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La versatilidad y el “feminismo atrevido” de Carmen Bravo-Villasante, la escritora que encumbró a la literatura infantil

Carmen Bravo-Villasante pronunciando una conferencia en la Universidad Menéndez Pelayo, a principios de los años 70

Alicia Avilés Pozo

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Hizo falta mucha sensibilidad, mucha búsqueda de la belleza, mucha investigación y trabajo de campo para que la literatura infantil y juvenil ocupara sus propios estantes en las librerías y bibliotecas de España. Lo adquirió por derecho propio pero también por la enorme contribución de mujeres como Carmen Bravo-Villasante (Madrid 1918-1994), quien no solo dedicó la mayor parte de su vida a conseguir que la narrativa heredada de los Grimm, de Hans Christian Andersen y del mundo árabe, rompiera con su etiqueta de herramienta meramente educativa, sino que además realizó un conjunto de antologías y biografías, sobre todo de mujeres escritoras como Emilia Pardo Bazán o Bettina Brentano, que hoy en día se consideran joyas de la literatura española.

Su versatilidad fue inmensa incluso hasta para autobiografiarse. La también poeta, ensayista, profesora, biógrafa, investigadora y traductora Carmen Bravo-Villasante murió hace ya casi 30 años, pero antes de ello ya había decidido escribir sus memorias desde su infancia hasta finales de los años 70, con algunos retazos de la década de los 80. Lo hizo aplicando las mismas técnicas que utilizó con aquellas personas cuyas vidas narró pero su voluntad fue que sus memorias no se publicaran hasta mucho tiempo después de su fallecimiento ya que, aunque no utiliza nombres propios, no quería que se conocieran determinados detalles personales de su vida.

La familia decidió hace tres años que había llegado el momento de sacar a la luz la vida de esta magnífica creadora literaria pero la pandemia dio al traste con esos planes y ha sido recientemente cuando ha visto la luz Invención de la vida, su autobiografía inédita y póstuma, de la editorial San Pablo.

Nos cuenta su hija, Carmen Ruiz Bravo-Villasante, que dejó todo “escrito y ordenado” para su envío a la imprenta, una selección de escenas de su vida, casi “como una película o una obra de teatro”, que incluso pueden leerse por separado. Dividida en seis partes, todos los focos de atención de la autobiografía “se iluminan entre sí”, desde su infancia en Asturias hasta su enamoramiento, ya con 55 años y viuda, de un hombre bastante más joven.

La puesta de largo de esta obra, organizada por el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, se ha realizado esta semana en la Biblioteca Pública del Estado en Guadalajara. Intervino su hija, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid; así como María Jesús Fraga, doctora en Filología, profesora de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid y autora de la amplia introducción al libro; y Cristina Ruiz Fernández, periodista, escritora y nieta de la autora, que leyó algunos fragmentos de la obra.

A la hija de esta escritora y biógrafa le gusta definir a su madre como ya lo hizo el profesor y poeta Juan José Prior cuando se refirió a ella como la “subjetividad apasionada”. “Vivía la vida bajo un impulso romántico-poético, como la construcción de algo mejor, como la búsqueda de la belleza a pesar de todo el dolor”, afirma Carmen Ruiz.

Entre el impulso mediterráneo y la disciplina centroeuropea

También destaca la fusión entre su “impulso mediterráneo de sensibilidad” y su “disciplina centroeuropea” de trabajo y estudio. Muchos estudiosos de su obra han referido, de hecho, cómo buscó continuamente encontrar el equilibrio entre esos dos polos dentro de toda su pasión por la literatura, “no como una dedicación, sino como un componente de la vida, que hace que sea más extensa, más rica”.

Estas claves marcaron igualmente su interés personal por la literatura infantil y juvenil, junto con su historia personal y colectiva. Conoció los años anteriores a la Guerra Civil, leyó los grandes clásicos de Andersen y los hermanos Grimm, disfrutó de las historietas y tebeos en blanco y negro que llegaban a su casa. Pero estalló la guerra y “todo ese horror y ruptura provocaron en ella un intento de recuperación de toda la belleza que se había destruido”, detalla su hija.

Influyó también su formación en la Institución Libre de Enseñanza, donde se valoraba la tradición literaria popular. La escritora asistía asimismo a congresos y reuniones de literatura comparada o literatura infantil a nivel europeo para estar muy al tanto de todas las tendencias, y le apasionaba la ilustración y los elementos visuales. Con el tiempo, no solo se hizo una experta, sino que popularizó el género hasta encumbrarlo.

