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Entrevista Antonio Aragón, fotoperiodista

“El negro que ves en la tele te da lástima y el que llama a tu puerta te da miedo”

Antonio Aragón rodeado de niños en uno de sus viajes por África.

Blanca Sáinz

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El fotoperiodista Antonio Aragón ha dedicado su 2020 a hacer ese trabajo de oficina que habitualmente no tiene tiempo de hacer. Y es que este santanderino afincado en Nicaragua seis meses al año suele dedicar los otros seis a recorrer el mundo en busca de lo que él mismo denomina como “historias olvidadas”. Hasta el 28 de febrero, el Palacete del Embarcadero albergará su muestra 'Infancia robada', que junto a la exposición de la Biblioteca Central de Cantabria, y un libro recopilatorio, forman 'El paraíso de los corazones olvidados', un trabajo con el que busca dar voz a cuatro problemáticas que sufren los niños de África. Hace unos días, el fotógrafo documental habló con elDiario.es aprovechando que aún se encuentra en Santander, y trató sin tapujos la situación de su profesión en España y la vuelta a la normalidad tras el coronavirus.

¿Qué puede esperar el que vaya a visitar 'Infancia robada'?

Mi trabajo consiste en documentar la realidad que ocurre en ciertos lugares. Yo estoy especializado en documentar o fotografiar lugares que no aparecen en los medios de comunicación, y tratar problemáticas que están bastante olvidadas. Lo que he hecho durante estos últimos años ha sido documentar ciertas historias que ocurren en países del mal llamado tercer mundo, y en este sentido en el Palacete del Embarcadero de Santander se pueden encontrar cuatro historias, cuatro series de fotografías que hablan de problemas que sufre la infancia en África.

¿Cómo hace, cuando vuelve, para volver a tener problemas “del primer mundo”?

Cada vez que me embarco en una aventura, tengo la gran suerte de que en el fondo yo sé que tengo un día de vuelta. La ventaja que tengo es que voy a documentarlo y, cuando lo veo muy mal, estoy muy saturado, o cuando creo que ya tengo la historia más o menos concluida, me puedo volver. También es cierto que yo no vivo en España, vivo en uno de esos países de ese mal llamado tercer mundo, por lo que el cambio tampoco es tan dramático, por decirlo de alguna manera… Pero sí que es cierto que cuando vuelvo a España me sorprenden un poco los problemas o las preocupaciones que tiene la gente por estas latitudes. Tú acabas de venir de África y de hacer una historia sobre la hambruna y llegas a Santander y, claro, los problemas que tienes aquí los relativizas. Lo que sí que intento es no discutir, y para ello procuro no contar mucho sobre lo que he vivido porque creo que una persona de un país como España y que tenga una vida normal, no lo va a entender. Cuando era más joven era más vehemente, y a veces entraba en discusiones, pero ya no.

¿Cómo le ha afectado la pandemia como fotógrafo que dedica su vida profesional a recorrer el mundo?

Muchísimo, como a todos. Ha sido un año fatídico, todos los proyectos que tenía, todos mis viajes, se han caído. Yo soy fotógrafo freelance, me dedico a hacer mis propias historias, pero también, de vez en cuando, hago algún encargo. Este año tenía previstos como siete u ocho viajes, y aquí estoy. Así que este año no he podido hacer ninguna fotografía del trabajo que hago, nada de producción.

¿Por qué no ha hecho nada relacionado con el coronavirus?

No me apetecía, la verdad. Lo está haciendo todo el mundo y lo están haciendo muy bien. No creo que yo pudiese haber aportado nada nuevo, entonces en ese sentido he intentado seguir fiel a mi línea de trabajo y seguir con las historias olvidadas, no en historias que aparecen en los medios de comunicación a todas horas, en este caso el coronavirus. He aprovechado el año, que me ha venido fantásticamente bien entre otras muchas cosas para poder preparar el proyecto de 'El paraíso de los corazones olvidados', que es un proyecto grande. Está dividido en dos exposiciones, la de la Biblioteca Central de Cantabria, y la del Palacete del Embarcadero de Santander, pero después también presentaremos un libro, que es la piedra angular del proyecto. Ahí habrá un resumen de todas las historias que vienen en las dos exposiciones... Me ha venido bien este tiempo. He venido en noviembre a Santander y sigo aquí dos meses después. ¡Hacía que no pasaba eso 20 años!

Si hay muertos hay que fotografiarlos, porque si no ocurre lo que ha ocurrido esta vez, que la gente se piensa que el coronavirus es una cosa muy lejana

¿Dónde ha pasado estos diez meses con prohibición de movilidad?

