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Generalmente las injusticias son calladas y, si se dejan demasiado tiempo, corren el peligro de enquistarse, de hacerse irresolubles. Por eso es tan importante agitarlas, recordarlas, dejar patente su presencia. Para que algún día esas injusticias dejen de existir.
Todos conocemos la historia de Felipe. Felipe Ferreiro y su familia han agitado su injusticia durante muchos años, recordando a todo el mundo que todavía en el siglo XXI hay poderosos con voluntad de cercenar derechos a los más débiles, incluso derechos elementales como es el de acceder a agua en tu casa. Un derecho que, en breve, será restituido por la obra, declarada de interés regional, que ha llevado a cabo el Gobierno de Castilla-La Mancha.
Ante este silencio, la familia Ferreiro no ha estado sola, en ella destaca la sociedad civil, las asociaciones que los han acompañado como la Asociación de Amigos de la Venta de la Inés, Ecologistas en Acción o la Fundación Savia, la prensa que ha puesto el agravio en los medios y representantes que han intentado restituir los derechos de Felipe, como fue la llegada de la luz por parte de la Diputación de Ciudad Real, poniendo también en valor una venta cervantina que es orgullo para todos nosotros y nosotras.
El sonido de la justicia es algo maravilloso, sobre todo porque rompe el silencio de la injusticia y del agravio. Por eso, no es momento de que los flashes de algunos políticos oportunistas que no se han preocupado en todos estos años difuminen el sonido de la justicia. Recientemente vimos al alcalde de Villamayor de Calatrava visitando la Venta de la Inés, ahora que el Gobierno presidido por García-Page ha restituido el agua cortada por el poderoso. Por mucha foto que se haga, nadie recuerda que presionara a su partido, el PP, para mejorar, aunque fuese un ápice, la vida de esta familia que ha luchado tanto.
Porque, por mucho que pretenda el señor Callejas, lo importante en toda esta lucha no es él, sino la reparación de una injusticia a una familia que por fin verá llegar algo tan básico como es el agua a su casa. Porque de lo que se trata, y él no comprende, es que pronto, el silencio de la injusticia dejará de existir en la Venta de la Inés, para dejar paso al sonido del agua.