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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ahora sí toca

Revilla y De la Serna, en un acto en el Casyc. | MIGUEL LÓPEZ

Javier Fernández Rubio

Nuestros líderes tienen una expresión-talismán cuando no quieren hablar de algo que han promovido y de lo que todo el mundo quiere saber: “Ahora no toca”. Hay que estar muy seguro de sí mismo para decirle a los demás cuándo toca o no toca hablar de algo, como si se tratara de un profesor de Primaria y los demás el atribulado alumnado. Pero por lo general, cuando se dice “Ahora no toca” es que está tocando y de qué forma. De la misma manera que cuando un político dice que no tiene aspiraciones es que está como loco por tocar poltrona.

Mediada la legislatura es el momento de recolocar peones y cambiar el decorado. Las elecciones ya no están tan cerca y sí a tanta distancia como las siguientes, y la proximidad de la primavera solivianta la savia que corre por el vergel parlamentario.

¿Qué es lo que no toca ahora? No parece tocar ahora hablar de la crisis interna en el Partido Popular cántabro por más que la escandalera vaya a despertar a todo el vecindario. Parece que no toca hablar de Podemos, que acaba de perder la virginidad parlamentaria, su capacidad de influir en el Gobierno Revilla, y tiene una dirección nacional que ha dado la espalda al errejonismo, la única oportunidad de expansión futura y en serio que tenía. Parece que no toca hablar de Ciudadanos, flamante partenaire del Ejecutivo, que igual vale para un roto que para un descosido, abonado a esa promiscuidad que ahora se llama nueva política. Y parece que no toca hablar de los socios de Gobierno que son como esos que cohabitan pero no se ayuntan, porque en el fondo no se soportan, y marcan líneas rojas con titanlux sobre la alfombra del saloncito oval: a un lado los regionalistas, los más, pero con menos gobierno; al otro los socialistas, los menos, pero con más tajada; los unos con un líder que es como un verso suelto (como dicen los cursis) y los otros con una gestora que transita de lo temporal a lo perenne, aterrada porque cada noche se le aparece el ectoplasma de Pedro Sánchez que acaba de descubrir que el secreto del PSOE es ser de izquierdas (cosas que ocurren cuando se cometen crímenes palaciegos en Elsinor).

Dos son los hechos determinantes en el seno del PP: la derrota electoral y el nombramiento de exalcalde de Santander, Íñigo de la Serna, como ministro de Fomento. De lo primero, poco hay que añadir más que se trata de una historia reiterativa en el PP cántabro: no alcanzar la mayoría absoluta. La noticia suele ser lo contrario.

Lo otro, si me apuran, es lo determinante, lo novedoso, lo sustancial y no se podría entender lo que pasa en el PP ni en otros partidos sin asumirlo.

Estoy convencido de que lo que se está gestando ahora es quién será el gran muñidor de la política en Cantabria durante la próxima década. No sólo quién será el próximo candidato popular a las elecciones. Mucho más. Pónganse en situación: un país donde ser ministro es mucho más importante que ser presidente de comunidad autónoma; un Gobierno en Madrid presidido por un gallego que abrazará con entusiasmo al candidato ganador siempre y cuando no se le cuestione; la capacidad de influir con un presupuesto anual de miles de millones de euros y competencias en puertos, aeropuertos, infraestructuras viarias y ferroviarias y con todas las grandes empresas esperando a la puerta del Ministerio por lo que pueda caer; un ministro que es político y por lo tanto con aspiraciones, que no da puntada sin hilo y que siempre mantiene varias opciones abiertas, en todos los casos con implicación personal, tanto en el ámbito nacional, como regional y santanderino; la posibilidad real y concreta de que se imprima un gran impulso a la mejora de las infraestructuras en Cantabria, con toda la taumaturgia ancestral que ello implica en el imaginario colectivo de los cántabros; y la posibilidad no menos real de pasar de ser un rey de taifa en un ayuntamiento a controlar el principal partido en el ámbito regional y decenas de municipios.

La reciente foto de familia, publicada durante el Congreso del partido en Madrid, con un ministro arropando a la candidata María José Sáenz de Buruaga es toda una declaración pública y un aviso a navegantes.

No hay debate real en el cruce de candidaturas que se avecina. Y no lo hay porque no puede haberlo. Más allá de vaguedades sobre formas y actitudes lo único cierto es que quien aspira a relevar a Ignacio Diego, Sáenz de Buruaga, fue su mano derecha en el Gobierno y en el partido durante años sin que dijera esta boca es mía. Y alrededor de los contendientes, que se ven como renovación de sí mismos, lo que no deja de tener su gracia, se van articulando plataformas de poder, pero sin una base programática confrontada. La única incógnita en la pugna que se avecina es hacia qué lado se decantará el poder local, los alcaldes y la alcaldesa de Santander a la cabeza, pero por lo que respecta a Madrid, la suerte parece echada y lo único que se procura es un relevo tranquilo y con sordina.

El nuevo ministro dejará también sentir sus efectos en el Gobierno. El presidente regional, Miguel Ángel Revilla, ya sostuvo un idilio durante meses con el entonces alcalde de Santander y las buenas concomitancias se renuevan. Que Revilla se eche en brazos de quien le traiga las infraestructuras y le haga un sitio en la foto es algo de lo que él mismo presume, ¿pero piensan igual los regionalistas que puedan verse sorprendidos en medio de una pinza de este tipo? ¿Qué hará Revilla cuando salte la primera chispa con el PP en el Ayuntamiento de Santander: apoyará a su equipo o mirará para otro lado? Y ya puestos a preguntar, ¿cómo articulará el presidente un puesto en su gabinete a Javier López Marcano, después de que fuera defenestrado en aras precisamente de su investidura? ¿Hará al lado a un independiente que presume de no tener carné para dar paso a alguien que, ya no es que tenga carné, es que está en el ADN del partido?

No es tampoco la primera vez, ni la última, que Revilla coquetea con la posibilidad de darle la espalda a los socialistas. Pero conociendo al de Polaciones, no se cerrará esa vía aunque al PSOE le queden solo dos diputados, que a este paso camino llevan; lo que no impedirá que alcance acuerdos puntuales con los populares, amague un día sí y otro también y ponga los nervios de punta a sus socios, un secreto placer del que no se hurtará si puede.

Con la política pasa como con la predicción meteorológica: todo lo que vaya más allá de 72 horas se interna en el campo de lo especulativo. Pero se avecina una legislatura borrascosa y el espectáculo promete más que una de Spielberg (de las buenas). Porque ahora sí toca.

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