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Los pintores emigrantes El Greco y José de Ribera 'El Españoleto' se dan la mano en Toledo cuatro siglos después

"Santo Tomás" de José de Ribera

Alicia Avilés Pozo

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Medio siglo separa los nacimientos de dos de los pintores más importantes de la historia, dos emigrantes, dos símbolos ya universales del arte y del talento. Uno con raíces españolas pero que desarrolló su carrera artística en Italia y otro de raíces griegas, pero que hizo de España y de Toledo sus patrias pictóricas. Cuatro siglos después, el valenciano José de Ribera, apodado 'Lo Spagnoletto' o 'El Españoleto', visita a El Greco en Toledo, en el museo que lleva el nombre de este último, hasta el próximo 19 de febrero.

Se trata de una exposición temporal centrada en la llegada de la obra 'Santo Tomás' de Ribera gracias a un intercambio institucional con el Museo de Bellas Artes de Budapest. Por su parte, el Museo toledano, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, ha prestado el retrato de Diego de Covarrubias de El Greco para una exposición sobre este pintor en el museo húngaro, comisariada por Leticia Ruiz.

La ocasión es única, no solo porque la entrada es gratuita hasta el 8 de enero, sino para contemplar juntos a estos dos maestros del arte y una de las obras más bellas de José de Ribera. Nacido en Xátiva en 1591, realizó este cuadro entre los años 1609 y 1610, en su etapa de juventud y probablemente en Italia, donde Caravaggio había instaurado una nueva forma de pintar basada en el tenebrismo. De hecho, con el tiempo se convirtió en uno de los mayores representantes del barroco español.

El valenciano, además de pintor, fue dibujante y grabador. Con apenas veinte años, se marchó a Italia, donde hay constancia de su presencia, al menos, desde 1611 en Parma, en 1615 se encuentra ya en Roma y finalmente,  hacia 1616, se instala en Nápoles, al servicio de los virreyes españoles. Desarrolló toda su carrera en Italia donde es conocido por la versión italianizante de su nombre, Jusepe Ribera, o directamente por el ya célebre apodo de 'Lo Spagnoletto'.

Sus personajes son presentados con crudo realismo

De este país adoptó “una forma extrema” del naturalismo de Caravaggio, según apunta el Ministerio de Cultura, que se manifiesta en el uso de fuertes contrastes de luces y sombras. “Sus personajes son presentados con crudo realismo”.

No obstante, también absorbió rasgos de otros lenguajes artísticos del momento tales como el clasicismo boloñés y el color romano. Esta diversidad de medios expresivos, única entre sus contemporáneos españoles, “fue determinante para la búsqueda de un estilo propio que alcanzará en los años de madurez”. Es entonces cuando suaviza los contrastes tenebristas por la inclusión de un colorido y una luz estudiados de los maestros venecianos.

Para la historia del arte, Ribera es una de las figuras capitales de la pintura europea del siglo XVII y, en cierto modo, una de las más influyentes de su época ya que sus formas y modelos se extienden por toda Italia, Centroeuropa y España dejando “una profunda huella”. La especial circunstancia de ser español y desarrollar su producción en Italia le ha hecho merecedor de una condición particular.

Esta misma obra estuvo presente en la exposición 'El joven Ribera' del Museo Nacional del Prado (2011), donde pudo compararse con las obras de su apostolado más célebre y personal, aunque incompleto, en el Museo Nacional del Prado y realizado casi dos décadas después (1630-1635) del que nos ocupa. La comparación entre el Santo Tomás de juventud y el del Prado revela sin duda el gran cambio de estilo.

El Ministerio pone el acento en la importancia que “Santo Tomás” tiene en las series de apostolados, es decir, los conjuntos de cuadros de los doce apóstoles. Durante la Contrarreforma, cobraron entidad propia tras haber estado durante siglos en los bancos de retablos. Es decir, cada apóstol se convierte “en una pieza de arte en sí mismo”. De cuerpo entero o medio cuerpo, el apostolado se volverá un tema recurrente en la historia del arte español, por lo que casi todos los grandes maestros realizaron sus propias versiones.

En el Museo del Greco conviven diferentes obras que recogen esta tendencia: desde el 'Apostolado' de El Greco (1608-1614), coetáneo a esta temprana obra de Ribera, a otros cuadros sueltos de apostolados incompletos del siglo XVII español.

Este es el caso de las dos obras que se muestran actualmente junto al cuadro de Ribera. Destaca, por su calidad, un San Judas Tadeo atribuido por Enrique Valdivieso a Juan Valdés Leal (1622-1690), uno de los grandes maestros de la escuela barroca sevillana. La segunda obra es un San Andrés, en su momento atribuido a Francisco Herrera el Viejo (1590-1654), y que hoy está considerado como obra anónima de la escuela andaluza.

Ahora, el 'Santo Tomás' de Budapest, que el Ministerio ha asegurado por 500.000 euros, constituye una oportunidad única para la ciudadanía toledana de acercarse a la pintura de un maestro “todavía en busca de su estilo”, un Ribera joven de apenas veinte años que estaba fraguando su huella en la historia del arte.

El Museo del Greco continúa así su línea de relaciones internacionales. Gracias a un intercambio institucional con el Kunstmuseum Basel (Suiza), entre los pasados meses de junio y septiembre exhibió ‘Mujer con sombrero sentada en un sillón’ y ‘Venus y el amor’, dos obras de Picasso. En contraprestación, el Museo del Greco prestó ‘San Juan’, ‘San Bartolomé’ y ‘San Simón’, tres obras del célebre ‘Apostolado’ del pintor cretense. Dichas pinturas participaron en la exposición ‘Picasso-El Greco’, que tuvo lugar en el museo de Basilea.

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