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“Sostenemos la economía mundial, somos la mitad del mundo y las madres de la otra mitad”

Isabel Sáenz durante su encuentro en La Vorágine.

María Pérez Guerra

Isabel Sáenz es activista y representa a su país, Guatemala, en la Marcha Mundial por las Mujeres. Esta feminista dedica su actividad a alentar a las mujeres sobre la necesidad de posicionarse contra las situaciones que las opriman y habla de la situación y consecuencias que conlleva el machismo para el país centroamericano.

Su condición de activista, formar parte de grandes movimientos feministas mundiales y ser originaria de un país donde son asesinadas 600 mujeres al año la legitima hablar sobre la crisis política guatemalteca y denunciar su impacto en la vida de las mujeres, “porque el mundo tiene que estar informado”. Así lo hizo ayer en la librería La Vorágine.

¿Qué particularidades tiene la opresión a la mujer en Guatemala?

En mi país hay 18 millones de habitantes. De ellos, nueve millones viven en condiciones de pobreza y, dentro de ellos, el 50% son mujeres. Los niveles de exclusión para las mujeres en Guatemala son alarmantes. Hasta junio de este año ha habido 400 feminicidios. Además, hay 4.000 niñas menores de trece años embarazadas, 52 de ellas menores de diez años; lo que implica que hay violencia sexual. El tema de la violencia contra las mujeres en Guatemala no es un problema solo de salud, sino que es un problema político, porque los gobiernos, históricamente, no ponen atención en ello. Esta situación hace que Guatemala sea el segundo país en las tasas de mortalidad materna y de analfabetismo en América Latina. Por otro lado, las niñas tienen que ir a trabajar en lugar de estudiar, lo que las deja en condiciones de vulnerabilidad. 

¿Esta situación condiciona a las niñas para que en un futuro tampoco puedan avanzar y mejorar?

Cuando las niñas son violentadas o mandadas a trabajar, su proyecto de vida se rompe porque tendrían que estar en la escuela. En cambio, las niñas en Guatemala trabajan desde muy pequeñas, cuidan a sus hermanos, hacen trabajos domésticos… No tienen oportunidades de desarrollar sus capacidades y sus proyectos se ven frustrados. ¿Cómo puede avanzar el desarrollo de un país si no hay oportunidades de educación?

La lucha feminista se ha convertido en un fenómeno global. ¿Ese hecho ayuda a que países donde las mujeres tienen más libertad impulsen la lucha en otros lugares donde hay menos?

Sí. Los grandes movimientos en América del Sur, España y otros lugares hacen que haya una presión internacional para que se pongan los ojos en temas de las mujeres. El movimiento de mujeres, si se mueve y se manifiesta, hace que la presión llegue a nuestros países. Hay una reacción de negación por parte de la Iglesia y de los espacios más conservadores del país, pero si se mueve a nivel internacional, podemos hacer acciones también nosotras de denuncia, de información, de las cosas que están pasando a nivel mundial para el país.

¿Hasta qué punto es importante la unión de todas las mujeres?

Acabamos de terminar el encuentro mundial de la Marcha Mundial de Mujeres en Bilbao. El hecho de que los cinco continentes estén representados, que haya coincidencia en temas como la violencia, la paz, la guerra y la defensa del cuerpo contribuye para que los movimientos de América podamos avanzar. Las grandes marchas, la participación de las mujeres jóvenes, es algo que anima a todas las mujeres.

¿Qué dirección cree que va a tomar esta lucha?

El 24 de abril de 2019, en el marco de la Macha Mundial, hay una acción política a la que nos tenemos que subir todas las mujeres. Terminará el 17 de octubre con el tema de la pobreza de las mujeres. Las mujeres jóvenes se tienen que ir involucrando e informando de qué están haciendo otras mujeres, como el tema de las mujeres palestinas en los territorios ocupados. Todo lo que se aborda en la reunión de la Marcha Mundial es como una agenda que el mundo de las mujeres tiene que conocer.

Y después, ¿tocará el turno de que el mensaje cale en los hombres y las instituciones?

Por supuesto. Nosotras vamos a seguir, como movimiento, insistiendo en que los hombres tienen que hacer el ejercicio y nosotras seguiremos cuestionando la división sexual del trabajo y defendiendo que las mujeres sostenemos la economía del mundo y somos la mitad del mundo y las madres de la otra mitad del mundo. En ese sentido, los hombres tienen que asumir responsabilidades. 

Una caravana de migrantes está atravesando Centroamérica, desde Honduras hasta Estados Unidos, pasando por Guatemala. ¿Este viaje entraña un riesgo especial para las mujeres?

Total y absolutamente. El otro día atendimos a 2.000 personas que llegaban a Guatemala en una noche. 350 mujeres iban sin zapatos, sin sábanas, sin ropa, sin pañales para sus niños, sin mochila, sin alimentos. Nosotras, como Red de Defensoras de Derechos Humanos, alcanzamos a entregar lo que hacía falta. Van en condiciones muy vulnerables y uno de los problemas más grandes que tienen es la violencia sexual, porque se quedan en albergues abiertos, en los patios de los colegios o universidades, y eso genera un peligro latente para las niñas y para las mujeres.

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