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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La democracia, a ratos

Paco Gómez Nadal

He pasado la noche en un dilema existencial de calado trascendental: “Vomitar o no vomitar, esa es la cuestión”. Si la campaña del 27S ya ha sido fuerte, lo de anoche lo podríamos titular como: “Todo es munición”. En la cobertura de las elecciones catalanas ni las infografías fueron inocentes. La escenografía era dramática. Los espectadores e internautas buscábamos en el cajón el pasaporte para ver cuál era nuestra nacionalidad antes de que la fractura independentista nos colocara en el futuro o al pie del abismo refractario.

Y uno en Cantabria. Viendo como lo que votó no sirvió y como Madrid anda obsesionada con el asunto catalán mientras una buena parte del país se va al carajo ante la inacción política.

Todo es munición cuando la democracia es intermitente. Es decir: cuando la democracia solo se enarbola cuando los resultados nos sirven. A mí, sinceramente, la independencia me importa poco (porque nadie, excepto las CUP, están hablando del fondo del asunto: el sistema), pero si le apostamos a la democracia entonces las sociedades son soberanas para decidir sin tanto ruido sobre su presente y, ante todo, sobre su futuro.

Ese es el problema de este Estado que compartimos y nos disputamos: que no somos demócratas, que solo le damos juego a esa palabra a ratos. Los unos y los otros consideran a los ciudadanos como personas sin mucha capacidad mental a los que no se le pueden confiar las decisiones importantes.

Las Naciones Unidas acordaron y ratificaron el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que señalaba: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural”. España había ingresado 11 años antes en Naciones Unidas (en 1955) y el 30 de abril de 1977 ratificaba ese pacto y el artículo sobre la libre autodeterminación.

La legislación y la democracia, solo a ratos. Solo cuando nos interese.

Los comentaristas de las televisiones nacionales entraban anoche en orgasmo múltiple al ver alejarse la posibilidad de que Messi juegue en una liga solo contra el Figueres, aunque si escucharan los medios catalanes quizá tendrían otra percepción de estas extrañas elecciones.

Cada pueblo tiene el derecho a seguir el camino que decida. El que sea. Ni yo como ciudadano ni el Estado como estructura legal-histórica pueden utilizar de forma obscena nuestros recursos y sus influencias para impedir que se ejerza la democracia. Es decir, que se vote.

Anoche no se celebró un plebiscito porque legalmente eran unas elecciones autonómicas. Lo que necesita Cataluña, el País Vasco, Cuenca o Ribamontán al Mar es votar sobre su futuro cuando así lo decidan. O estamos en una democracia o no lo estamos. No nos vale la democracia a ratos. No nos vale que cuando el PP es la lista más votada y se aprovecha del injusto sistema electoral español sea legítimo y que cuando los partidos soberanistas catalanes se quedan rozando el 50% de los votos y suman la mayor cantidad de diputados (con el mismo e injusto sistema), entonces no sea válido. No vale que cuando Podemos nos molesta es una formación radical y antisistema que atenta contra las “bases de nuestra democracia” y cuando, de forma artificial, la puedo sumar al bloque no independentista, sus miembros me parecen unos chavales de lo más majos.

La reforma constitucional y de la ley electoral parecen hoy más urgentes que nunca. Sin la consagración electoral de la democracia real, todo lo demás será torticero, sucio, dudoso, ilegítimo: lo de Cataluña, lo de Cantabria o lo de España. Todo es mentira. Todo es manipulación.

¿De dónde procede? Pues casi siempre de Madrid, ese imán fagocitador que termina marcando y contaminando los procesos territoriales en este país condenado a estar pegado con babas (quizá de caracol) y a vivir disputándose las migajas que la capital del reino deja sueltas.

A mí la independencia me la trae al pairo. A mí una independencia manipulada y permeada por la burguesía catalana (la misma que ha robado al pueblo catalán desde tiempo inmemorial) o por la rancia oligarquía vasca (la que firmó el pacto de Santoña) no me sirve, pero jamás le negaría a un pueblo su derecho a decidir de forma soberana su forma jurídica nacional. Todo lo demás, todo lo que ha pasado es falsa democracia y fascismo de baja intensidad. A mí, la democracia a ratos no me sirve. A mí esta democracia, a ratos, no me sirve.

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