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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La nueva primera vez

Sala de cine vacía antes de una proyección.

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Primer día en una sala de cine después de que la pandemia nos trastocara la vida. Todo parece nuevo, diferente, alejado de lo que debiera ser normal. Las entradas las hemos cogido por internet, eso no ha cambiado, pero ya en el buscador de nuestros asientos hemos detectado que dejan un espacio libre —marcado con la equis de un tesoro ignoto— que evite el contacto con otros espectadores. Son las ocho de un sábado tórrido, a diez minutos de que comience la proyección, y las taquillas permanecen vacías —recomiendan que las entradas se compren online y se paguen con tarjeta—. No hay aglomeraciones y sí personas embozadas que buscan el gel hidroalcohólico —palabra que pronto veremos en el Diccionario—, que rebuscan en su teléfono móvil, que nos miran en la distancia y que dedican unos minutos a repasar las indicaciones que han impreso junto a la cartelera.

Hacía cuatro meses que no veníamos al cine, una de las actividades de ocio que más echábamos de menos. Y para abrir la veda hemos elegido The Gentlemen: Los señores de la mafia, una comedia de Guy Ritchie estrenada en marzo de este año pero que quedó en suspenso por culpa del confinamiento. Los más viejos recordarán a Ritchie como el exmarido de Madonna con quien tiene un hijo en común; los cinéfilos, por películas como Snatch: Cerdos y diamantes, las dos versiones exitosas de Sherlock Holmes u Operación U.N.C.L.E. The Gentlemen se percibe en el tráiler como un divertimento, una revisión socarrona y desenfadada del cine de mafiosos, con un argumento bien trenzado que hay que seguir con atención.

La sala a la que entramos permanece en penumbra, como si los responsables hubiesen escogido esta iluminación para evitar que nos miremos la mascarilla —de uso obligatorio salvo que nos dediquemos a las palomitas y a la Coca-Cola—. En la pantalla, los anuncios nos muestran que estamos recuperando la normalidad, que este verano será diferente; también que la primera vez siempre se recuerda: el primer beso, el primer viaje juntos, la primera comunión de dos cuerpos y, por supuesto, la primera película. Un recordatorio de que aquella va a ser una experiencia diferente porque será la primera. Así que, empujados por la emoción del anuncio, nos retrepamos en los asientos. Un par de avances de futuras películas y las imágenes de lo que será nuestro estreno cinematográfico postconfinamiento.

No hay pataleo, ni silbidos, tan propios de tiempos pretéritos. Quizás el enclaustramiento nos haya hecho más recogidos o las mascarillas nos dificulten el abucheo

Los títulos de crédito iniciales nos sumen en el estupor: las escenas que se proyectan en la pantalla corresponden a otra película, Personal Assistant. La reacción de los espectadores es diversa: unos murmuran, otros preguntan al vecino si es la sala correcta, otros insinúan que puede tratarse de un nuevo tráiler. No hay pataleo, ni silbidos, tan propios de tiempos pretéritos. Quizás el enclaustramiento nos haya hecho más recogidos o las mascarillas nos dificulten el abucheo. Pero el error pone en evidencia el comportamiento de los presentes y, por extensión, del ser humano: hay personas que rápidamente se levantan convencidas de que se han equivocado de sala; otras aguardan, confiadas de que se trata de una equivocación, para desistir al final y salir en estampida; los conformistas, por el contrario, esperamos a que se subsane el error —ha pasado tanto tiempo que también el proyeccionista ha olvidado cómo se hacía su trabajo—, conscientes de que estamos en la sala correcta o pensando, quizás, que tras meses de abstinencia, la película es solo una excusa.

Tras varios minutos con Dakota Jonhson moviéndose libre por la pantalla, la proyección se detiene, se suceden las imágenes de los anuncios ya emitidos rebobinándose y los espectadores fugados regresan al redil. La sesión comienza. Y tal como advertía la publicidad, no olvidaremos esta nueva primera vez.

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