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Entrevista Pilar Iglesias, doctora en Filología Inglesa y escritora

“Cuando un país quiere imponer una rígida moral sexual siempre pasa por el cuerpo y la vida de las mujeres”

Foto de un hogar del "Auxilio Social" donde el régimen acogía niños

Blanca Sáinz

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Las Lavanderías de la Magdalena en Irlanda y el Patronato de Protección a la Mujer en España representan una parte de la historia que, como tantas que tocan a las mujeres, ha sido invisibilizada década tras década. Ambas instituciones, que se dedicaban a castigar y tratar de manipular la sexualidad y el cuerpo de las mujeres a través de la religión, estuvieron presentes hasta finales del siglo XX, y aunque el caso irlandés, que comenzó en 1922, ya ha sido investigado y se encuentra en proceso de reparación, el caso español, que transcurrió desde 1941 hasta 1985, sigue sin conocerse públicamente. Precisamente, el hecho de que apenas se conociese fue lo que llevó a la doctora en Filología Inglesa y escritora Pilar Iglesias Aparicio (Madrid, 1949) a escribir 'Políticas de represión y punición de las mujeres', un libro que se presenta este viernes 14 de octubre en la Librería La Vorágine de Santander y donde se compara la institución irlandesa con la española para llegar a la reflexión de que las mujeres y su maternidad siempre han sido la “moneda de cambio” para que los hombres ejerciesen su poder.

En 'Políticas de represión y punición de las mujeres' realiza un estudio comparativo del Patronato de Protección a la Mujer de España y las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda. Pero entiendo que hay más casos en el mundo que utilizaban modelos parecidos a estos dos, ¿no es así?

Conventos y lavanderías con la misma estructura de las de Irlanda ha habido en Nueva Zelanda, Australia, Canadá y en Estados Unidos. En mi trabajo me centro sobre todo en la República de Irlanda, que estuvieron en funcionamiento desde 1922 hasta 1996. Este tipo de instituciones en España vienen existiendo desde el siglo XVI y son las que se denominaban 'casas de recogidas'. Es un tipo de institución y un tipo de práctica de aislamiento de control y de castigo de las mujeres que no tiene un paralelismo para los hombres. Simplemente por sospechar que se han producido algunos comportamientos o incluso por haber sido víctimas de violencia sexual en su familia, por parte de un sacerdote, o por el señor en cuya casa trabajaban, eran penalizadas.

Llama la atención que se utilicen los mismos mecanismos de castigo hacia las mujeres en tantos lugares y tan lejanos entre sí.

Pues sí, y además aquí cuando nos centramos en el Patronato de Protección a la Mujer, que se pone en marcha en 1941, sí que tenemos que inscribirlo en el marco de toda la normativa de negación de derechos de las mujeres y de política natalista del franquismo. Pero obviamente no se limita a ese marco y hay tres sistemas de poder que subyacen a estas instituciones que son: el poder del sistema patriarcal, el poder del Estado y el poder religioso, en este caso de la Iglesia Católica. Los tres se combinan y de alguna manera hay un cambalache de poder entre Estado e Iglesia que se ve muy bien tanto en Irlanda como en el franquismo. El Estado saca unos beneficios de ceder a la Iglesia el control y la ‘atención’ de las mujeres y la infancia, y, además, la Iglesia se queda con esa baza de control mientras el Estado santifica y bautiza de cruzada la Guerra Civil, el golpe de Estado y toda la violencia posterior. Hay que ir mirando cómo se van creando unas dependencias y cómo van jugando los distintos sistemas de poder y cómo eso tiene unas consecuencias al cabo del tiempo, pero parece que las personas que están en mayor situación de vulnerabilidad por la propia estructura de la sociedad, que son las mujeres y los niños, van a ser la moneda de cambio.

Los Patronatos del franquismo eran granjas de mujeres embarazadas, algo que continúa hoy en día con la maternidad subrogada

Algo que tampoco ha cambiado mucho en la actualidad.

Ahora tenemos el horror evidente en Afganistán o Irán. E igual que estas instituciones, hay lugares donde este tipo de políticas de estructuras se expresa más salvajemente. Seguimos viendo lo mismo porque, además, cuando cualquier país quiere imponer una rígida moral sexual, y es lo que teníamos con el nacionalcatolicismo, siempre va a pasar por el cuerpo y la vida de las mujeres. A los hombres no se les exige ser los guardianes de esa moral.

¿Cuáles eran los principales motivos que llevaban a estas mujeres al Patronato?

En el caso de Irlanda, que una mujer sea considerada como atractiva era suficiente para encerrarla. En el caso de España, había una figura que eran las celadoras que recorrían, por ejemplo, las fiestas de un pueblo y si una chica bailaba muy pegada a un chico o llevaba la falda corta esto podía ser un motivo de intervención. En todas estas instituciones lo primero que hacían era mirar la virginidad y si suponían que las chicas habían tenido relaciones sexuales iban a un centro más duro. No se preguntaba más a pesar de que esa chica podía haber sido violada por su padre, pero los victimarios jamás eran perseguidos. Luego, en el caso de que estuviesen embarazadas iban a las maternidades. Ahí las sometían a un chantaje emocional desde el primer momento para que firmasen la adopción y algunas la firmaban. En otros casos, en el momento del parto les decían que el bebé había nacido muerto. Todo lo que ha salido después del robo de bebés es la continuación de la trama que empezó aquí porque están implicadas las mismas personas. Tiene mucho de negocio pero tiene sobre todo de construcción de la política sexual patriarcal. Para ellos hay Magdalenas, Evas y Marías, mujeres buenas y malas, lo que supone que hay madres que no merecen serlo y otras que sí. Los Patronatos que había en el franquismo eran granjas de mujeres embarazadas a las que se robaba su maternidad y su cuerpo, algo que continúa hoy en día con la maternidad subrogada. Sucedía en las dictaduras latinoamericanas cuando se mantenía a las militantes con vida hasta que diesen a luz… Vas viendo diferentes rostros de esa utilización.

