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En el nombre de Tina

Santander —

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Durante el último año el expresidente de Valencia, Carlos Mazón, se aferró al cargo tras haber estado fuera de juego en la tragedia de la DANA. Cualquier otra persona en su situación se hubiese retirado de la escena pública avergonzado y hundido solo de pensar que, de haber estado donde debía, tomando decisiones, quizá se hubiese salvado aunque fuese una única persona.

El dolor y la culpa -que a él no le han vencido- le hubiese impedido seguir en el cargo a cualquier ser humano. Cabe cuestionarse de qué pasta está hecho para no conmoverse, para que la tragedia mortal no le haya sacudido la conciencia y solo haya dado un paso atrás un año después, y empujado por las circunstancias.

Hace menos de un mes una vecina de Los Corrales, enferma de ELA, pidió socorro. Dijo públicamente que renunciaba a hacerse una traqueotomía que podría haber alargado su vida porque no tenía recursos -dinero- para pagar los cuidados profesionales que requiere.

No quería “esclavizar” mas a sus hijas, que ya habían tenido que dejar de trabajar para ocuparse de ella día y noche.

Nadie la llamó. Nadie se interesó por ella. Nadie puso remedio a la situación. Nadie alivió la tragedia. Los responsables públicos sanitarios y sociales de todos los estamentos miraron para otro lado. No se dejaron conmover. Alguno habrá aliviado su conciencia en los cinco segundos que tardó en decidir y autoconvencerse de que no se podía hacer nada.

Tina murió a los 22 días de haberse hecho pública su historia. Tres días después el Congreso aprobó las ayudas de hasta 10.000 euros al mes para estos enfermos. No llegaron a tiempo hasta el hogar de Los Corrales de Buelna donde había una vida que rescatar.

Algunos románticos persisten en la convicción de que los responsables de lo público están para proteger a los ciudadanos, no para dejarnos a la intemperie o para proteger, con más ahinco, los intereses de los fuertes. Los débiles pierden demasiadas partidas pero su voz, frágil y pequeña, se escucha con más dificultad. Es un susurro en medio de la tormenta. Silenciada entre los fogonazos de los flashes y los truenos de causas más rentables que perdidas.

La muerte de Tina retrata a los responsables sanitarios y sociales que permitieron la infamia, que ni siquiera levantaron el teléfono para escucharla. El coraje de Tina deja aún más evidencia la falta de humanidad en el desempeño de un cargo efímero del que a lo mejor, un día, salen hasta con una medalla. Que la condecoración les recuerde, al menos con penitencia de remordimiento, que no hicieron nada.

Eso sí, unos días después se ha presentado un Plan de Humanización de la asistencia sanitaria en Cantabria. El propio consejero de Salud lo presentó el otro día en sociedad. No deja de ser paradójico que a las dos semanas de morir Tina los responsables sanitarios pretendan desempeñar el papel de embajadores de la humanización.