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PODCAST | María Sánchez: “En 'Almáciga' quería que las palabras casi olvidadas tuvieran vida”

María Sánchez

Alba Martínez Vicente, Silvia Trujillo y José An. Montero

Radio Diferencia —

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Hace unos días acudimos a buscar una 'Almáciga' a una de esas librerías donde todavía habitan los duendes. El librero miró la pantalla por encima de las gafas. Habían registrado la llegada de dos ejemplares que todavía andaban esperando un nuevo hogar.  Ninguno estaba en la sección asignada y tuvimos que iniciar la búsqueda por los estantes. Después de un buen rato buscando, a uno de ellos lo encontramos intentando recuperar el lugar de algunas de las 2800 palabras que ha abandonado la última edición del diccionario de la RAE y al otro lo encontramos de conversación con el nuevo libro de Joaquín Araujo

Tratamos de que María Sánchez, la autora de 'Almáciga', hable de cómo habría catalogado ella a este libro que es un semillero de palabras rurales. Un “precioso” trabajo de recogida de palabras que están perdiendo su uso, pues estaban ligadas a oficios, a tradiciones y a modos de entender la vida que están desapareciendo. Por ello, ha querido recopilar todo lo que conlleva una palabra, la historia y la vida que hay detrás. En el medio rural, esa relación con la tierra o los seres vivos, ser territorio, es lo que cuenta en Almáciga.

Sin ser un diccionario cerrado de la A a la Z “porque ya los hay en todos los pueblos”, nos cuenta María que en cualquier lugar que recorría había personas que le daban un papel con una palabra escrita “oye te he recogido estas palabras que se dicen en mi familia o en mi pueblo”, contándole a través de una palabra la historia de un vínculo a la tierra o de otra forma de trabajar el campo. Su intención fue darles vida enhebrándolas en una historia, pellizcar la conciencia, la memoria y que la gente preguntara por sus palabras y que hubiera esa vereda abierta al semillero colectivo que tiene en su web.

La idea surge de la necesidad, y más con los tiempos que vivimos, de acabar el libro con una llamada a lo colectivo, a lo importante que es abrir una nueva ventana para que veamos el medio rural de otra forma, que les demos valor, los cuidemos y los queramos porque es la única manera de protegerlos. María Sánchez es veterinaria de profesión, lo que explica que escriba aquello que su cuerpo le pide, arrojando una luz que nos conmueve. Sus libros abren ventanas, nuevas maneras de mirar el mundo rural para romper con tan lastimosa manida narrativa que giraba y gira en torno a lo rural.

En sus libros habla desde la propia experiencia. Cuenta las historias de las palabras de estos pueblos, explicadas por las personas que las usaron para denominar utensilios o labores que han desaparecido, y con ellas muchos de nuestros pueblos. La literatura sobre despoblación parece estar de moda. Pero muchos escriben desde la distancia o se acercan por unas horas a algunos de los lugares de la “España Vaciada” para recabar información. Después vuelven a sus ciudades para escribir sin saber realmente en qué afecta la despoblación, pues no viven aquello que cuentan. 

María Sánchez conoce de cerca los problemas que se tienen en los pueblos, “necesitamos políticas públicas de verdad. Ahora con el confinamiento, se habla de irnos al campo, a los pueblos y nos olvidamos de toda la gente que lleva más de veinte años luchando porque no se quieren ir de sus pueblos. Tirando para lo mío que es la ganadería extensiva y las razas autóctonas en peligro de extinción, hay mucha gente joven que no se quiere ir de su pueblo, pero tenemos una política agraria común que ayuda y subvenciona al que contamina y no vive en los pueblos, sino en las ciudades”. 

Una mujer que reivindica la doble mochila que portan las mujeres que viven en el campo. “Triple”, manifiesta, cuando se trata de una mujer migrante. El machismo afecta por igual a todos los estratos, a lo urbano y a lo rural. Hay mujeres escritoras rurales y la mayoría lo desconoce. Debemos cambiar la forma de mirar, cuestionarnos quién escribe y desde qué espacio. 

En una conversación que demostró que mucho tienen que ver las palabras perdidas con los problemas actuales. Tal vez esos oficios perdidos, esas labores, sean modos de vida que tengamos que mantener para acercarnos a un modelo de consumo responsable, de cercanía, para que jóvenes y pequeños productores puedan quedarse allá donde quieran  vivir, sin verse empujados por la falta de oportunidades y se revierta, poco a poco el problema de la despoblación. Reivindicar el medio rural y ser un poco más iguales. “Ojalá que tengamos acceso a todas las oportunidades, todos tenemos que poner de nuestra parte”, ojalá, concluimos.

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