“Reivindicó que fuera una variedad más de la literatura, con el mismo rango de calidad e importancia, con la misma calidad artística que cualquier otra variante. Eso ha sido muy importante y va en paralelo con el cambio en la forma de mirar a la infancia, de considerar a niños y niñas como personas completas”, cuenta Carmen Ruiz.

Por eso eligió, para escribir sus antologías, a grandes escritores que también habían narrado para niños como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca o Rabindranath Tagore. “Ahora nos parece muy normal, pero cuando ella defendía en público estas antologías, era muy chocante, la gente no terminaba de encajarlo, lo consideraba más como una literatura educativa o de entretenimiento”. Su hija colaboró con ella en esta misión de popularización incorporando sus conocimientos en la vertiente árabe, su especialidad.

De la Avellaneda a Virginia a Woolf

Pere pese a su apasionado trabajo por la literatura infantil, su curiosidad investigadora la llevó a cultivar otra pasión: trabajadísimas biografías como las de Juan Varela, Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán, vidas narradas “con estilo de creadora”. En esta última ('Vida y obra de Emilia Pardo Bazán', 1962) ya recogía buena parte de la correspondencia con Lázaro Galiano y Benito Pérez Galdós, pero sobre todo destaca la arraigada independencia de la escritora gallega, su feminismo y su personalidad.

Otro de sus libros, Biografía y literatura (1969) reflexiona en torno a las confesiones y secretos de diversas escritoras como Emily Dickinson, Willa Cather, Edith Warton, Hilda Doolitle, Edna Saint Vicent Millay y Edith Sitwell. Y en 25 mujeres a través de sus cartas (1975) realiza un estudio epistolar de mujeres como Isabel de Guevara, Vittoria Colonna, Santa Teresa, Madame de Sévigné, Ninon de Lenclos, Dorothy Osborne, Bettina Brentano, Carolina Schelling, Madame de Staël, Elisabeth Barret, Charlotte Brontë, Emily Dickinson, Rahel Varnhagen, Fernán Caballero, Rosalía de Castro o Virginia Woolf.

Siempre eligió mujeres feministas en su época –la propia Pardo Bazán o la alemana Bettina Brentano– mujeres que destacaron por su escritura y por su personalidad independiente. “Practicó así un feminismo atrevido, valiente y solidario. Además, todas estas mujeres de las que hablaba y a las que biografiaba se convertían en sus amigas, virtualmente para ella eran seres vivos existentes, con las que tenía empatía y se podía comunicar”. Eso forma parte de su sensibilidad y búsqueda de la belleza, que también promovió en las numerosas tertulias a las que acudía, entre ellas la del Ateneo de Madrid.

Un dato muy significativo a este respecto es que cuando se doctoró en Filosofía y Letras en Madrid lo hizo con una tesis sobre La mujer vestida de hombre en el teatro español del Siglo de Oro, editada más tarde en la Revista de Occidente y que se convirtió en una referencia en los estudios sobre el teatro clásico español

“Esta parte de su obra la representa mucho desde el punto de vista personal y también ilustra sus propias preferencias y afinidades selectivas”. María Jesús Fraga, prologuista del libro, afirma que también ella se representa a sí misma en todas estas figuras. “Cuando escribía era muy abierta, pero luego era reservada e intimista para sus afectos y sentimientos, aunque con un gran sentido del humor”, añade su hija, Carmen Ruiz.

Considera su familia que la obra de Carmen Bravo-Villasante está ahora reviviendo un reconocimiento social y cultural que se había paralizado con el tiempo. “Ha habido algún bache en los últimos años, que tiene que ver con la renovación de las generaciones y los cambios sociales, pero ahora hay muchas tesis doctorales e investigaciones que están recuperando su trabajo con más detalle”, afirma Carmen Ruiz.

Y en ese afán de que su obra y su legado no se pierda, la familia está estudiando la creación de un plan de visitas o una ruta para que la ciudadanía pueda conocer los más de 5.000 volúmenes que componen su biblioteca personal, donada a la Universidad de Castilla-La Mancha, donde se creó el fondo bibliográfico “Bravo-Villasante” en el CEPLI (Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil), que puede visitarse en Cuenca.

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