Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Simular la realidad
Cada vez que visito mi pasado tengo la sensación de que contemplo una serie de televisión o leo una novela. A ver, sé que soy el protagonista, sé que todo aquello lo viví yo. Pero al mismo tiempo aquello que viví no deja de ser hoy una narración, una historia que me cuento y por eso, porque es una historia que me cuento, tiene algo ficción. ¿Solo algo? La memoria es indispensable para comprenderse, para construir una identidad, pero es inexacta, subjetiva, parcial y muchas veces de tanto contarnos cosas que no son ciertas, o que no son ciertas del todo, acabamos creyendo que las cosas son como nos las narramos y no como las cosas fueron. Todo esto es un lío monumental porque ni siquiera es posible ponerse de acuerdo para decir cuál ha sido la verdad en una conversación de hace cinco minutos. La memoria es siempre una simulación de la realidad. Incluso el presente más absoluto lo es ya que nadie percibe las cosas de la misma manera porque la percepción implica una interpretación, una selección y una transformación.
Parece que lo inventado acaba sustituyendo a lo real. Bueno, quizá sería más preciso decir que nuestra memoria es una máquina de hacer versiones un tanto fantásticas a partir de hechos reales. Con la memoria colectiva no ocurre necesariamente algo distinto. Recuerdo una conversación entre antiguos compañeros de trabajo en la que se contó una vieja anécdota. La persona que la contó introdujo un matiz nuevo, inventado, que hacía la historia más divertida. El caso es que aquel matiz no fue discutido por nadie, sabíamos que no era verdad pero todos nos echamos en los brazos de esa agradable mentira, de ese adorno. Pero es que, claro, la anécdota era mucho mejor versionada y eso nos hacía a nosotros, quizá, un poco mejores a nuestros propios ojos. La anécdota se ha ido alejando más de la realidad a medida que la hemos ido contando y ya me cuesta distinguir qué es lo que realmente sucedió.
David Shields asegura en su libro 'Hambre de realidad' que “la especie humana no soporta demasiada realidad”. Dice también: “Todos deformamos la verdad y decimos mentiras por omisión”. De todo esto habla también Coetzee en 'El buen relato', un libro en el que el premio Nobel conversa con la psicóloga Arabella Kurtz. Coetzee, demoledor, asegura que “la imaginación es una facultad que utilizamos para elaborar, para nosotros y nuestro círculo, el relato que más nos conviene, un relato que justifique cómo nos hemos comportado en el pasado y cómo nos comportamos en el presente, una historia en la que nosotros solemos tener razón y los demás no”. Esto nos debería llevar, quizá, a desconfiar sistemáticamente de nuestra propia versión de la realidad y, también, de las versiones de la realidad que hacen el resto. Pero si todo es una invención, una versión adaptada a las necesidades de cada uno, si todo es una tiniebla o un espejismo de la imaginación ¿en qué lugares sólidos podremos apoyarnos?
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