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Marchamalo, un año del primer caso COVID en Castilla-La Mancha: “Fue violento y no sabíamos qué hacer”

Desinfección del centro de salud de Marchamalo (Guadalajara) en marzo de 2020

Carmen Bachiller

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Cipriano Pardo fue el primer paciente con COVID-19 de Castilla-La Mancha. Se conoció su caso en el Hospital Universitario de Guadalajara el 1 de marzo de 2020 aunque su ingreso hospitalario se produjo unos días antes, el 27 de febrero, al presentar un cuadro de infección respiratoria. Falleció el 28 de marzo. Tenía 62 años y era vecino del municipio de Marchamalo.

Un año después, este municipio a escasos kilómetros de la capital provincial tiene registrados seis casos positivos entre una población que ronda los 8.000 vecinos y una incidencia acumulada de 160 casos por 100.000 habitantes en 14 días.

Su alcalde, Rafael Esteban recuerda lo ocurrido hace ahora un año como algo “violento”. Aquel domingo 1 de marzo de 2020 madrugó para hacer deporte y se encontró con un mensaje de las tres de la mañana en su móvil.  “El delegado de la Junta, Eusebio Robles, me informaba de que un vecino de mi pueblo estaba en la UCI tras haber dado positivo en coronavirus”.

El interés mediático, recuerda, se cebó con Marchamalo, un municipio que, lamenta, fue “estigmatizado” porque “en aquel entonces solo había unos 70 contagiados en España o al menos eran los detectados”.

“Sufrí mucho por la familia de Cipri, por sus amigos compañeros de juegos de cartas, por toda la gente que tenía miedo hacia lo desconocido”, dice Rafael Esteban, quien reconoce la dificultad a la hora de enfrentarse a una situación en la que “todo era nuevo”.

“¿Qué hacemos?”: la pregunta sin apenas respuestas en marzo de 2020

El lunes 2 de marzo “nos pusimos manos a la obra y la pregunta fue: ¿Qué hacemos?”. Había pocas respuestas disponibles. Ni siquiera las tenían los sanitarios ya inmersos en la que se convertiría la primera ola COVID.

Pese a la constante “tutela” del Gobierno regional, sobre todo desde el ámbito de Sanidad y Educación, el alcalde reconoce que “no había mucho más que el mero acompañamiento. No sabíamos cómo actuar. Compramos 200 dosificadores de gel hidroalcohólico cuando todavía nadie hablaba de ellos y los pusimos hasta en la iglesia. Le dije al cura que quitara el agua para que nadie metiera la mano. Pero no sabíamos, no entendíamos nada”.

Esa falta de información quedaba reflejada en las comunicaciones oficiales que en los primeros días realizaba el Ayuntamiento, como esta del 2 de marzo de 2020: “Durante todo el día de ayer y hoy se están manteniendo contactos constantes y directos con las autoridades sanitarias, quienes indican que no es necesario tomar ninguna medida de precaución adicional frente al coronavirus más allá de las ya informadas y habituales para otras enfermedades de afección respiratoria”. El mensaje cambiaría de forma radical once días después cuando Pedro Sánchez declaró el estado de alarma.

Con la implantación del estado de alarma en España la vida de los marchamaleros, como la del resto de España, dio un giro radical. De aquellos días el alcalde recuerda “la gran colaboración ciudadana”.

Del estupor de los primeros momentos se pasó a la “organización”. Había que aprender y hacerlo deprisa: el reparto de comida a los mayores para que se quedaran en casa o las máquinas de coser de 80 familias que se ofrecieron a fabricar mascarillas. “Se cosieron hasta 17.000 y otros alcaldes nos preguntaron dónde conseguíamos las telas, las gomas y si teníamos patrones. La experiencia fue gratificante por esa colaboración, pero también muy dolorosa”.

El cierre de los colegios en Madrid

Al principio el edil contactó con varios alcaldes del entorno, con municipios del Corredor del Henares como Azuqueca de Henares, Cabanillas del Campo o Alovera. Preocupaba la cercanía con la vecina Comunidad de Madrid.

“Nos reunimos sobre el 10 de marzo porque iban a cerrar los colegios en Madrid. Veíamos que mucha gente se iba a venir a nuestros municipios. Intentamos coordinar un cierre colectivo de instalaciones municipales en esa semana justo antes del estado de alarma”.

“Son muchas las sensaciones después de un año. En el pueblo nos conocemos casi todos y oír tocar las campanas a duelo… ¡Uf! Joder es que era muy fuerte”, comenta el alcalde. “El aprendizaje de este tiempo nos ha servido quizá para liberarnos, para pensar que con las vacunas vamos a ver la luz al final del túnel”.

En las últimas horas publicó un vídeo en sus redes sociales. “Tenía una doble intención. No solo agradecer el trabajo de tanta gente sino hacer memoria. No debemos olvidar tan fácilmente el sufrimiento de muchos de nuestros vecinos no solo a nivel de salud sino económico. Necesitamos animar a toda la sociedad”.

La pandemia ha dejado en Marchamalo una docena de personas fallecidas y durante la conversación telefónica que mantenemos para la entrevista se declara incapaz de saber cuántas personas se han contagiado.

Ahora, como el resto de lugares de España en este pueblo de Guadalajara se espera avanzar en el proceso de vacunación. “Se respira algo de optimismo, pero todavía debemos luchar por la prudencia y la responsabilidad hasta llegar a la inmunidad colectiva. No queremos volver atrás”.

El viernes pasado trabajadores y ancianos recibieron la primera dosis de la vacuna en la vivienda tutelada del pueblo. También los profesionales del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD).

En una o dos semanas esperan empezar a recibir la vacuna los mayores de 95 años, los grandes dependientes y las personas mayores de 80 años. Ya se ha comenzado en otros puntos de la región, aunque se avanza de manera desigual según los pocos datos facilitados por el Gobierno regional.

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