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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Podríamos poder si podemos

Paco Gómez Nadal

A Podemos se le exige de todo. Es normal. Se pusieron en la pole position electoral a punta de un discurso demasiado angelical para esta pérfida sociedad de arribistas, saltimbanquis y adormecidos ciudadanos y ahora se les pide que sean coherentes y demuestren –para nuestra tranquilidad moral- que hay gentes nobles dentro del seno de nuestra sociedad que nos pueden sacar del atolladero mediocrático y mediocre en el que estamos atrapados.

No es justo con Podemos, pero tampoco parece razonable que nos regañen desde el pedestal de la honestidad y la limpieza asamblearia para luego deshacer nuestros anhelos a las primeras de cambio.

Las tensiones y pugnas internas parecen normales en cualquier grupo humano. Somos, precisamente, humanos. Pero no cualquier tipo de humanos porque nosotros hemos sido pasados por el tamiz del individualismo capitalista, atravesados por la falocracia que nos empuja a estar todo el tiempo chocando los masculinos cuernos a ver quién es el más fuerte, torturados por la imperiosa necesidad de ganar al adversario –que en España parece ser sinónimo de enemigo-, sometidos a la terrible presión de hacer valer las mayorías en lugar de dar valor a las minorías...

Es cierto que esas tensiones, esas broncas, esos comunicados cruzados de Podemos entre su versión autonómica y las municipales, ese terrible olor a viejo que desprende esta novedosa disputa sólo pueden ocurrir en partidos plurales y con cierto grado de transparencia. Todo el mundo sabe en Cantabria del odio inquino entre Iñigo de la Serna e Ignacio Diego, pero la derecha comparte objetivo (esquilmar une mucho) y las élites tiene la costumbre de guardar los cadáveres en casa o en cementerios privados. Es cierto que los periódicos tradicionales no le dedican los mismos centímetros al morboso espectáculo de Podemos que al patético y viejo conflicto del PP. No es menos verdad que Podemos, aún en su adolescencia política, tiende a mostrar su acné cuando queda en la plaza con los amigos y, aunque simule que su rostro no está perforado por la primavera democrática a la que apuesta, el resto si ve los estallidos de pus con un vistoso vicio voyerista.

Lo fácil en estos casos es buscar buenos y malos. Que si los oficialistas –palabra enlazada con satán- son terribles y estalinistas seguidores de una coleta despótica, que si los críticos son gentes de bien amparados en la espumosa melena del líder visible... Mi experiencia como periodista en conflictos de muy diverso pelaje me hace sospechar de las etiquetas simplistas, del blanco y negro, del buenos y malos. Los humanos somos más complejos. Lo lamentable es que la guerra abierta en los diferentes Podemos de Cantabria –porque ni les cuento la bronca cainita de Torrelavega, Reinosa o Castro Urdiales- y la aparición de arribistas políticos en esta formación por aluvión (es lo que tiene abrir círculos sin filtro en una sociedad incapacitada, de momento, para todo lo que se conjugue en horizontal) esté haciendo perder tanto tiempo y energías para lo que debería ser lo importante: construir una alternativa política real al caciquismo local y autonómico de la caspa (lo prefiero a casta) del Partido Popular.

Mientras Podemos se decide a ver si podría ser lo que dice querer ser, el PP corre a sus anchas. Su versión santanderina se gasta un pastón indecente en unos folletos vergonzosos -en los que saca pecho de la ciudad que se construye con nuestros impuestos (no con sus cajas B)- que reparten unos imberbes de chaqueta acolchada recién pasados por la peluquería bajo carpas sin logo. Mientras los partidos de la izquierda trabajan en programas complejos y coaliciones plurales, Ignacio Diego presume de la nada en giras pagadas con dinero público y en horas de trabajo que le pagamos todos nosotros. Mientras los juzgados están que arden investigando la podredumbre urdida por el PP y el PSOE en medio país, Íñigo de la Serna sigue sacando infografías de debajo de la chistera para arañar votos en la ciudad de las maravillas que se ha inventado. Mientras los medios de la derecha nos convencen de que Ciudadanos es un terrible partido de izquierdas camuflado de ovejita Lucera, el PSOE duplica la tirada de su panfleto callejero y gratuito para que sus candidatos, tan ausentes como flácidos, aparezcan en alguna portada. Mientras Podemos cada vez se parece más a las imágenes de la casa de Gran Hermano –donde emociones, bajeza y morbo se combinan en una densa masa mediática-, Revilla espera que el canibalismo externo le prepare el camino para salir el último en la carrera y llegar con suficiente aliento como para ser la bisagra eterna a la que aspira.

Aunque yo no soy defensor ni votante de Podemos, soy de los que creo que a Cantabria y a España le hace falta que exista y que lo haga bien. Necesitamos romper con el bipartidismo y con el anquilosamiento político en el que vivimos. Podemos ya ha hecho un gran aporte al cambio de tercio que precisamos: ha logrado que una parte de la sociedad se politice y mira, otra vez, con expectación el espectáculo electoral. Pero si sigue mirándose al ombligo de sus procesos de falso asamblearismo y no soluciona de una vez sus guerras internas, confirmará que su espuma era sólo eso: ilusión efímera, discurso publicitario sin fondo, plataforma de ensoñaciones basada en la demoscopia y en la tertulias televisivas. Ojalá no sea así.

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