En Nicaragua. El último viaje que hice fue en febrero de 2020, que estuve en Ucrania, después he estado hasta noviembre allí recluido. Y digo recluido porque Nicaragua ha sido uno de los pocos países que cerró completamente. No había manera de moverse. Pero también ha sido incongruente, porque no estás obligado a llevar mascarilla, no hay distanciamiento social, hacían fiestas… Así que era un poco contradictorio: el país cerrado, pero abierto dentro de sus fronteras.

¿Cómo llevará volver a ser un nómada cuando todo vuelva a la normalidad?

Creo que con mucha normalidad. Durante muchos años he simultaneado mucho ser casero y ser de calle porque paso seis meses viajando en los que estoy durmiendo donde sea y feliz por no estar en casa, y los otros seis meses en Managua, donde no salgo prácticamente de casa. Lo que sí que tengo son unas ganas locas de volver a coger las cámaras y salir a hacer fotos.

Fotografiar en el primer mundo es infinitamente más complicado que hacerlo en el tercero

¿Cómo valora el trabajo de los fotoperiodistas españoles durante esta etapa? Se han quejado mucho de que han tenido muchos problemas para trabajar y que quizá no se les ha dejado reflejar la crudeza de la situación…

Totalmente cierto. En España, por suerte, tenemos grandísimos fotoperiodistas y fotógrafos documentales que trabajan muy bien y que están, también hay que decirlo, muy reconocidos a nivel internacional. Aunque la mayoría de las veces en nuestras fronteras no se les apoye, no se les valore y sobre todo no se les quiera pagar por sus trabajos. Por la parte que toca al tema profesional, estamos totalmente cubiertos, pero siendo un poco crítico, creo que donde no estamos tan cubiertos es por el lado político. El negro que ves en la tele te da lástima y el que llama a tu puerta te da miedo. Y en ese sentido, los políticos han pensado que no pasa nada por publicar mis trabajos en España porque es gente de otros países y no hay ningún problema con eso, pero cuando se meten en tu casa a fotografiar tus miserias a la gente no le apetece demasiado. No sé por qué tienen miedo a dejar fotografiar la realidad y lo que ocurre. Lo que tenemos es lo que hay, y hay que documentarlo y fotografiarlo. Y si hay muertos hay que fotografiarlos, porque si no ocurre lo que ha ocurrido esta vez, que la gente se piensa que el coronavirus es una cosa muy lejana, y que esas frías estadísticas que sacan en los telediarios todos los días son invenciones de vete a saber quién. Pero no solo ocurre con el coronavirus, desde hace años prácticamente todo está prohibido. Hablamos siempre de que en el primer mundo hay libertad de expresión, y es el paraíso de los derechos, y es todo mentira. Y con la fotografía pasa: hay una manifestación y no puedes fotografiarla, unos desahucios, tampoco, una casa okupa, tampoco. No les interesa y entonces no te dejan. Nos están coartando la libertad de expresión, y ahora el mundo ha cambiado. Los medios de comunicación ya no son lo que eran, ahora todo es mucho mas negocio de lo que era antes, y las redes sociales priman. Por lo que ahora la verdad está mucho más en tela de juicio que antes. Es una época en la que hay que tener mucho cuidado y los fotoperiodistas deberíamos ser los defensores de la verdad, lo han demostrado durante esta época con el coronavirus, y lo han cubierto demasiado bien para las facilidades que les han dado.

Y en relación con esta pregunta, ¿cree que un fotoperiodista puede ser completamente libre en algún país del mundo?

Pues sé que fotografiar en el primer mundo es infinitamente más complicado que hacerlo en el tercero, pero yo no soy bienvenido casi nunca a los sitios a los que voy. La mayoría de las veces tengo que entrar o salir escondido, porque las historias que siempre me han interesado son historias que vulneran de alguna forma los derechos humanos y tienen que ver con injusticias. La censura ocurre en todas partes, lo que pasa es que es en diferentes formas. En el primer mundo todo es mucho más encubierto, te crees que tienes derecho a todo y no es así. De hecho, no tienes derecho a nada y te das cuenta en cuanto lo analizas. En ese sentido, el coronavirus ha venido muy bien porque nos ha venido a recordar que no somos inmunes. Nos pensábamos que no había un sistema y, de repente, todos nos hemos dado cuenta de que somos esclavos del sistema a cambio de que nos den comodidades.

¿Cuáles son Sus próximos proyectos?

Por suerte o por desgracia, el coronavirus solo me ha afectado de forma circunstancial para los viajes porque sigo trabajando exactamente lo mismo, pero en otro tipo de cosas, y la verdad es que 2020 ha sido el año de mi vida que más he expuesto, porque como no había opción de salir, al estar en la oficina, me he dedicado a mandar mi trabajo para que lo expusiesen. Este 2021 creo que va a estar perdido, así que lo voy a dedicar a seguir terminando cosas que tenía empezadas y nunca pude terminar.

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