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El ‘cohousing’ ya es posible y estos son los proyectos españoles que lo han demostrado

Cooperativa La Borda de Barcelona

Alicia Avilés Pozo

Lo que demuestra que es posible llevar a cabo modelos sociales y de convivencia alternativos es haberlo conseguido. Y en el caso de la vivienda colaborativa, 'cohousing' o co-vivienda, comienzan a sumarse los proyectos españoles que han hecho que la sociedad sea tozuda y se rebele para defender un derecho constitucional totalmente desdibujado tras la especulación inmobiliaria. En Toledo, la Empresa Municipal de Suelo y Vivienda y el colectivo IntermediAcción, que trabaja con proyectos comunitarios en la ciudad, han organizado una jornada estatal donde se han presentado varias experiencias en este sentido. Todas han sido y siguen siendo posibles y esto es lo que nos han contado.

En Madrid, la Cooperativa Entrepatios es uno de los proyectos más representativos. Su origen se remonta a 15 años atrás cuando un grupo de personas comenzó a trabajar en la búsqueda de suelo en Madrid, una “misión casi imposible” por ser la ciudad “un núcleo de especulación”. Pero el interés y los apoyos fueron creciendo y en 2015 se constituyó como la primera cooperativa en cesión de uso de Madrid y ahora es el paradigma del denominado ‘cohousing’ en España: la vivienda pertenece a la cooperativa, no a quien la habita y por lo tanto no se puede vender. Con ello se garantiza un modelo contra la especulación, y además una convivencia comunitaria “para dentro, pero también hacia fuera, hacia el barrio”.

Así lo ha explicado en las jornadas su representante, Ricardo Moríñigo, quien ha querido mostrar el espíritu del trabajo que realizan mediante un tablero de ajedrez, confrontando las piezas que representan al contrincante -el “capitalismo financiero globalizado”- con las que reflejan a Entrepatios. La partida, “todavía en juego”, supone así combatir el uso especulativo de la vivienda con la autopromoción; los mercados financieros con la banca ética; la externalización de los impactos ambientales con una huella ecológica controlada; la dependencia de los recursos energéticos con la eficiencia; la cultura del derroche con el ahorro; el individualismo con los espacios comunes; la cultura del miedo con la participación; y la propiedad privada con los bienes comunes.

Solo desde el mes de diciembre hasta la actualidad se han incorporado a esta cooperativa unas 70 personas de carácter intergeneracional, y desde la cooperativa no solo les dan cobertura para acceder a futuras viviendas colaborativas sino que también realizan talleres formativos. Además, Entrepatios trabaja en diferentes proyectos y actualmente su reto se encuentra en un edificio en el barrio de Usera. Desde este colectivo cada vez están “más convencidos” del éxito de este modelo.

También en la Comunidad de Madrid destaca el proyecto Cohabita de Rivas Vaciamadrid, impulsado por la Empresa Municipal de Vivienda y presentado por Margarita Torrego, como representante de las entidades que coordinan el programa, entre ellas Microurbanía, que trabaja en difusión, promoción y acompañamiento de estas iniciativas. En este caso se centra en el fomento y acompañamiento a iniciativas de vivienda colaborativa para personas mayores, el denominado 'cohousing senior'. Lo curioso es que Rivas, a pesar de su perfil demográfico joven, cuenta con un número creciente de vecinos y vecinas que en algunos casos afrontan su edad más adulta con ganas “no sólo de poder tener una vivienda más adecuada a su realidad y necesidades como personas mayores, sino también de seguir compartiendo experiencias, buscar compañía o mantener un compromiso con su entorno y vivir un envejecimiento activo”.

Desde Barcelona ha contado su experiencia Ferrán Aguiló, de la Fundación La Dinamo y la Cooperativa La Borda, una de las más emblemáticas, en el barrio de Sants de la Ciudad Condal. Nació en 2011 cuando solo unas pocas personas consiguieron, después de 35 años, acceder por cesión de suelo al perímetro de Can Batlló, que antes ocupó una fábrica textil. En 2014 el colectivo ya contaba con un modelo sobre el solar y comenzó a trabajar conforme a diferentes comisiones y grupos de trabajo, con el apoyo de cooperativas de crédito, asesoramiento medioambiental, abogados y arquitectos. “Hasta que se hizo posible” y comenzó la construcción del edificio residencial, que cuenta con espacios individuales, espacios comunes, eficiencia energética y apenas huella ecológica. Consiguieron ir cumpliendo con todos los requisitos administrativos y actualmente hay 46 miembros de la cooperativa viviendo allí. Además desde La Dinamo se impulsa este modelo de vivienda y otras convocatorias abiertas como el edificio de La Diversa, actualmente en rehabilitación.

Con todo lo conseguido sobre la mesa, Aguiló ha hecho hincapié en que la vivienda cooperativa en régimen de uso no deja de ser una forma de dar cumplimiento tanto a la Constitución Española como a la Carta de Naciones Unidas: el derecho de acceso a la vivienda “que se ha dejado en manos de una industria extractiva y especulativa que lo ha convertido en un privilegio que condiciona la vida de las personas”. Con ello, “se nos vende y se nos compra” dentro de una sociedad que debe “vertebrarse” para transformarse. “La propiedad colectiva permite materializar la vivienda como un derecho y no como una mercancía. Queremos dejar de ser gente que alquila o gente que compra y con ello desmercantilizar ese derecho”.

