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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Feijóo no es Bolsonaro, Ayuso no es Trump, no nos pasemos

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Me desdigo. Reniego de mi artículo anterior. España no es Brasil, Feijóo no es Bolsonaro, Ayuso no es Trump y Abascal no es franquista, no nos pasemos. Aquí no puede ocurrir lo que ha ocurrido en Brasilia ni en el Capitolio de Estados Unidos. La derecha española ha cerrado filas con la democracia y el Gobierno después del asalto a las instituciones brasileñas. Feijóo ha sido claro. Ha negado haber calificado a Sánchez como “líder soberbio”, “caudillista” o “presidente más autoritario de la democracia” y ha criticado con dureza a quienes sugieren que prepara un “asalto institucional” para “perpetuarse” en el poder. Eso son paparruchas, bulos de Ok Diario, ha comentado risueño ante Eduardo Inda que ha pedido perdón por inventarse más noticias que una granja de bots chinos.  

El moderadísimo líder de la oposición está convencido de que “hay multitud de indicios racionales que acreditan que” NO “existe un plan premeditado para alterar sustancialmente las bases de la convivencia democrática” y que nadie puede decir que en España no se respeta “la democracia parlamentaria”. Es una infamia decir que Pedro Sánchez ha convertido “a toda la nación en rehén” del independentismo y el terrorismo, ha rematado con énfasis en un foro del diario ABC en el que empresarios, políticos y periodistas, demócratas todos, han mostrado su adhesión al parlamentarismo y las mayorías parlamentarias. 

¿Y cuál es la mayoría parlamentaria en España?, le ha preguntado un periodista un poco quisquilloso. El gallego ha explicado pacientemente que la mayoría la forman los no menos de 185 votos con los que el Gobierno ha aprobado sus Presupuestos y sus leyes y la minoría es el PP que tiene solo 88 diputados, 32 menos que el PSOE. Una cosa es hacer oposición y otra muy distinta cuestionar el resultado de las urnas y de las votaciones del Congreso, ha zanjado entre sonoros aplausos, con la sala puesta en pie lanzando vivas a la democracia. 

Entre los asistentes, la más efusiva aplaudiendo era Isabel Díaz Ayuso, que ha reconocido que es una exageración llamar a Sánchez “tirano” y “autoritario”, expresiones que jamás ella le hubiera dedicado, mucho menos insultos como “felón”, “traidor”, “incapaz”, “mediocre”, “mentiroso compulsivo”, “incompetente” o “catástrofe”, como hizo Pablo Casado. De hecho, por su incontinencia y su extremismo la presidenta madrileña tuvo que echarle a patadas del partido, según ha confesado horas después en los micrófonos de Federico, al que también se le ha escapado algún “viva la democracia, muera el golpismo”. 

En la misma línea se ha expresado el líder de Vox, Santiago Abascal, que ha retirado su denuncia contra el Gobierno en el Supremo por “conspiración para la rebelión” y se ha denunciado a sí mismo por decir que la reforma del Código Penal es “un golpe de Estado”. Hay días en los que se le calienta el morro y se viene arriba como Carrero, ha confesado el líder ultra mientras se abofeteaba en la boca por la que habían salido palabras como “okupa” o “dictador” dirigidas al presidente y sus ministros. 

También Cuca Gamarra ha mostrado su arrepentimiento y ha borrado el tweet en el que decía que en España lo que había pasado en Brasil serían solo “desórdenes públicos” por culpa de la reforma de Sánchez del delito de sedición. Poco después, ha publicado otro pidiendo perdón porque los independentistas catalanes fueron condenados por “sedición”, un delito en el que no existe violencia como la que sí hubo por parte de trumpistas y bolsonaristas. El que tiene boca se equivoca y Twitter lo carga el diablo, se ha excusado la portavoz parlamentaria del PP, abofeteándose la mano con la que tuitea. 

En tromba han salido otros compañeros suyos a disculparse por comparar las manifestaciones de “Rodea el Congreso” con lo sucedido en Brasilia y Washington. Entre ellos, el propio Feijóo y el también moderadísimo, Borja Sémper, nuevo portavoz de los populares que se ha estrenado haciendo pedagogía y explicando a la ciudadanía que no es lo mismo un asalto vandálico con armas y miles de detenidos, incluso un muerto en Estados Unidos, que una manifestación legal en las inmediaciones del Parlamento que no irrumpe en la Cámara ni interrumpe la actividad parlamentaria. Como Sémper ha reconocido, esto que lo entiende hasta un niño, les cuesta entenderlo a algunos miembros de su partido.

Pero ha sido unánime la condena del PP a quienes, como Trump y Bolsonaro, ponen en duda el sistema de voto. Especialmente contundente ha sido Esteban González Pons que se ha afeado a sí mismo por sugerir que Sánchez podía manipular las elecciones porque controla Indra, la empresa encargada de comunicar los resultados. El eurodiputado ha reconocido que se le olvidó que el recuento se hace en cada mesa con interventores de todos los partidos, que Indra solo centraliza los datos y que es muy fácil descubrir el fraude. Vox también ha abandonado la teoría del pucherazo y ha anunciado su pronta disolución porque si la democracia funciona, ellos no pintan nada. El PP se lo está pensando.

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