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La máquina del dinero

Cantabria registra un 11,4% de renuncias a herencias, igual que la media nacional pese a no tener impuesto de sucesiones

Lorenzo Sentenac

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Es curioso porque cuando muchos expertos denuncian, con datos en la mano, que los únicos que han “salido” de la crisis, sin haber estado nunca en ella, son los que la provocaron, y que por tanto toda esa publicidad sobre lo bien que nos ha ido con los recortes y el austericidio no se sostiene y es falsa de cabo a rabo, pues los perjudicados y paganos de la “crisis” (estafa) han sido la gran mayoría, y así siguen, sin salir del agujero y pagando la fiesta y las trampas de los otros, ya se nos anuncia y sin apenas tiempo para tomar aliento un nuevo precipicio económico a la vista, que traducido en política de derechas (es decir neoliberal) supone más pobreza, más brecha social, mas recorte de derechos, y menos esperanza en el futuro.

Es decir, nos seguimos hundiendo. Ya peligran hasta las pensiones -esa línea roja- y Vox, fiel a su programa cavernario y antisocial, propone abiertamente desmantelarlas, al tiempo que pide rebajar o suprimir los impuestos a los que más tienen. En esto como en tantas otras cosas no se distingue del PP o Ciudadanos.

Si este nuevo bache que se avecina es el resultado, como es obvio, de la política aplicada hasta ahora, que es la inspirada por el dogma neoliberal ¿podemos decir que ese catecismo ha sido un éxito si lo que se nos presenta como resultado final es un fracaso estrepitoso? Ese empecinamiento en tropezar dos y hasta tres veces en la misma piedra, solo puede ser obra de dogmáticos fanatizados. No lo decimos nosotros, lo dicen algunos premios Nobel de economía y muchas de las mentes más lúcidas del momento.

Claro está que si dejamos a un lado la realidad de los hechos y nos regodeamos en la ficción inventada, podemos seguir creyendo que todo nos ha ido muy bien, y que se impone utilizar las mismas fórmulas radicales aplicadas hasta ahora, que han enriquecido a los que ya eran ricos y han empobrecido a los trabajadores y la clase media, dando como resultado final una brecha de desigualdad que no es de recibo, y que es fuente de inestabilidad y conflicto (incluso territorial). 

Esta brecha que se ahonda cada día en ciego cumplimiento de un catecismo insensato, se traduce en pobreza infantil, pobreza energética, precariedad laboral, incremento imparable de la factura de los servicios esenciales privatizados (por ejemplo la energía), deterioro de los servicios públicos, como la sanidad y la educación, y riesgo cierto para las pensiones. Es decir, se traduce en desorden social y económico. De hecho nos lleva a una nueva “crisis” inminente, según vaticinan los expertos.

Todo ello es síntoma inequívoco de que las cosas no se han hecho bien, y que las fórmulas a aplicar en el futuro no pueden ser las mismas que ya hemos aplicado en el pasado. El dogma neoliberal solo conduce al fracaso, la desigualdad, y el desorden. No cabe empecinarse. Sin embargo, hay quien insiste, y para eso nada mejor que falsear la realidad. Por ejemplo tratando de convencer a los crédulos que bajando los impuestos (¿a quien?) todo nos va a ir mejor, y vamos a tener más y mejores servicios públicos, que precisamente se pagan con esos impuestos.

“Intenciones de aliento neo feudal”

Recuerden lo que decía Leona Helmsley, producto típico de la “revolución” de los ochenta: “Nosotros (los ricos) no pagamos impuestos. Solo la gente común los paga”. Toda una declaración de intenciones de aliento neo feudal.

Algo que podrían suscribir Casado, Rivera, y Abascal, que también quieren reconquistar aquellos tiempos caducos del feudalismo. No se pierdan, si quieren conocer mejor las raíces de nuestro presente retrógrado, el capítulo “la codicia” de la serie “Los ochenta”, de los productores ejecutivos Tom Hanks, Gary Goeztman, y Mark Herzog.

Cuando la derecha que roba a mansalva quiere desacreditar a la izquierda que lleva sin gobernar varias décadas (ya todo es neoliberalismo, incluido el del malogrado PSOE), suele decir que esos desaprensivos “progres” le dan con mucha alegría a la “máquina del dinero”. Y con ello se refieren a la aspiración nunca cumplida (pues no han gobernado) de respetar los principios constitucionales de igualdad y progresividad en los impuestos, por ejemplo.

En realidad la “máquina del dinero” que ha funcionado con mano suelta y desde hace tiempo en nuestro país, es otra. Y es que podemos decir que la derecha que nos ha tocado en suerte (las hay más civilizadas), representada unas veces por el PP y otras veces por el PSOE, ha puesto al máximo de revoluciones, sin importar que temblaran las bielas, la “maquina del saqueo de lo público”, hasta que las calderas han reventado. Que es a lo que unos llaman crisis, otros gran recesión, tiempos difíciles, reformas laborales urgentes y necesarias (en realidad recortes de derechos), etc., etcétera. Nube retorica para ocultar la verdad de una “desregulación” que ha abierto las puertas (también las giratorias) de par en par al delito económico y el saqueo del Estado. Este es el germen de la desigualdad y el desorden actual. El latrocinio ha sido descarado y sistemático hasta vaciar las arcas estatales.

