Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Mónica Oltra no debería haber dimitido. Su caso es un ejemplo de libro de cacería política y mediática orquestada por la ultraderecha, a la que han cedido el PSOE y Ximo Puig, que se quitan de en medio a la competencia más fuerte que tienen en Valencia y a uno de los puntales del nuevo proyecto de Yolanda Díaz para España. Estamos hartos de ver cómo la derecha y la ultraderecha utilizan la Justicia para intentar eliminar a sus rivales: Pablo Iglesias, Alberto Rodríguez, Vicky Rosell, Isa Serra, Rita Maestre y ahora Ada Colau y Mónica Oltra… Esta última no debería haber cedido a este chantaje que da alas a quienes lo ejercen. Si hemos podido con esta, vamos a por el resto. No debería haber dimitido mientras no hubiera una acusación en firme. Ser investigada no es ser culpable.
Es indiscutible que el caso lo pone en marcha el fascismo patrio. La causa había sido cerrada y la recurren tres denunciantes que son Vox, Cristina Seguí, a la que Vox se le quedaba corto, y el abogado fascista, José Luis Roberto, referente de la extrema derecha española y líder de España 2000, que se ha hecho con la defensa de la menor abusada para cumplir la promesa de “follarse” a Oltra “sin tocarle un pelo”, como escribió en Twitter. Cuando fue imputada, lo remató: “Al final te llevé al huerto sin tocarte un pelo. Me supo mal, y no lo olvidé, que me llevaras al banquillo por ponerte el Viva España”. No es justicia lo que busca, es venganza. También Seguí que llama a Oltra “jefa de la manada de Igualdad”. Ella hizo público el nombre de dos víctimas de violencia machista, él pertenece a una patronal de clubes de alterne. Tampoco buscan defender a las mujeres.
Pero es cierto que no son ellos quienes imputan a Oltra sino tres jueces del Tribunal Superior de Justicia, Antonio Ferrer, Pilar de la Oliva y Vicente Torres, a instancias de un contundente escrito de la Fiscal Superior, Teresa Gisbert, y de la instrucción de otro juez, Vicente Ríos. La fiscal, experta en menores, pertenece a la Unión de Fiscales Progresistas y es conocida por su persecución de la corrupción del PP como dos de los magistrados, Ríos y Torres. Gisbert fue nombrada por la Fiscalía General en manos del PSOE con el que Oltra ha tenido desencuentros por el debate feminista en torno a la ley Trans, pero parece muy traído por los pelos intentar encontrar una mano negra detrás de la imputación. En la resolución judicial se dice que no hay “prueba directa” pero sí “indicios plurales” de que las investigaciones de la Conselleria de Oltra estuvieron más destinadas a encubrir que a esclarecer.
La menor tenía un largo historial de mentiras y conflictos en el centro. Por eso, los trece funcionarios que investigaron el caso, ahora también imputados, dicen que no creyeron en ningún momento los abusos por los que finalmente fue condenado el ex marido de Oltra, cuando ya no eran pareja. No obstante, los hechos condenados sucedieron cuando sí lo eran. A la fiscal y a los jueces les parece extraño que nadie viera nada ni denunciara a la Justicia que más tarde probó los delitos. Deducen de ello que pretendían proteger a Oltra y que ella pudo saberlo. Para eso se investiga, para saber si se fio de los técnicos y su entonces marido o realmente desprotegió a la víctima para protegerse. Precisamente porque aún no sabemos, Oltra debería haberse mantenido en el cargo. La imputación no es el problema, la imputación es rigurosa, el problema es asumir el relato de la ultraderecha de que imputar es condenar.
Ahí han intervenido la salvaje presión mediática comandada por Jiménez Losantos, y la presión del PSOE de Ximo Puig, que ha encontrado la ocasión de prescindir de la persona que más le discutía el poder y más le viraba a la izquierda. Yo desconozco la responsabilidad de Mónica Oltra, eso tendrá que decirlo el juicio, pero sí sé que la ex vicepresidenta ha sido una de las mujeres que más ha hecho por las políticas sociales en su comunidad y por desalojar la podredumbre del PP. Ahora se lo quieren hacer pagar. El error de los partidos del cambio fue poner el listón de las dimisiones en la imputación y no en el procesamiento. Esta era una ocasión para cambiar ese absurdo que la derecha nunca se aplica pero le aplica a la izquierda. Por eso Oltra no debió dimitir. Concede el triunfo del linchamiento sobre la justicia. Han vuelto a ganar el relato.
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