Con un planteamiento similar pero más específico comenzaron varias familias de Bilbao a perfilar su sueño de salir de la ciudad y vivir en el campo con sus hijas e hijos. Tras mucho indagar y planear, bajo el deseo de la “crianza respetuosa dentro de un cambio de paradigma”, hace tan solo dos años encontraron un caserío en el término vizcaíno de Gordexola que se adecuaba a sus necesidades. Fue el momento de pasar del “proceso de mínimos al compromiso total”, y el año pasado constituyeron Ametxe, Cooperativa de Cesión de Ámbito Rural.

Movidos por la “libertad de movimientos” y por la educación de sus hijos en el entorno rural, comenzaron a definir las estancias y espacios comunes del caserío, trabajando al mismo tiempo en el capítulo financiero a través de la banca ética y teniendo en cuenta que en el País Vasco el cooperativismo está mucho más extendido y los obstáculos burocráticos son menores que en otras regiones. La cesión se realizó el pasado mes de marzo y ahora estas familias siguen trabajando en el proyecto. “Al final no deja de ser una transformación social y un espacio abierto para recibir a otras personas, y en ese sentido, el ‘cohousing’ es lo que ofrece un resultado más potente para ello”, han explicado Rubén Méndez y Jorge López, dos de sus miembros.

Desde el otro lado, Juan José Lallana, de la Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda, ha sido el encargado de mostrar la experiencia de esta ciudad en su objetivo de facilitar suelo público donde los cooperativistas puedan desarrollar estos proyectos. Tras cinco años de intentos, esta entidad ha conseguido sacar a concurso la cesión del derecho de superficie de dos parcelas de la ciudad. Con ello, el Ayuntamiento quiere apostar por el acceso asequible a la vivienda, evitar la especulación de suelo patrimonial y evitar la “despatrimonialización” de las administraciones públicas. El modelo que ha desarrollado valora la rentabilidad social de los bienes, los aspectos arquitectónicos, los medioambientales, los de movilidad y la creación de espacios comunes y proyecto comunitario, todo ello con viabilidad financiera. En ningún caso, ha afirmado, se busca una rentabilidad económica.

Algunos datos importantes para los interesados están en los pliegos de condiciones para el acceso de las cooperativas a la cesión. Por ejemplo, el periodo de cesión será por 75 años, deben presentar anteproyecto arquitectónico incorporando aspectos sociales, medioambientales y de movilidad; el edificio a construir deberá disponer de certificación energética B como mínimo y se establece un plazo de finalización de las obras como máximo de cuatro años. “Queremos ver cómo funciona porque si funciona bien, seguiremos poniendo más suelo a disposición de cooperativas”.

Vivienda y atención asistencial

A esta mesa de experiencias ha seguido otra centrada en el antes mencionado 'cohousing senior’ o vivienda colaborativa para personas mayores. Precisamente Toledo se ha convertido en uno de los referentes del país con el proyecto de la Cooperativa Vitápolis del Barrio del Polígono, cuyo edificio de unidades residenciales está en la última fase de construcción. Juan José Díaz y Mariano Vallejo han afirmado compartir las inquietudes del resto de proyectos: en este caso la iniciativa se ha construido sobre la base de un grupo de amigos que quieren seguir manteniendo su calidad de vida cuando sean mayores y a los que acompañan para ello un equipo de profesionales que les han hecho “un traje a medida”.

Para ello han necesitado asesoramiento de economistas, abogados, diseñadores, arquitectos y médicos, todo consensuado con los socios, buscando la fórmula para combinar los servicios asistenciales con las necesidades de las personas dependientes. “Garantizar la asistencia socio-sanitaria está por encima incluso de la vivienda, pero lo que intentamos es hacer convivir el mundo residencial con el asistencial”. Y si por algo destaca también este proyecto es por sus expectativas: según sus representantes, ya hay personas de entre 40 y 50 años apuntándose para vivir allí en el futuro. Eso sí, al igual que todos los intervinientes, apelan a la paciencia y el tesón para fraguar estos modelos de convivencia.

También en Albacete

Hay más iniciativas de ‘cohousing’ en Castilla-La Mancha. En Albacete hay una todavía incipiente y con la mirada puesta en el Levante. El proyecto 'Vacaciones permanentes' lo constituye un grupo de amigos de entre 55 y 61 años que pretende huir de una realidad en la que los mayores acaban viviendo solos. “Vemos gente mayor que envejece sola en su casa y cuando no se pueden valer acaban en una residencia. Eso no es lo que queremos”, afirma Hernando Martínez, uno de los fundadores de este movimiento. Quieren crear una cooperativa y construir un residencial de entre 40 y 60 viviendas de una habitación y espacios comunes.

Finalmente, otra de las experiencias relatadas en Toledo ha sido la de Miguel Ángel Mira, de la Asociación Jubilares, que trabaja para normalizar la inclusión social de las personas mayores, pero que también promueve la instauración de las cooperativas de mayores ‘senior’ como “opción real, sencilla y viable”. Para ello ofrecen información, consejo y respaldo a personas, grupos o instituciones interesadas.

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