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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La mentira como sistema

Paco Gómez Nadal

Casi todo es mentira. Desde las canciones de amor romántico, baboso y mentiroso que inundan la radio hasta los huertos urbanos decorativos del ayuntamiento; desde la mayoría de primeras comuniones religiosas que se avecinan como fiesta del consumo y la impostura hasta la pírrica manifestación al grito de “¡Que se vayan todos!”; desde las arengas triunfalistas de estos seres del PP que cada vez parecen menos humanos hasta el pinche tablero y su centralidad de los salvapatrias de Podemos; desde la tosca burla de Ciudadanos del cambio para que no cambie nada a la nueva IU que huele tanto a la rancia IU.

Casi todo es mentira. Nosotros nos mentimos y ellos nos mienten, así que estamos empatados. Ni hay una ciudadanía activa que quiera que las cosas cambien ni hay un recambio político (al menos en Cantabria) que pueda permitir alegrías o esperanzas. La mayoría de los votantes están esperando que San Ladrillo opere el milagro de que todo vuelva a ser tan mentiroso como antes. La mayoría de partidos sólo quieren cuotas de poder avaladas por nuestros votos.

Se trata de la mentira como sistema en este sistema-mundo capitalista que nos hace creer (porque queremos creerlo) que poder elegir entre marcas de mayonesa es ser libre  y que nos mantiene alegres en la mentira porque en el “afuera” que nos cuentan los informativos “todo-es-peor”.

Son mentira los falsos debates de La Sexta (calculados al milímetro para generar rating) y son mentira las falsas asambleas ciudadanas en las que casi nadie participa. Es mentira el fetiche -la democracia- y somos mentira sus consumidores -usted y yo-. Pero es una mentira compartida –como la OJD- y eso tranquiliza. Hay un consenso que no es democrático pero sí es masivo: nos gusta esta mentira porque, a pesar de todo, seguimos siendo los elegidos, la minoría del planeta a la que le recogen la basura y la que manda a los niños al colegio.

Y... entonces... ¿No hay nada de verdad? Por supuesto que lo hay. Hay amor verdadero, como hay sexo sin complejos; hay políticos honestos como hay gente transparente en Podemos; hay periodistas laboriosos y fieles a la verdad (en caso de existir esta) como hay escritores que no teclean buscando el premio; hay plataformas ciudadanas esforzadas y sinceras, como hay documentales dolorosos que nos abren los ojos a punta de realidad... Lo que pasa es que la verdad está sobrevalorada, es minoritaria y molesta. Es muy molesta.

Le pedimos a los partidos que asuman la verdad de su corrupción interna pero escondemos la miseria de las relaciones patriarcales en el hogar. Exigimos a los medios de comunicación que no manipulen pero cambiamos de canal cuando vemos ahogarse a un puñado de negros después de ser figura de feria para los ejercicios de disparos de la Guardia Civil. Pedimos sinceridad a los maestros de nuestros hijos, pero jamás reconoceríamos que no tenemos tiempo para ser padres...

Es más fácil instalarse en la verdad ajena que en la propia. Es jodido reconocer que la manifestación del sábado fue un fracaso igual que no tenemos tiempo para destripar las mentiras de Ignacio Diego o Íñigo de la Serna sobre sus triunfos de papel maché. Es muy complicado trabajar sin esperar el éxito en este mundo en que ser un looser pasa por no haber sido uno de los 3.000 cantamañanas que se disfrazaron de zombis para no tener que ser ellos mismos.

Este sistema es mentira y utiliza la mentira como sistema, pero lo hace y lo puede hacer porque la mayoría nos sentimos confortables instalados en la mentira. O, como mínimo, en la incoherencia, que no deja de ser un entramado de mentiras pequeñas para que la vida no duela tanto.

Casi todo es mentira: es verdad. Pero quién dijo que queramos vivir en la desagradable realidad cuando todo el día nos proyectamos en la ficción como escapatoria. El problema, el verdadero problema hoy en día, es que hemos confundido ficción con negación, imaginar con mentir y vivir con simular. Antes de asaltar los cielos para cambiar el sistema, nos tocará liberar a nuestra conciencia de este secuestro tan largo como naturalizado. Un espejo y un poco de osadía serán suficientes para empezar. Luego... luego ya se verá.

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