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Retorno a León: cuando la pandemia se ha convertido en una inesperada oportunidad para que regrese la juventud emigrada

Alejandro García (en su taller en Vega de Espinareda) y Eleonor Estévez (en la plaza de Botines en León).

César Fernández

11 de abril de 2021 09:31 h

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Ni Alejandro García, ni Eleonor Estévez se planteaban hace trece meses dejar Barcelona y Madrid para regresar a la provincia. Sus biografías reprodujeron la emigración de jóvenes a grandes ciudades que explica en parte el retroceso demográfico leonés de la última década. Y ahora son ejemplo de un viaje a la inversa, motivado por la pandemia que el tiempo dirá si es moda o tendencia.

Alejandro García acaba de regresar desde Barcelona a Vega de Espinareda. Echará de menos el Mediterráneo, pero podrá bañarse en el Cúa. El clima será más severo, por lo que la de la calefacción pasará a ser la única factura en la que salga perdiendo ahora que ha podido alquilar una casa que casi cuatriplica en tamaño a la anterior y por la mitad de precio. A las puertas de Ancares, disfruta de un entorno privilegiado sin que se resienta su trabajo: realiza artículos de joyería de piercings que vende online. La hasta hace un año inverosímil vuelta al pueblo tras años de itinerancia se ha hecho realidad pandemia mediante.

Eleonor Estévez dejó este otoño Madrid (también pasó por Barcelona) para volver a León, una constante en la vida de esta berciana que hace escala por quinta vez en la capital de la provincia. Tras pasar por el Húmedo, la Palomera o San Mamés, ahora reside en las inmediaciones de la Catedral, una suerte de espacio fetiche para esta periodista freelance dedicada a la comunicación corporativa en el ámbito de la salud. Sin obviar que echará en falta la oferta de cultura y ocio que le permitía “ir enlazando planes”, también reducirá a la mitad el desembolso mensual en alquiler. “Siempre había pensado quedarme en Madrid por el estilo de vida”, admite para, a renglón seguido, reconocerse encantada en León y con la idea de regresar en un futuro a Ponferrada.

Alejandro García se marchó de Vega de Espinareda cuando en la comarca berciana se juntó el progresivo cierre de las minas con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Ni quiso ser minero, ni pudo ser albañil. Pronto se introdujo en el sector de los piercings. Y ahora ha regresado para llevar desde el pueblo una tienda online de joyería del ramo

Ni Alejando ni Eleonor se planteaban hace poco más de un año dejar de vivir en las dos principales ciudades de España. La crisis del coronavirus ha generado un efecto regreso a las provincias que está por ver si será moda o tendencia. El primero se marchó cuando en la comarca berciana se juntó el progresivo cierre de las minas con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Ni quiso ser minero (“mi padre lo fue y terminó cascadísimo”, dice), ni pudo ser albañil. La segunda se cansó de la falta de valoración laboral en la provincia. “Te exigen una gran experiencia, pero los sueldos son muy bajos. No me sorprende que haya fuga de cerebros”, lamenta. Ambos optaron por hacer las maletas.

El de Vega de Espinareda hizo en Madrid un curso de soldar. “Pero no me gustaba”, reconoce. Fue de los primeros de su pueblo en llevar piercings. Y se aplicó a la tarea de entrar en un sector que le llevó luego a saltar a Brasil (con tienda propia) y Reino Unido con paso intermedio por Madrid y destino final en Barcelona, donde ya dio forma a la idea de montar su espacio online de joyería del ramo. La de Ponferrada tocó distintos palos en el periodismo hasta que se decantó por el mundo de la comunicación corporativa tras trabajar como teleoperadora en la etapa en la que no encontró acomodo en los medios. La provincia no le ofrecía buenas condiciones laborales y en Madrid aspiraba a otro modelo de vida. Así fue como llegó a la capital.

Ambas biografías reproducen una tendencia: la de la emigración de jóvenes que explica en parte la sangría demográfica que padece la provincia desde hace más de diez años. Ahora viven en carne propia un proceso inverso que el tiempo dirá si es provisional o definitivo. Asentados ambos en la treintena, creen que al menos en su franja de edad sí será un movimiento que eche raíces. “Yo conozco muchos casos de gente que está volviendo. Creo que es tendencia, aunque igual es más difícil que se dé en otros segmentos de edades o en familias ya con otras ataduras por tener hijos”, cuenta ella, de cuyo caso se hizo eco el Ildefe (Instituto Leonés de Desarrollo Económico, Formación y Empleo).

