Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Siempre perdiendo
Hace cuatro años hubo quien pronosticó corralitos en España, rescates millonarios, crujir de dientes, destrucción de empleo, muerte de los primogénitos. Algunas de esas amenazas se han cumplido, otras no. Eso no significa que no hayan pasado cosas. No ha habido corralito, por ejemplo, pero algunos dientes sí que se han oído crujir.
El Gobierno, sin embargo, hace ahora la vista gorda, tamiza las desgracias y aprovecha que ningún ángel exterminador ha descendido del cielo para sacar pecho poniendo sobre la mesa de la opinión pública las cifras de la recuperación. Como diciendo: ¿Veis como no se vive tan mal a paso y medio del Apocalipsis? Ese paso y medio es el legado que Rajoy esgrime para pedir la reelección. Así están las cosas.
Del rescate a la banca el Gobierno no dice nada: eso es vivir en el pasado. Tampoco de los casos de corrupción en el seno del Partido Popular: esas cosas solo son relevantes cuando atañen a los demás, en caso contrario es asunto de los jueces, respeto máximo. Por supuesto se habla muy poco del alarmante aumento de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza: falta mes y medio para las elecciones y no conviene emborronar la noticia de portada con asuntos colaterales. La recuperación económica ha llegado, cual Mesías que entra en el bar dando un portazo, se quita las gafas de sol y chasquea los dedos para invitar a todo el mundo a una ronda.
El Gobierno agita los datos de creación de empleo igual que en Cataluña otros agitan esteladas. Porque cada uno vende su película como puede. El negocio es el negocio, y el negocio consiste en seguir ahí. No se repara en gastos, ni en escrúpulos. Es el mismo truco que utilizan los magos, que un segundo antes de cambiar la moneda de mano te piden que firmes en el reverso de un cuatro de picas. Cuando vuelves a mirar la moneda ha desaparecido.
Rajoy y los suyos despiezan la recuperación siguiendo la veta que más conviene. Mira aquí. No mires allí. Fíjate en esto. A eso otro ni caso. Te dicen que el empleo está creciendo en una tasa internanual del 3,1 por ciento, pero no te cuentan que debido a la destrucción de empleo previa en los primeros dos años de legislatura las cifras de noviembre de 2015 arrojan un balance poco pintón, porque hoy hay menos personas con trabajo que hace cuatro años.
Tampoco se oye a Rajoy explicar que la afiliación a la Seguridad Social ha bajado en casi 140.000 personas a lo largo de la legislatura que termina. Ni que la inmensa mayoría de los contratos que se firman en España en estos momentos son temporales, y de esos la mayoría son a tiempo parcial. En resumen: el Gobierno habla de recuperación con datos cuidadosamente escogidos mientras aparta la vista de un mercado laboral cada día más precario y ruinoso.
A Mariano Rajoy se le suele acusar de actuar de manera pasiva ante los problemas. En realidad eso solo ocurre cuando se trata de hacer frente a situaciones incómodas que obligan a tomar decisiones en las que se arriesgan muchos votos, cosas como atajar la corrupción o la posible independencia de Cataluña. En otras cuestiones el Gobierno actúa con rapidez, mucha rapidez, aprovechando cualquier resquicio, escudado en su mayoría absoluta y siempre con la ideología por delante. Para demostrarlo, ahí está la Ley Wert, la reforma de la Justicia, la Ley Mordaza y, sobre todo, la reforma laboral, que tres años después, todavía tiene aplaudiendo a la patronal. ¿Quién dice que el Gobierno no gobierna?
No hay pereza ni medias tintas cuando se trata de hacer negocio. Y la reforma laboral, que según el Gobierno iba a terminar de raíz con los problemas endémicos del mercado laboral español, ha sido un negocio excelente. Despide barato, gratis si te mueves bien, olvídate de indemnizaciones, sueña despierto, atrévete, emprende, contrata por días, por semanas, reduce salarios, el mundo es tuyo.
Para definir la reforma laboral bastan las palabras del ministro de Economía, Luis de Guindos, que en una reunión del Eurogrupo celebrada un día antes de que se aprobara el texto se acercó al comisario de Economía, Olli Rehn, para susurrarle al oído que la reforma iba a ser “extremadamente, extremadamente agresiva”. Lo hizo sin percatarse de que había un micrófono abierto al lado. Desventajas de la tecnología y de mandar a Bruselas a un ministro que habla inglés.
Eran los tiempos en los que la bota del Eurogrupo pisaba el cuello de cualquier Gobierno que se negara a aceptar las recetas de austeridad a palos y liberalismo a dolor que llegaban desde Bruselas. Unos tiempos tan parecidos a los actuales que cuesta diferenciarlos. “Habrá flexibilidad en la negociación de los convenios colectivos y se reducirá la indemnización por despido”, avanzó De Guindos al comisario. “Excelente”, sentenció Rehn.
Ahí quedaron vistos para sentencia un buen puñado de derechos laborales y otras cosas sin importancia. Y en esas estamos. El “podría haber sido peor” es el nuevo “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades”. A la hora de hacer balance yo diría que no todos han perdido, pero que la mayoría ha perdido. Yo diría que yo he perdido. Y que sigo perdiendo.
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