Invisibles y resilientes: las mujeres rurales frente a los desafíos del siglo XXI

La Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el desarrollo sostenible del medio rural aprobada por el Congreso de los Diputados, señala en su artículo 3 que el medio rural es “el espacio geográfico formado por la agregación de municipios o entidades locales menores definido por las administraciones competentes que posean una población inferior a 30.000 habitantes y una densidad inferior a los 100 habitantes por km2”, añadiendo a su vez que un municipio rural de pequeño tamaño es “el que posea una población residente inferior a los 5.000 habitantes y esté integrado en el medio rural”. 

Las mujeres que habitan estos territorios y que aún no se han marchado a entornos urbanos en busca de mejores y más diversas servicios y oportunidades laborales se enfrentan una serie de desafíos específicos debido a su ubicación geográfica, entre los que podemos enumerar: 

1.     Disponen de un acceso limitado a servicios básicos, como atención médica, educación, transporte y telecomunicaciones debido a la falta de infraestructura en las áreas rurales. 

2.     Desigualdad de género motivada por una mayor discriminación y desigualdad de género en comparación con las mujeres que viven en áreas urbanas, debido a un menor acceso a información y formación general de estos territorios. 

3.     Las mujeres rurales suelen tener una carga de trabajo muy pesada debido a la necesidad de realizar múltiples tareas, como cuidar de la familia, trabajar en el campo y realizar otras tareas domésticas, frente a sus compañeros hombres, que mayoritariamente quedan eximidos de las tareas familiares y domésticas. 

4.     Exclusión económica, debida a un menor acceso a oportunidades de empleo y acceso a recursos financieros. 

5.     Es necesario destacar que las mujeres rurales son particularmente vulnerables a los impactos del cambio climático debido a su dependencia de los recursos naturales y su papel en la producción de alimentos. 

 

A pesar de estos desafíos, las mujeres rurales también tienen fortalezas y habilidades únicas, lo que motiva que sean un motor de cambio fundamental en el progreso de estos territorios, ya que muchas son expertas en el manejo de la tierra y la producción de alimentos, y pueden desempeñar un papel fundamental en la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Además, las mujeres rurales a menudo son líderes comunitarias y motor de cambio, con un impacto positivo en sus comunidades y en la toma de decisiones locales. 

Es bien sabido que la discriminación de las mujeres es transversal en los diferentes contextos y territorios, pero más si cabe en el medio rural, donde habiendo trabajado desde siempre en los negocios y empresas familiares, tradicionalmente han tenido un menor reconocimiento familiar, social y económico por esa actividad, ni tan siquiera por ellas mismas en muchas ocasiones. FADEMUR (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales) señaló en 2012 que dos terceras partes de las mujeres rurales no cotizan en la Seguridad Social. 

La falta de reconocimiento tiene varias consecuencias negativas para las mujeres, como por ejemplo la falta de independencia económica al no tener ingresos propios, dificultades en el acceso a prestaciones por desempleo y otras ayudas sociales, falta de identidad profesional, bajas expectativas de futuro en las jóvenes y migración femenina en busca de mayores oportunidades laborales. 

Además, y en relación con la violencia de género, las mujeres que residen en municipios rurales declaran haber sufrido violencia de género en menor medida. Algunos factores diferenciales influyentes en el fenómeno de este tipo de violencia son: “una economía fuertemente segregada por sexo, una mayor dificultad para la movilidad y el menor número de infraestructuras, y una sociedad más tradicional respecto al control de la comunidad y las relaciones de género” tal y como señalan Franco y Guilló (2012, p. 229).