti. Este no ha parado de repetir desde entonces que la decisión final no fue suya ni de señalar unos incumplimientos que no han cesado. Algunos, por puro regocijo, para demostrar quién manda. También de reconocer su escasa (o nula) influencia sobre las decisiones que se toman en la ciudad. Y lo dice como si no hubiera alternativa, como si hacer lo contrario que prometió en campaña fuera su obligación. Una extraña concepción de la lealtad lo mantiene aferrado al cargo y a unos socios de gobierno que disfrutan desautorizándolo y dejando claro que no pinta nada.

Lo que ocurre en Santander no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los últimos años en el resto de España. Ciudadanos fue un salvavidas para el PP, que lo mantuvo a flote. Ni cambio, ni alternancia, ni regeneración. Tampoco excusas. Más de lo mismo

Lo que no se ha planteado nunca Ceruti, pese a que a veces lo insinúe, es la posibilidad de apoyar una moción de censura. Los números están ahí y existe una suma alternativa a la de un equipo de gobierno liderado por Gema Igual y apuntalado por Vox, ya que PP y Ciudadanos ni siquiera tienen mayoría suficiente para gobernar en coalición. En realidad, lo que ocurre en Santander no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los últimos años en el resto de España. Ciudadanos fue un salvavidas para el PP, que lo mantuvo a flote en todos sus feudos en el peor momento de su historia reciente, dando aire a un partido que vivía sus horas más bajas. Ni cambio, ni alternancia, ni regeneración. Tampoco excusas. Más de lo mismo.

Así sucedió de forma paradigmática tras las elecciones autonómicas de 2019 en la Comunidad de Madrid, Castilla y León o la Región de Murcia. Todos con gobiernos conservadores desde hace décadas, todos con sombras (o sentencias firmes) de corrupción y prácticas más que dudosas del uso de dinero público para beneficio propio y partidista. Ni siquiera sirve la disculpa y el argumento torticero de la fuerza más votada, porque en esos territorios el PP había perdido las elecciones después de mucho tiempo. Ahora están recogiendo lo que sembraron: después de ser vampirizado por el PP, Ciudadanos está sentenciado de muerte y su presencia, sino imposible, es testimonial y absolutamente irrelevante.

Supongo que Javier Ceruti habrá tomado buena nota de su futuro. Tiene que ser sencillo para él hacer la analogía. Su desempeño en estos últimos meses dan cuenta de ello, porque no disimula siquiera su desgana. Se sabe amortizado y parece incluso resignado a dejar correr los meses que le quedan en el cargo sin demasiado entusiasmo ni levantar la voz. Da la sensación de que bajó los brazos hace tiempo, insisto, como si no hubiera alternativa. Quedan 15 meses para las elecciones municipales en una nueva legislatura perdida para Santander. Y lo que viene es bastante parecido a lo que ya conocen los santanderinos, con un matiz significativo: o mayoría absoluta del PP como en los viejos tiempos o un equipo de gobierno que dependerá exclusivamente de la extrema derecha, con lo que eso supone.

Santander tiene suficientes espejos en los que mirarse hoy en día: la desidia de la oposición municipal y la completa desintegración de Ciudadanos abocan a un escenario en el que los postulados de la ultraderecha de Vox pueden marcar por completo el futuro de la ciudad si nadie hace nada para impedirlo. Ver cómo discurre esta cuenta atrás de brazos cruzados y aceptar con la indolencia que caracteriza a algunos grupos políticos de la oposición en el Ayuntamiento parece un suicidio político: el que no aporte alternativas, que se aparte inmediatamente de la política municipal antes de que sea demasiado tarde.

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