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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Hooligans

Javier Gallego

Barones populares han pedido a Casado que modere su discurso y les ha respondido que sus votantes le piden contundencia. O sea, que va a seguir llamando felón, traidor, golpista y filoetarra a todo el que se le atraviesa. Feijóo y Ángel Garrido le han reclamado que busque la centralidad para las generales y les ha contestado que los votos se le van por la extrema derecha que habla claro. O sea, que vamos a contar mentiras tralará, a insultar al contrario y a montar bronca, como el partido de Abascal. Vamos a comportarnos como hooligans.

Basta de maricomplejines, que diría Federico. Adiós a la “derechita cobarde”, como la llama el líder de VOX. Se acabó “la dictadura de lo políticamente” correcto impuesta por “una legión de ofendiditos”, añade. Ofendiditos, derechita, maricomplejines: los machitos muy machotes utilizando diminutivos para ridiculizar a los mariposones y las mujercitas que no se atreven a decir las cosas como ellos las dicen. Mala cosa cuando la verdad se confunde con los genitales y la testosterona.

“A pastar”, enviaba Ortega Smith a la oposición en uno de sus tuits. Ese es el tono chusco y chulesco que VOX ha contagiado a la derecha española. Tono de trol de internet, de barra de bar, de grada de fútbol. El griterío de la turba encendida, el improperio fácil, el eslogan simplista, el bulo y la falacia, el ruido y la furia de las redes se han trasladado a la política. Casado, y en menor medida Rivera, siguiendo la estela de Abascal, han introducido el hooliganismo en nuestra esfera pública. Han convertido la conversación institucional en la discusión viral donde las ideas han retrocedido frente a la noticia falsa, el dato inventado y la ofensa iracunda. Miente y difama, que algo queda.

Enfrente sólo Rufián reproduce a veces el tono áspero y bronco que tienen los nacionalistas exaltados, pero son excepciones en un país en el que fue un escándalo que Pedro Sánchez calificara de “indecente” al presidente del partido de la Gürtel o Bárcenas. Ahora el líder de ese mismo partido llama al presidente del Gobierno “felón”, “okupa” o “ilegítimo” como quien llama a un taxi en la calle. Ahora Rivera o Casado llaman “golpistas” a políticos que no han sido condenados y a los millones de catalanes a los que representan.

Imitan a la extrema derecha y su deje falangista, para detener el trasvase de votos a VOX, pero lo que están consiguiendo es normalizar un discurso antipolítico y antidemocrático. No se trata de que no puedan defender sus ideas con vehemencia, se trata de que están rebajando la discusión pública al nivel de una pelea de bar. Contribuyen a su propio descrédito como representantes. Si ellos se convierten en trols y hooligans, los votantes se comportarán igual y tratarán la política como si fuera un discusión en Twitter, una frivolidad, una fruslería, un desahogo, basura virtual para pasar el rato.

Es el escenario perfecto para que prenda el fascismo.

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