El caso es que la pandemia ha ofrecido una oportunidad de repoblar la España Vacía. ¿Las administraciones locales están aprovechando el tanto para postular a la provincia leonesa como 'candidata' a asumir esos flujos migratorios? Eleonor Estévez es pesimista. “Por cómo son de lentas las instituciones veo difícil que puedan captar esas bolsas. Deberían ponerse las pilas”, advierte. Alejandro García arremete contra el Gobierno autonómico: “Deberían dar más facilidades. Los pueblos están abandonados en Castilla y León. Así entiendo que se quieran anexionar a Galicia”. Los dos reconocen el hándicap de las malas comunicaciones (el AVE no llega a Ponferrada, lamenta ella; mientras él tuvo que coger un vuelo desde Barcelona a Asturias en lugar de a León esta última vez que vino para quedarse).

Eleonor va más allá al poner el foco en las propias empresas, que han tenido que acometer sobre la marcha procesos como el del teletrabajo. “Y antes en León ninguna te dejaba teletrabajar. Había mucho presencialismo”, afea para aludir al concepto de 'salario emocional', una suerte de incentivo a base de promover medidas de conciliación y otro tipo de retribuciones no económicas, pero que pueden convencer al empleado y acabar logrando el pregonado objetivo de retener el talento. Ella ahora modula su trabajo. Ha sustituido los eventos presenciales por los virtuales. Concentra sus horarios para evitar jornadas maratonianas no necesariamente por ello más productivas. Y así encuentra tiempo para ocio y formación como las clases de baile. “Las academias de baile son aquí más baratas. En Madrid no me lo podía permitir”, remacha.

Condenado desde hace años a no poder disfrutar de los fines de semana de forma completa, Alejandro García es hoy por hoy el dueño del reloj. “Ahora no voy a tener un ingreso fijo, que es algo que en una ciudad no te puedes permitir”, admite. A finales del pasado año sopesó la opción de asentarse en Lisboa habida cuenta de que la carga fiscal es más laxa para los autónomos en Portugal: lo que se ahorraba de cuota lo podía invertir en el alquiler. “Pero ahora veo que como aquí no voy a estar en ningún lado”, confiesa. El hándicap de la escasez de pisos en alquiler en Vega lo acabó convirtiendo en virtud al alojarse en una casa en la que el ruido por su trabajo no molestará a los vecinos y en la que podrá criar con más desahogo a la niña que viene en camino.

La idea del regreso a la tierra de origen debe ser algo más que un propósito con tintes idílicos para no darse de bruces con la realidad. “Nos falta cultura empresarial. Hay mucha gente que emprende a ciegas, sin un plan de negocio”, advierte Eleonor Estévez al venírsele a la mente la imagen de bajos comerciales vacíos como los de la Avenida de la Puebla en Ponferrada. La progresiva vuelta al rural también debería dejar beneficios comunitarios. “Si todos volvieran al pueblo, habría aquí más trabajo”, constata Alejandro García con el ejemplo de Vega de Espinareda, donde “siempre hubo zapatero y ahora ya no lo hay”.

El camino de vuelta tiene algunos peajes como las malas comunicaciones. Pero reporta muchos beneficios para la cuenta corriente. “En una ciudad todo es gastar nada más salir de casa. Y en una familia necesitas dos sueldos”, cuenta Alejandro ahora que puede pagar una ronda de cuatro cervezas al precio que en Barcelona apenas podía consumir dos. Llegada la pandemia, a Eleonor le dejó de compensar vivir en Madrid. “Aquí en León tengo un piso más luminoso y dos balcones. Y los ingresos son los mismos”, calcula sin obviar que una tarde de vinos por el Húmedo sale más barata (“y con las tapas cenas”, añade) que por la capital de España.

Ella ahora puede utilizar el coche para moverse con libertad sin necesidad de 'hipotecarse' por pagar una plaza de garaje en Madrid. Él también podrá 'escaparse' a la montaña sin dejarse tanto dinero por entrar en contacto con la naturaleza. Los dos han hecho el viaje de vuelta a una provincia a la que la pandemia le ha dado otra oportunidad para hacer que el plan del retorno del talento pase el largo camino de los programas electorales a la realidad.

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