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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Aniversarios

Marcos Díez

Los aniversarios, muchas veces, acaban siendo marcas en el calendario que nos recuerdan que, lo mismo que hay que poner la vacuna al perro, debemos felicitar a alguien por su cumpleaños. Por regla general prefiero que el recuerdo no se me imponga en una fecha concreta. La agenda, mejor, para las obligaciones y los deberes que para los afectos (aunque quizá digo lo que digo para justificar mi tendencia natural a olvidarme de los días señalados, puede ser). Con todo, reconozco a los aniversarios su utilidad a la hora de ordenar a lo largo del año el reparto de regalos, cariños, preocupaciones varias, aficiones, conmemoraciones y recuerdos. Los aniversarios son algo así como un organizador de calcetines, que uno abre el cajón y lo encuentra todo emparejado y en orden.

Hablo de todo esto porque esta semana se han cumplido veinte años de la muerte de mi hermana. Esa fecha señalada no me ha hecho sentir nada en especial. Es decir, no he sentido nada que no sienta cualquier otro día. Bueno, quizá cierta extrañeza por haber vivido ya veinte años sin ella y sentir que dos décadas han sido un parpadeo. Aunque estas cosas las pienso el resto de los días también. Asuntos íntimos, en cualquier caso, de los que no procede hablar aquí. Para bien o para mal se quiere a una persona (si se la quiere de verdad) muchos más días que el día de su cumpleaños y se sufre la pérdida de alguien a quien se ha querido muchos más días que el de su efeméride.

El tiempo pasa y todo lo cura, dicen. No sé si eso es verdad. Lo que sé es que la vida es cabezota (por suerte), que las cosas se relajan, que todo sigue y que las personas se adaptan como pueden a vivir como toca vivir. De las tragedias se aprende, sí, pues bendita la ignorancia de no vivir ninguna. Cada vez me cuesta más soportar a los positivistas que ven en todo lo malo una oportunidad de crecimiento y se lo recuerdan una y otra vez a los que están sufriendo como si les quisieran convencer de que lo malo es bueno. Vamos a ver, una enfermedad es una enfermedad y una pérdida es una pérdida. Y ya está. Y a partir de ahí vamos a ver cómo podemos recomponernos y disfrutar de las cosas buenas que sigue teniendo la vida, que suelen ser muchas.

Lo que se pierde (un ser querido, la salud, un amor) es un agujero, podremos construir cosas buenas a su alrededor pero el agujero estará ahí y será parte de nuestra identidad. No se trata de regodearse en el sufrimiento pero tampoco creo que haya que negarlo u ocultarlo a todo correr. Piedad Bonnett (que de dolor sabe un rato) dice en uno de sus poemas que las cicatrices son “La forma / que el tiempo encuentra / de que nunca olvidemos las heridas”. Es lo que pasa con las verdaderas tragedias, que lo dejan todo en ruinas y hay que volver a levantar la casa sabiendo que nunca volverá a ser exactamente la misma.

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