Cuando se han privatizado los beneficios y socializado las pérdidas de esos experimentos descocados de la codicia privada, se ha abusado de la “máquina del dinero” público y se ha saqueado el Estado. Y esto lo ha hecho la derecha (PPSOE) no con la irresponsabilidad de los insensatos, sino con el ánimo ideológico de asfixiar y destruir nuestro Estado “social”. Las bases legislativas para la privatización de la sanidad son obra del PSOE y fueron apoyadas por el PP. De las reformas laborales, instrumento para la explotación y el maltrato laboral, una es obra del PSOE y la otra del PP. En cuanto a la corrupción económica, si bien el PP sobresale con mucho en Europa, el PSOE le va a la zaga. Los “favores” a los poderes financieros que los sostienen y acomodan después (puertas giratorias), en contra de los intereses de los ciudadanos, se los reparten a partes iguales.

Progresividad en los impuestos

Cualquier medida de control que pueda coartar su tendencia natural a meter la mano en la caja del dinero público, o que pueda articular procedimientos para en cumplimiento de los principios constitucionales, dotar de mayores fondos a esa caja, por ejemplo a través de la progresividad en los impuestos, como señala la Constitución (artículo 31), les causa urticaria y les parecen cosas de “progres” e izquierdosos, cosas de “antisistema”.

Pues no, el artículo 31, que establece la progresividad de los impuestos, no es “antisistema”, está en la Constitución española, lo mismo que su artículo 1 que bebe del mismo espíritu, y quien los defiende es “constitucionalista”, y quien remueve Roma con Santiago para que esos principios constitucionales no se cumplan, es anticonstitucionalista, es decir, “antisistema”. Como que de hecho no creen en el Estado ni en lo público. ¿Y luego piden unidad y centralismo? 

Muy señores míos, la selva que ustedes propugnan no une, disgrega, y a las pruebas me remito. Su programa político es disolvente y anima al separatismo. Los que defienden que los ricos no paguen impuestos y la gente común si, son “separatistas” en el sentido más profundo y radical del término. Son enemigos de la unidad que representa lo público. Es inconsecuente que quieran pegar luego con el pegamento de un nacionalismo centralista, feroz y retrógrado, lo que previamente han roto con una política antisocial contraria a la Constitución.

Este tipo aspiraciones de justicia y progresividad en los impuestos era lo más normal del mundo hasta no hace mucho en una Europa sin duda mejor que la de hoy, rendida a la moda de los extremismos del mercado. Lo que no era normal, hasta hace poco, era la desregulación del delito, el saqueo del Estado, y la persecución de lo público, que es el futuro sin futuro (y sin pensiones) que esa derecha reaccionaria quiere imponernos.

El hecho de que como decía doña Leona Helmsley, ideóloga hortera del neoliberalismo, haya un sesgo aceptado por el cual los que más tienen no pagan impuestos o no los pagan en la proporción progresiva que establece la Constitución española, es un torpedo en la línea de flotación de la democracia, y una demostración de que algunos que se autonombran alegremente “bloque constitucional”, respetan la CE solo cuando les conviene, es decir a ratos y a trozos. Esa ofensiva antidemocrática de algunos de nuestros dirigentes que se dicen “constitucionalistas” y de “centro”, ya se puso de manifiesto con la llamada “amnistía fiscal”, un hito más de nuestra vergüenza reciente que solo cabe calificar de acción “golpista” contra nuestra Constitución. Y acción golpista contra esos mismos principios constitucionales fue también lo ocurrido con el artículo 135 en tiempos de Zapatero.

La puerta abierta al populismo de extrema derecha

Quien no comprenda que quien le ha abierto la puerta de par en par al populismo de extrema derecha que hoy asedia a Europa (y también a España) ha sido el “extremo centro” que ha gobernado España y gran parte de Europa en las últimas décadas, y que ese populismo de extrema derecha es el penúltimo coletazo de un neoliberalismo extremista que hemos importado y padecido desde los años ochenta, no será capaz de unir los efectos con las causas en una secuencia lógica que nos ilustre sobre el presente. Esa relación de causa-efecto se nos aparece hoy clara y transparente en el frente común que ha unido a PP, Ciudadanos y Vox. Por lo mismo, la unión de PSOE y Ciudadanos no significaría algo muy distinto. Únicamente una forma distinta (el plan B) de vender el mismo producto. Una explicación plausible para todo este cúmulo de disparates y retrocesos que nos han traído hasta el presente declive social (desaparición de la clase media) y que es también declive político y económico, de hecho estamos a las mismas puertas del finiquito de las pensiones (algo impensable no hace tanto), es que muchos de nuestros “representantes” políticos se deben a “sus dueños”, que no son otros que los grandes poderes financieros.

A esos poderes financieros que mandan e imponen su criterio sin pasar por las urnas, el interés general les resbala, son cortos de miras (entre una crisis y la siguiente cada vez transcurre menos tiempo), y es esta política, neoliberal de extrema derecha, desregulada y antisocial, la que ordenan aplicar a sus hombres de paja, nuestros “representantes”. 

Así mueren las democracias. También organizando desde el Ministerio del interior mafias policiales para perseguir a rivales políticos, o impidiendo hablar libremente y sin coacciones a los candidatos en una campaña electoral. El debate libre, basado en la palabra y el argumento, está en la base de la democracia. Lamentablemente son muy pocos los representantes políticos en nuestro país que se puedan decir hoy independientes y autónomos de esos poderes fácticos que no pasan por las urnas. Solo se me ocurre un partido del panorama actual que no carga con esa mochila. Es fundamental para que la democracia no muera que las formaciones políticas que lleguen al gobierno, no tengan que anteponer los intereses de esos poderes que no concurren a las elecciones a los intereses de los ciudadanos que les votan.

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