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El 28 de marzo fue un día diferente. Conducía hacia Yuncler dándole vueltas a multitud de ideas que rodaban por mi cabeza. La primera era que ya que el I Foro de Servicios Sociales de Castilla-La Mancha se organizaba en un municipio de Toledo, podría haber sido uno más cercano a Albacete, pero salí con tiempo suficiente para dar una vuelta tranquila por el pueblo, tomar un té y así conocerlo un poco.
No estoy acostumbrado a hacer ponencias, aunque sean de 20 o 30 minutos, así que desde que le dije a Paz que podrían contar conmigo y en las semanas posteriores Lina me fue contando los detalles de cómo sería el acto, me acompañó el síndrome del impostor como si de mi sombra se tratara.
Fue otra oportunidad para repasar mi experiencia profesional en los Servicios Sociales Básicos, así que en los días siguientes vinieron a mi cabeza cientos de experiencias, personas y situaciones que me han hecho crecer durante estos 22 años ejerciendo desde el Trabajo Social en el medio rural.
Recordé los años en la Universidad de Salamanca. Queda lejos el año 1988, cuando comencé los estudios compartiendo un edificio que ya no existe con enfermería y “experimentación animal”. Tiempos de voluntariado como trabajo amable no remunerado y casi imprescindible para situar a decenas de recién diplomados en un mundo laboral que empezábamos a vislumbrar.
Fueron años de insumisión frente a la prestación social sustitutoria del servicio militar, no sólo por lo que tenía de coartada para mantener la “mili” obligatoria, si no por la toma de conciencia de que estaba siendo utilizada como mano de obra gratuita por parte de ayuntamientos y todo tipo de entidades enclavadas dentro del marco de los Servicios Sociales.
Pensé que sería más efectivo acompañar mis palabras de imágenes que expresaran de forma clara el estado actual del Sistema Público de Servicios Sociales. Una carretera secundaria completamente llena de parches sería una alegoría suficiente, como también lo sería la máquina de triturar profesionales (en lugar de escolares) reciclada de la película 'The wall' de Pink Floyd, un pequeño camión de mudanzas con un gran cartel de “precariedad” con la que prácticamente todas las personas del gremio nos sentimos identificadas, un gran anuncio de “Se vende” como denuncia del ritmo privatizador de casi todo, o las grandes palabras con las que desde hace tanto tiempo nuestros políticos y medios de comunicación invisibilizan a los Servicios Sociales.
Entre las más de 200 personas asistentes (la gran mayoría profesionales) estaba el Director General de Acción Social, algo que me resultó reconfortante, ya que tenía la oportunidad de exponerle mi punto de vista del estado de los Servicios Sociales y no le quedaba más remedio que escucharme, precisamente la persona que tiene la obligación de hacer lo posible por mejorarlo. Cuando comencé a hablar se esfumaron los nervios y las dudas y reconozco que disfruté. Lo pasé bien explicando todo lo que tenía pensado compartir y el resultado fue mucho mejor de lo que mi impostor interno auguraba.
Tenía ganas de reencontrarme con Paz, a quien quería abrazar después de unos pocos años. Con ella vinieron al presente otros intentos anteriores de organizarnos a nivel regional para denunciar lo mismo que estábamos haciendo en Yuncler. Sentía necesidad de poner cara a las compañeras y compañeros que llevaban tiempo organizándolo todo, con pasión, buen hacer e imaginación.
Era un aliciente más que suficiente para enfrentarme a mis miedos como orador ocasional y que el viaje valiera la pena. En el ambiente estuvo siempre presente la reivindicación primera con la que se constituyó la Plataforma por la equiparación salarial en los Servicios Sociales de Castilla-La Mancha: terminar con la precariedad laboral de las y los profesionales de los servicios sociales de atención primaria que dependen de convenios con ayuntamientos y mancomunidades. Sencillo, claro y urgente.
Ahora la mirada está puesta en el II Foro de Servicios Sociales, esta vez en Abenójar (Ciudad Real) el día 6 de junio. De nuevo un municipio lejos de Albacete, pero otra vez la misma necesidad de estar y aportar lo que pueda por una causa de justicia social que necesita del concurso de aún más profesionales. Es mi forma de militar en el Trabajo Social y en defensa de un objetivo en el que creo ciegamente: un Sistema de Servicios Sociales 100% Público.
(Como en las imágenes que compartí en aquella sala de Yuncler, también aquí siento la necesidad de pedir a gritos que nuestro gobierno haga todo lo posible por impedir que continúe el genocidio en Palestina).
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