En esos centros también había niñas. ¿Por qué motivos entraban ahí?

Las chicas que iban se supone que ya tenían unos 16 años, pero la verdad es que a veces las llevaban más pequeñas. Lo que sorprende es que en los años 70 se estaba proponiendo que se redujese la edad a 14 años porque las niñas cada vez tenían más deseo sexual. En el caso de Irlanda, a veces llevaban a niñas de 8 o 9 años y algunas mujeres quedaban en el convento para siempre como una especie de criadas institucionalizadas. Las que eran más rebeldes o las que eran lesbianas, o se consideraba que lo fuesen, iban a manicomios. Estos eran el último eslabón: primero eran los orfelinatos, después patronatos, después cárceles de mujeres y después el manicomio. Estas instituciones eran durísimas y en el caso del Patronato les trasladaban a otras ciudades para estar lejos y luego dependía de las monjas que recibiesen visitas o no.

¿Las monjas también fueron muy duras con ellas?

Bueno… Las monjas no es que hiciesen las cosas porque eran malas. La cuestión es que era un patrón educativo que venía de siglos atrás. Incluso hubo una orden, la del Buen Pastor, que escribió un manual. Es algo estructural y a veces se presenta como que había monjas malas y claro que las habría, pero había un modelo de tratamiento. Un modelo en una institución que, además, ni siquiera está dirigida por mujeres, porque ellas al final también son piezas de una institución dirigida por hombres. Después, las mismas órdenes religiosas siguen teniendo ahora educación y atención a mujeres migrantes, mujeres en situación de prostitución o mujeres embarazadas. Esto me parece muy gordo porque además se les ha concedido el Premio Princesa de Asturias a dos de ellas.

Se considera que hay que convertirlas porque son pecadoras, penitentes y tienen que salvarse a base de sufrimiento, oración y trabajo

Pero supongo que la situación sea muy diferente a la que era entonces.

Se supone que sí, claro. Pero yo siempre pregunto en las presentaciones de libros, si el Estado español ejerce la debida vigilancia sobre todos los centros de atención a menores, casas de acogida, mujeres en situación de violencia… Gran parte de esos servicios están externalizados, lo cual lleva consigo que sean empresas privadas que reciban una subvención, que las empleadas tengan un horario excesivo y estén mal pagadas. Los servicios sociales son el último mono y la sociedad siempre mira para otro lado porque no nos interesa demasiado.

Las mujeres que se encontraban en estos centros trabajaban, ¿verdad?

En el caso de Irlanda trabajaban en auténticas lavanderías industriales y era horrible. En el de España también trabajaban para lugares como El Corte Inglés u otras empresas, pero el trabajo era un poco menos duro aunque las condiciones de vida y las sanitarias eran malas, el tratamiento era muy humillante y, por ejemplo, el momento del parto era fatal. Vas viendo derechos humanos de las mujeres y todos estaban violados pero el trabajo más horrible era fregar suelos de rodillas con una barriga a punto de parir, o llenar sacas para correos. Pero el de las lavanderías fue extremadamente horroroso porque allí lavaban con sosa, con máquinas enormes, las manos se les hacían polvo. Pero siempre hay unas características en este tratamiento que son la humillación, el castigo físico, la imposición religiosa y el trabajo. Se considera que hay que convertirlas porque son pecadoras, penitentes y tienen que salvarse a base de sufrimiento, oración y trabajo.

Así como en Irlanda sí que se está investigando y aplicando políticas de reparación, no ocurre lo mismo en España.

En Irlanda ha habido un proceso de incidencia política muy interesante porque a lo largo de los 90 se descubrió que en unos terrenos de un convento-lavandería en Dublín que querían vender las monjas para construir en otro sitio aparecieron 155 enterramientos de mujeres. Muchas de ellas sin nombre, sin certificado de defunción e identificadas como ‘Magdalena de’. Esto fue un primer escándalo que no pudieron ocultar y a partir de ahí se puso en marcha un grupo que inició un proceso de incidencia política con todas las patas. Por un lado, la sociedad civil se enteró a través de la cultura y los medios de comunicación y, por otro, el Gobierno irlandés abrió una comisión de investigación tras la que pidió perdón públicamente y puso en marcha un esquema de reparación con reparación económica. Y eso siendo un país con un peso enorme de la Iglesia Católica, pero ha habido un grupo de gente que lo ha luchado y ha encontrado la colaboración del mundo del arte, de la política, la investigación, la universidad y la sociedad civil, que mientras tanto estaba exigiendo.

¿Y en el caso español?

En el mundo académico hay investigaciones sobre las casas de recogida, los orfelinatos antiguos, investigaciones sobre las mujeres en las cárceles en el franquismo, pero el Patronato es eso que nadie quería ver. En España hay una ventaja frente a Irlanda y es que este organismo publicaba memorias anuales, y se sabe que se han tirado papeles, pero hay provincias donde sí hay y se puede hacer una investigación. De hecho, en función de la Ley de Memoria Democrática y otras leyes pueden abordarse investigaciones relativas a ello. Es un tema que se desconoce hasta por gente muy metida en la política y el feminismo, y eso es porque se ha ocultado muy bien. Es invisible como todo lo que toca a las mujeres. 

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