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Contra los “tópicos” en torno al sufragio femenino en España

Clara Campoamor durante un discurso / Foto: artehistoria.com

Alicia Avilés Pozo

Han pasado más de tres cuartos de siglo desde que la mujer consiguió el voto en España. La corriente popular, algunos que otros libros y los debates posteriores han dejado en la sociedad algunos clichés sobre esta cuestión que no se corresponden con la realidad, como el hecho de que el sufragio femenino propiciara que la derecha ganara las elecciones de 1933 o como el supuesto enfrentamiento entre las primeras diputadas en las Cortes españolas, Clara Campoamor y Victoria Kent, a costa de su postura sobre aprobar el voto para las mujeres en el país.

Son “tópicos” contra los que combate, a fuerza de investigaciones y estudios, la profesora de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad regional (UCLM), Laura Mora. Durante su participación en un acto en Bernuy (Toledo) de conmemoración del aniversario de la II República española, la docente ha querido dar a conocer los pormenores de la participación de las mujeres en el proceso constituyente iniciado en 1931, con la llegada a las Cortes de Campoamor, Kent y posteriormente de Margarita Nelken.

Según explica, el inicio de los trabajos de la comisión para la elaboración de la Constitución republicana fue también el del enfrentamiento constante de Campoamor con los ponentes varones, incluidos los de su propia formación política, el Partido Radical. La diputada defendía cuestiones, no solo sobre los derechos de la mujer, sino también sobre infancia, pena de muerte y divorcio.

Cuando los debates pasaron a los plenos de las Cortes, es cuando surgió, según Laura Mora, la “versión oficial” de que la búsqueda del voto femenino supuso un enfrentamiento entre Campoamor y Kent, cuando “eso no fue así”. Kent consideraba que no era el momento del sufragio femenino porque serviría de “correa de transmisión” del voto de los maridos de las mujeres y de los curas, mientras que Campoamor los consideraba como “una oportunidad de igualar derechos para todas”.

“Pero no hubo enfrentamiento entre ellas”, asegura la profesora. Es más, aporta une extracto del diario de sesiones del Parlamento en el que queda reflejada la comprensión de Campoamor hacia su compañera y colega (eran las dos únicas abogadas de Madrid): “señores diputados, lejos yo de censurar ni atacar las manifestaciones de mi colega, la señorita Kent; comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer…”.

Las trabas vinieron “de la caverna”

Es decir, todas las trabas que se pusieron a la consecución del voto femenino procedían “de la caverna masculina, de los defensores del patriarcado y de su propio partido”. “Todos olvidaron que ella fundó el Partido Republicano con Manuel Azaña”, recuerda Mora, y explica que su salida de esta formación y su entrada en el Radical fue porque Alejandro Lerroux aceptó sus propuestas, aunque después tampoco las cumpliría.

“Clara fue una mujer fuerte, honesta y coherente. Era una mujer de pueblo que tuvo que trabajar desde muy joven, y que aún así consiguió sacarse el bachillerato y la carrera de Derecho en cuatro años, y se negó a ser reconocida por estos méritos durante la dictadura de Primo de Rivera, en coherencia con su ideología”, detalla.

Por todo ello, arremete contra el hecho de que en el discurso de la izquierda española haya calado la idea de que Campoamor no era progresista, ya que fue un argumento utilizado por los hombres cuando “ella fue la voz de las mujeres, inició el movimiento sufragista y fue la primera mujer española que habló ante la Sociedad de Naciones”. “Como la propia izquierda, el patriarcado se ha encargado de dejarla fuera de esa lucha por el voto femenino y que al final se vendiera como una lucha entre mujeres”, destaca.

La última prueba que esgrime la profesora de la UCLM es contra un segundo tópico de la historia: que el triunfo de la derecha en las elecciones de 1933 se debió al voto de las mujeres por primera vez. “No fue así, los resultados electorales demostraron que la izquierda estaba dividida y al final le pasó lo mismo que a la derecha en 1931, y perdió las elecciones”, explica. Al contrario que el pensamiento popular, Mora cree, como Clara Campoamor, que el sufragio femenino sirvió entonces para “lavar todas las estupideces de los hombres”.

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